Este mes tenemos la reseña del fantástico clásico de Charlotte Brontë: Jane Eyre. ¡Que comience la charla sobre la obra!
Jane Eyre fue
la primera novela en ser publicada de la autora inglesa Charlotte Brontë (1816-1855) y es considerada una de las primeras
obras feministas. Esta novela narra la historia en primera persona de Jane
Eyre, una joven huérfana ansiosa por vivir aventuras y abandonar el internado en
el que comenzó siendo alumna para luego convertirse en profesora. Amor, madurez,
engaño y principios juegan un rol importante en la historia mientras seguimos
el camino de nuestra protagonista. Charlotte experimentó de primera mano muchas
de las cosas que la protagonista sufre, especialmente la vida en el internado,
la autora habló de los horrores que sufrió con sus hermanas allí y refleja
mucho de lo sucedido en Lowood, el
internado de la novela.
Si te interesa saber más sobre la autora, acá te dejo el link para una mini biografía sobre las magníficas hermanas Brontë y su complicada vida.
La historia comienza con la pequeña Jane describiendo
otro de sus días en casa de su tía y la convivencia con ella y sus hijos. Ella
es tratada como alguien inferior, algo que le remarcan cada vez que se dirigen
a ella, tanto por su tía y primos como por los sirvientes de la casa.
Constantemente le repiten lo agradecida que debería estar con ellos y con su
situación (como si no hicieran lo mínimo posible, lo básico de decencia),
porque ellos son tan buena gente por
no dejarla morir y acogerla en su casa… donde es constantemente maltratada,
tanto física, como mental y emocionalmente. Un claro ejemplo de ello es cuando,
en el primer capítulo, su primo la busca para molestarla mientras ella se
esconde, al encontrarla le hace que le muestre el libro que leía para luego
golpearla con él diciéndole no debería estar leyendo sus libros.
«—No tienes derecho a tocar nuestros libros, mamá
dice que eres una subordinada que depende de nosotros; tu padre no te dejó
nada, debes mendigar y no vivir aquí con los hijos de un caballero como
nosotros, y comer las mismas comidas que nosotros, y usar ropa a expensa de
nuestra madre. Ahora te voy a enseñar a no hurgar en mi biblioteca, porque me
pertenece, toda la casa me pertenece, o lo hará en unos años. Ve y párate cerca
de la puerta, lejos del espejo y las ventanas.»
Capítulo 1, página 9.
Como consecuencia ella enfurece y, asustada, lo ataca. Termina
siendo castigada y encerrada en la «habitación roja» (la habitación donde su
tío murió y ella cree esté embrujada), del miedo, por el golpe en la cabeza
provocado por su primo, y toda la situación termina enfermando.
Ella es una niña llena de energía y curiosidad a pesar de
la soledad y del maltrato que constantemente experimenta, todos están en su
contra, la única que, a su manera, la apoya es Bessie, pero es una sirvienta,
tampoco puede hacer mucho. Jane es consciente de lo injusto de su situación y
lo soporta todo, pero también se levanta contra estas (primero devolviéndole el
golpe a su primo, o más bien golpes,
y más adelante diciéndole sin pelos en la lengua a su tía lo injusta y cruel
que era) a pesar de tener miedo, lo que la lleva a sufrir los castigos por
simplemente defenderse.
«Toda la violenta tiranía de John Reed, toda la
orgullosa indiferencia de sus hermanas, toda la aversión de su madre, toda la
parcialidad de los sirvientes, salieron a la superficie en mi mente alterada
como los sedimentos depositados en un pozo. ¿Por qué siempre estaba sufriendo,
siendo golpeada, siempre acusada, por siempre condenada? ¿Por qué nunca lograba
complacer a nadie? ¿Por qué era inútil tratar de ganarme el apoyo de
alguien?[…]»
Capítulo 2, página 13
Sus primos son horribles, violentos, malcriados y
carecen de empatía, pero la sociedad los perdona por la posición social en que
se encuentran y la juzgan a ella por ser «inferior» debido su falta de dinero, incluso
cuando Jane es mejor ser humano que cualquiera de los tres. A pesar que ya de
grande ve lo diferentes que eran ellos de ella y entiende que por eso no podían
estar en paz y no siente remordimiento; cuando niña llega a culparse por sus
errores (defenderse contra su primo) y teme que el fantasma de su tío aparezca
para vengarse de ella por «causar problemas». Ella era solo una niña a la que
todos repetían constantemente lo mala que era y como no merecía estar allí, el
maltrato es tal que la hacen creer eso. En esos primeros capítulos vemos como
poco a poco ella va dándose cuenta de cosas hasta finalmente pararse con
firmeza ante su tía antes de partir al internado que es confinada.
«—¿Qué le diría el tío Reed si estuviera vivo? […] Mi
tío Reed está en el Cielo y puede ver todo lo que hace y piensa, y también mi
madre y padre; ellos saben que me hace callar todo el día y como desearía que
yo estuviera muerta.»
Capítulo 3, página 26.
El engaño es un tema recurrente a lo largo de la
novela, desde que Jane es acusada de ser mentirosa, hasta el señor Rochester
engañándola para casarse.
«—No soy una mentirosa, porque de serlo, diría que
la amo, pero afirmo que no la amo, es la persona que más me desagrada en el
mundo a excepción de John Reed; y este libro sobre el mentiroso puede dárselo a
su hija Georgiana, ya que es ella la que dice mentiras, no yo.
[…]
—Me alegra que usted no sea pariente mío. Jamás la
volveré a llamar tía mientras viva. Jamás volveré a visitarla cuando crezca; y
si alguien me pregunta si usted me agradaba, y cómo me trataba, les responderé
que el solo hecho de pensar en usted me hace sentir enferma y que me trató con
terrible crueldad.
—[…]Usted cree que no tengo sentimientos y que
puedo arreglármelas sin un poco de amor o amabilidad, pero no puedo vivir así,
usted no tiene piedad. […] Las personas creen que es una buena mujer, pero es
mala, tiene un corazón de piedra. ¡Usted
es la mentirosa!
Capítulo 4, página 35
Salió de un lugar donde era maltratada para caer en
otro todavía peor. En el internado Lowood las alumnas padecían un trato
inhumano, desde hacerlas pasar hambre a comer cosas en mal estado, e incluso
hacerlas pasar fríos extremos, allí los golpes y violencia en general eran
usados como «método de aprendizaje»:
“[…] castiga su cuerpo para salvar su alma […].”
Capítulo 7, página 66.
El señor Brocklehurst habla sobre no darle
«privilegios» y «lujos» a las niñas para que no se acostumbren a ello y así
evitar que sus almas se «corrompan», que por todo lo que las hacen pasar son
«lecciones» y «aprendizaje», pero lo cierto es que solo es otra manera de
decir: abuso infantil. Comer al
menos una comida al día en buen
estado no es ningún lujo, solo lo básico de humanidad. Las maestras veían lo
malo de todo el asunto y a la que más molestaba era a la señorita Temple, que
era la única que trataba de ayudarlas como podía con lo que tenía (recién ahora
me doy cuenta de que Bessie, la señorita Temple y la señora Fairfax casi
cumplieron roles parecidos, todas eran mujeres más grandes que trataron de
ayudarla de una manera u otra; una en cada una de las tres primeras etapas en
la vida de Jane; Bessie en la casa con su tía y primos, Temple en el internado
y finalmente la señora Fairfax en Thornfield).
Pero al menos allí encuentra una aliada y hace su
primera amiga, Helen Burns, que es bastante reservada, pensativa, de buen
corazón, inteligente y fuerte de espíritu y mente (aunque no de cuerpo, desde
que la conocemos ella tiende a enfermarse con facilidad). Ella le enseña mucho
a Jane en su corto período de amistad, dejando una marca imborrable en ella. Se
llevan muy bien teniendo en cuenta que amabas son bastante diferentes. Donde Helen soporta los castigos y la crueldad
con temple de acero, Jane se enfurece y no tolera el trato (a pesar de aguantarlo
como todas las demás niñas, tampoco es que tuvieran otra opción), la injusticia
despierta su ira y cree en luchar fuego con fuego, seguido se deja llevar por
sus emociones, pero Helen le enseña a ser paciente y mantenerse tranquila en
medio de la tormenta, solo así puede ganar al final. Helen cree en Dios, su fe
la lleva a mantener la calma, porque sabe que, aunque los otros sean horribles,
mientras ella sea buena, va a ir al Cielo y descansar en paz allí. Siendo Jane
tan callada y tímida, es interesante que diera ese paso hacia Helen, con ella
siente una conexión y la ve como un ser superior, junto a su profesora
preferida, la señorita Temple. Helen no habla demasiado, pero cuando lo hace,
deja ver su inteligencia, Jane es parlanchina y ruidosa en contraste con ella.
«—Y si yo estuviera en tu lugar, ella no me
agradaría; me resistiría a ella. Si ella me hubiera golpeado con esa vara, se
la quitaría de las manos y la rompería debajo de sus narices.
—Probablemente no harías nada de eso, pero si lo
hicieras, el señor Brocklehurst te expulsaría del colegio; lo que humillaría a
tus parientes. Es mucho mejor aguantar pacientemente y guardártelo todo que
cometer una acción precipitada cuyas malignas consecuencias se extenderían a
todos aquellos relacionados a ti; y además, la Biblia nos enseña a hacer el
bien en lugar del mal.
—Pero es deshonroso ser azotado y ser obligado a
pararse en medio de una habitación llena de gente; y tú eres una niña tan
buena, soy mucho más joven que tú y no podría soportarlo.
—Y de todas maneras sería tu deber soportarlo, si
no se puede evitar es de débiles y tontos decir que no podrías soportar lo que tu destino te requiere soportar.»
Capítulo 6, página 55
Jane realmente se esfuerza por ser buena y hacer bien
las cosas, pero el ambiente injusto en el que se encuentra no se cansa de
decirle que es mala y que ni siquiera lo está intentando. Es muy apasionada
también.
« […] Si no soy amada por otros, preferiría morir a
vivir, no puedo soportar estar sola y ser odiada, Helen. Mira, para ganar un
poco de afecto real de ti, o de la señorita Temple, o cualquier otro a quien yo
realmente amara, de buena gana cedería a romperme el hueso del brazo, o dejaría
que un toro me atropellara, o pararme detrás de un caballo y lo dejaría
patearme en el pecho…»
Capítulo 8, página 69
La influencia de Helen se ve en sus acciones por
primera vez cuando le explica la situación a la señorita Temple, después que
Brocklehurst dijera en frente de las demás alumnas y profesoras que Jane era
una mentirosa y que se mantuvieran alejadas de ella. Jane entiende que siendo
racional y manteniéndose tranquila tiene más posibilidades de ganar.
«Decidí, en el fondo de mi corazón, que sería lo
más moderada, más correcta posible; y luego de reflexionar por unos minutos
para arreglar coherentemente lo que tenía que decir, le conté toda la historia
de mi triste infancia. Extenuada por emociones, mi lenguaje era más moderado
que normalmente cuando trataba ese triste tema; y muy consciente sobre las
advertencias de Helen sobre la indulgencia del resentimiento, infundí en la
narrativa mucho menos descaro y amargura que normalmente. Por consiguiente,
comedido y simplificado, sonó más creíble, sentí que la señorita Temple creía
en mí totalmente.»
Capítulo 8, página 70
A lo largo de la historia existen muchas ironías,
contrastes y metáforas, uno de ellos es el contraste entre la primavera (donde
todo florece y nace, todo es más cálido y agradable) y la llegada del tifus y
el elevado número de muertes en Lowood. Me sorprendió lo extremadamente sabia
que era Helen para su edad; al enfermarse y saber que la muerte es inminente no
siente miedo, su fe no se tambalea nunca y la ayuda a sobrellevarlo todo con
perfecta calma, es lo que le da paz y evita que tenga miedo… pero de todas
maneras, religión o no, solo era una niña al borde de la muerte.
Esta frase me hace acordar (mucho más adelante) a la parte
en que el señor Rochester le pregunta a Jane si lo dejaría en caso de que todo
el mundo le diera la espalda y ella le contesta que se quedaría a su lado sin
importar. Y después cuando él le propone que estén juntos a pesar de la situación
y que no importa porque ella no tiene familiares ni amigos, y ella piensa que se tiene a ella misma. Se ve a la
perfección la influencia de Helen. Pero me estoy adelantando a los hechos.
Luego de la pérdida de su mejor amiga, las cosas
parecieron calmarse, la monotonía y la rutina tomaron control de su vida. Pero
Jane es curiosa e inquieta por naturaleza, durante algunos años estas
características se mantuvieron apaciguadas, ahogadas, pero una vez la señorita
Temple se va y ella se encuentra completamente sola, estas vuelven a la
superficie. Jane tiene una sed de aventura, de vivir y experimentar, de ver
tanto mundo como pueda, y por eso deja Lowood para instalarse en un lugar que
desconocía con personas que desconocía. Incluso a los pocos meses de llegar a
Thornfield ya empieza a aburrirse de la rutina y monotonía nuevamente,
cualquier distracción le viene bien.
Me parece que en esta parte final más que nada
escuchamos a Charlotte Brontë expresarse; ni ella ni sus hermanas eran mujeres
típicas de la época, y cuando ella le pidió a un escritor conocido su opinión sobre
algunas de sus escrituras, él le respondió que las mujeres no estaban para
hacer literatura, solo cosas del hogar.
Es interesante la manera en que Jane y Rochester se
conocen, cuando lo leí estaba: ¿es él? ¿Éste
es el él del libro? Sabía que él sería
un personaje importante más adelante, pero no si sería el interés romántico, no
me quedaba claro, por lo general cuando leés un libro ese primer encuentro
siempre te deja claro quién es el «él»… pero el señor Rochester no es ni
apuesto, ni joven (pero teniendo en cuenta que es un clásico, la gran mayoría
de los protagonistas masculinos tienden a ser bastante más grandes que la
protagonista femenina). Tampoco hay nada romántico o mágico en el encuentro, es
brusco y frío, lo que va perfecto con los personajes y la historia.
« […] El incidente ocurrió y ya había pasado para
mí, fue un incidente sin importancia,
sin romance, si interés de alguna manera; sin embargo, cambió marcadamente una
simple hora de una monótona vida. Mi auxilio había sido necesitado y demandado,
lo había entregado, me sentía complacida de haber hecho algo; trivial,
transitorio aunque el hecho ya había pasado, todavía estaba activo, y yo estaba
cansada de una existencia enteramente pasiva. La nueva cara, también, era como
un nuevo cuadro introducido a la galería de la memoria, y era muy diferente a
todos los demás en exhibición allí: en primer lugar, porque era masculino; en
segundo lugar, porque era oscuro, fuerte y firme. […] »
Capítulo 12, página 116.
Una vez se establece quién es él y la llama para
presentarse y comienzan a conocerse, una curiosidad por él empieza a despertar
en Jane. Ella quiere entenderlo pero no lo consigue, no al principio al menos.
La personalidad brusca del señor Rochester es algo a lo que está acostumbrada,
está acostumbrada a los malos tratos y falta de educación y calidez, así fueron
los entornos en lo que creció; la brusquedad y falta de delicadeza no es algo
que la molesten, sino más bien lo contrario, la hacen sentir cómoda porque sabe
moverse en ese ambiente.
«Tomé asiento bastante cómoda y sin presiones.
Haber recibido pulida cordialidad probablemente me habría confundido: no podría
haberla devuelto o respondido a esta con una contestación llena de gracia y
elegancia de mi parte; pero el hostil capricho me liberaba de toda obligación;
por el contrario, una decente quietud, bajo el anormal comportamiento me daba
la ventaja. Además, la excentricidad del procedimiento era picante, me
interesaba saber cómo él procedería.»
Capítulo 13, página 121
Jane tiende a ver lo mejor de las personas y las
situaciones. Cuando se propone algo, lo consigue. Contrario a cuando era niña,
no cree en supersticiones (o no de entrada, al menos), es cautelosa al
respecto. Para ser alguien inteligente, llena de vida, fuerte y, aparentemente,
indomable, se deja manipular muy fácilmente por él; aunque él parece tener ese
efecto en todos a su alrededor. El señor Rochester ordena y los demás hacen, es
carismático y junto a su fuerte personalidad (y dinero), lo hacen difícil de
contradecir, los demás lo siguen por naturaleza.
Aunque al principio a ella le cueste entenderlo, él la
ve con claridad de entrada:
«— […] ¿Alguna vez se ríe, señorita Eyre? No se
moleste en contestar, veo que rara vez se ríe, pero cuando lo hace, se ríe muy
alegremente; créame, usted no es naturalmente austera mucho más de lo que yo
soy naturalmente vil. La coerción de Lowood todavía tiene poder sobre usted
hasta cierto punto; controlando sus facciones, silenciando su voz y
restringiendo sus extremidades; y usted teme en la presencia de un hombre y un
hermano (o un padre, o amo, o lo que sea) de sonreír demasiado alegremente, de
hablar con demasiada libertad, o moverse demasiado rápido; pero, con el tiempo,
creo que aprenderá a comportarse con naturalidad conmigo, ya que encuentro
imposible comportarme convencionalmente con usted; y entonces su apariencia y
movimientos tendrán más vivacidad y variedad de las que se atreven a ofrecer
ahora. Veo en intervalos la mirada de una curiosa especie de ave a través de
los apretados barrotes de una jaula, es un vívido, inquieto y resuelto cautivo,
que de ser libre, volaría a la altura de las nubes. […]»
Capítulo 14, página 140
No está en la personalidad del señor Rochester el ser
cálido, eso lo sabemos perfectamente a estas alturas, pero él como que la
mantiene lejos pero no demasiado lejos; la quiere más cerca pero es torpe al
momento de acercarse (todavía me sigo riendo de la parte en que ella lo salva
de morir quemado y él le dice que ya se puede ir, cuando ella se está yendo él
le dice que no se vaya, no de esa manera al menos). Él se da cuenta de que ella
le gusta, pero no está seguro de si ella siente lo mismo (o sí sabe que ella se
siente de la misma manera, lo que haría sus acciones más perversas todavía) y
en vez de ir y preguntárselo, va dando vueltas y dando rodeos con juegos sin
sentido (trayendo a sus amigos y tratando de darle celos con la señorita
Blanche y después hacer el acto ridículo de la gitana para hacerla confesar sus
sentimientos por él). De todas maneras, esos juegos (por más desagradables que
sean) surten efecto en ella, que sabe que siente cosas por él, y ve lo
imposible de su unión, Jane está segura que él no siente lo mismo que ella y se
siente tonta y miserable de creer por un segundo que podría haber algo entre
los dos. Ella observa la manera en que él se comporta con sus invitados y
estudia todo, él y ella, a pesar de las diferencias sociales, tienen mucho más
en común que él con el resto de la gente de su sociedad; él es un buen actor,
es bueno engañando. Ella ahora ya no
tiene problemas en verlo con claridad, finalmente acepta que está enamorada de
él y ya nada puede hacer para cambiarlo.
A pesar de saber que son iguales en cuanto a sus
espíritus y naturaleza, ella está segura que su amor no es recíproco:
«Sé que debo ocultar mis sentimientos, debo
reprimir la esperanza; debo recordar que no le puedo importar demasiado. Ya que
cuando digo que soy de su misma especie, no me refiero a que tengo su fuerza de
influencia y su encanto para atraer; solamente me refiero a que tengo ciertos
gustos y sentimientos en común con él. Debo, entonces, repetirme continuamente
que estaremos por siempre destinados al naufragio; y sin embargo, mientras
respiro y pienso, debo amarlo.»
Capítulo 17, página 176.
Hay muchas escenas que llamaron mi atención a lo largo
de la novela, pero esa en la que ella se va de la sala al borde del llanto con
el corazón roto y él sale atrás de ella, queriendo que vuelva con el resto y
notando que está a punto de largarse a llorar y después obligándola a volver
con ellos todos los días… ¿de verdad no tiene idea de nada? ¿No se da cuenta de
nada (estoy poniendo los ojos en blanco en este momento)? Él tiene que saber
que la está lastimando con sus acciones. Jane entiende que él se va a casar con
Blanche por las conexiones y la sociedad, a pesar de saber que jamás podrían
amarse, es lo que la sociedad espera y lo que ella ve que inevitablemente
sucederá. Otra de las escenas interesantes son cuando ella va a consultar con
la «gitana», lo voy a agregar porque me fascinó ese intercambio de palabras,
además dice mucho de la personalidad de Jane con tan poco:
«—Y bueno, ¿quiere que le diga su fortuna? —dijo
ella en una voz tan decidida como su mirada, tan dura como sus facciones.
—No me interesa mi fortuna, madre; haga lo que le
plazca, pero debo advertirle, no tengo fe alguna.
—Es imprudente decir eso, lo esperaba de usted; lo
escuché en sus pasos tan pronto como cruzó el portal.
—¿Lo hizo? Tiene un oído muy agudo.
—Lo tengo; y una visión aguda y un cerebro agudo.
—Los necesita todos en su negocio.
—Lo hago; especialmente cuando tengo que lidiar con
clientes como usted. ¿Por qué no tiembla?
—No tengo frío.
—¿Por qué no está pálida?
—No estoy enferma.
—¿Por qué no consulta mi arte?
—No soy tonta.
Capítulo 19, página 197.
Entiendo que está en la personalidad de Jane querer servir
y ayudar a la gente, pero a veces puede ser demasiado. A ella le gusta servirle
al señor Rochester, no son únicamente sentimientos románticos los que tiene
hacia él, sino que el amor se mezcla con el hecho de que él es su jefe (o amo),
y después está eso de que ella lo idolatra (y él también a ella, la ve como su
ángel, un ser bondadoso y de luz capaz de volverlo mejor). Él lo sabe, claro
que lo sabe, la conoce a la perfección, como también sabe que cuando él le
ordena hacer algo que ella no considera prudente, Jane se para firme y no cede.
«—Me gusta servirle, señor, y obedecerlo en todo lo
que es correcto.
—Precisamente, veo que lo hace. Veo genuina satisfacción
en su andar y semblante, sus ojos y rostro, cuando me ayuda y me complace…
cuando trabaja para mí y conmigo, como usted, típicamente, dice «todo lo que es
correcto»; ya que si le propusiera hacer algo que creyera incorrecto, no habría
corrida ligera de pies, ni bien predispuesta celeridad, ni mirada llena de vida
y complexión animada. Mi amiga entonces me enfrentaría, quieta y pálida, y
diría: «No, señor, eso es imposible; no puedo hacerlo, porque es incorrecto.»;
y se tornaría tan inmutable como una estrella fija. Bueno, usted también tiene
poder sobre mí, y podría lastimarme; no obstante, no me atrevo a mostrarle
dónde soy vulnerable, por temor a que, leal y amigable como es usted, me deje
paralizado en el acto.»
Capítulo 20, página 219
Dice mucho de Jane como ser humano ir a ver a su tía
para cumplir su último deseo antes de morir, cuando de niña le dijo que nunca
la volvería a llamar tía y que nunca volvería a aquella casa. Ella le vuelve a
decir tía a pesar del desagrado de la mujer y a pesar de la falta del más
mínimo cariño hacia su sobrina, Jane la perdona, incluso aunque la mujer nunca le
pidiera perdón. Se nota lo mucho que creció y maduró, se nota también que no es
rencorosa. Con eso se cierra ese capítulo para Jane. La novela está plagada de
metáforas y contrastes entre opuestos, y uno de estos contrastes son las dos
primas de Jane. Eliza es religiosa y seria, disfruta de la soledad, piensa en
su futuro, prefiere la tranquilidad y simpleza, aborrece a su hermana por ser
lo opuesto a ella. A Georgiana le gusta estar en sociedad, disfruta de la
atención de los demás sobre ella, no piensa en el futuro, algo insensible y
frívola, un tanto narcisista, no tolera a su hermana por la misma razón que
Eliza no la tolera a ella: por ser diferente a ella. Una helada, la otra llena
de vivacidad, dos polos opuestos, lo único que tienen en común es su desagrado
hacia la otra.
Rochester sabe que Jane no va a hacer nada que
considere incorrecto, por eso, para salirse con la suya, la manipula. Él sigue
hasta el final con la parafernalia de que se va a casar con Blanche solo para
sacarle la confesión. La quiere hacer sentir celosa hasta el punto de que ella
termine estallando y confesándole sus sentimientos, que es exactamente lo que
pasa. Era de esperarse algo como esto de alguien que es tan bueno manipulando y
mandando a todos a su alrededor. Su amor es sincero, pero sus intenciones y
maneras son injustas e incorrectas. De todas maneras, la confesión de Rochester
le dio ese último empujón a Jane para que ella hiciera lo mismo con sus propios
sentimientos.
Ella está segura de que él se va a casar con Blanche y
sabe que no soportaría verlos juntos. A pesar del dolor que le causaría dejar
Thornfield, el dolor de verlo casado sería todavía peor.
«Me angustia tener que dejar Thornfield, amo
Thornfield, lo amo porque aquí viví una plena y maravillosa vida, temporalmente
al menos. No me pisotearon. No me petrifiqué. No me encontré enterrada con mentes
inferiores ni fui excluida de cada destello de comunión con lo que es brilloso
y energético y elevado. He hablado, cara a cara, con lo que venero, con lo que
me produce deleite, con una mente original, vigorosa, instruida. Lo conocí,
señor Rochester; y me provoca terror y angustia sentir que definitivamente
tengo que ser arrancada de su lado por siempre. Veo la necesidad de mi partida,
y es como ver la necesidad de la muerte.» Jane, capítulo 23, página 255.
Lo que le sigue a esa exposición por parte de Jane me
parece una ironía… después de saber la verdad y los secretos de Rochester, toda
la situación es… solo me hacen detestarlo todavía más.
«—¡Como lo somos! —repitió el señor Rochester—, por
eso —añadió envolviéndome en sus brazos. Atrayéndome hacia su pecho,
presionando sus labios contra los míos—. ¡Por eso, Jane!
—Sí, por eso, señor—respondí—, y sin embargo, por
eso no; pues usted es un hombre casado… o es como si ya fuera un hombre casado,
y casado con alguien inferior a usted, uno al que no le tiene simpatía, con
alguien que no creo que ame verdaderamente, porque lo he visto y oído mofarse
de ella. Despreciaría semejante unión, es por eso que soy mejor que usted…
¡déjeme ir!
—¿A dónde, Jane? ¿A Irlanda?
—Sí, a Irlanda. Ya dije lo que pensaba, y puedo ir
a donde sea ahora.
—Jane, quédate quieta, deja de forcejear de esa
manera, como un ave salvaje y frenética que desgarra su propio plumaje en su
desesperación.
—No soy ningún ave, y ninguna red puede atraparme;
soy un ser humano libre que posee libre albedrío, el que ahora ejerzo para
dejarlo.
Otro esfuerzo me liberó, y me paré recta frente a
él.
—Y tu libre albedrío decidiría tu destino —dijo—.
Te ofrezco mi mano, mi corazón, y un porcentaje de todas mis posesiones.
[…]
—Pero, Jane, te pido a ti que seas mi esposa, eres
tú con quien tengo intención de contraer matrimonio.
Me quedé en silencio, creí que se burlaba de mí.
—Ven, Jane, ven aquí.
—Su esposa se interpone entre nosotros.
Se puso de pie, y con una zancada me alcanzó.
—Mi esposa está aquí —dijo, nuevamente, acercándome
a si—, porque mi igual está aquí, y mi par. Jane, ¿te casarías conmigo?
Aún no respondía, y aún me retorcía en su agarre,
ya que aún continuaba incrédula.
—¿Dudas de mí, Jane?
—Enteramente.
—¿No tienes fe en mí?
—Ni una pizca.»
Capítulo 23, páginas 256 y 257
Y entonces entra la metáfora de la tormenta ni bien
ella acepta casarse con él, y después el rayo partiendo en dos el árbol cerca
de donde estaban. Primero, sabés que eso no es buen augurio, esa tormenta solo
puede traer problemas, y segundo, el árbol partido en dos me parece que puede
significar dos cosas: los dos lados de Rochester (el que es en la sociedad y el
que es en realidad que Jane ve; o el que está casado y el que «no»), o una
parte puede simbolizar a Jane y la otra a Bertha (quien también podría simbolizar
el otro lado de Jane, «el más salvaje», por así decirlo, ya que así la
describen); y capaz hasta también a Jane y Rochester (el árbol, a pesar de
estar partido a la mitad, las dos partes en el tronco todavía están unidas, no
se separan a pesar de lo sucedido, no completamente). Él sabía lo importante que
eran para ella los valores, por eso le miente y manipula, él podría haber sido
sincero con ella desde un principio, pero bien sabía que ella jamás cedería a
tener nada con él sabiendo que él ya estaba casado (más allá de la situación
injusta en la que se encuentra, ante los ojos de Jane eso sería una
aberración).
Como (por alguna razón que sigo sin poder entender)
todos los hombres de aquella época, y muchos de esta, Rochester quiere
adornarla en lujo, a pesar de que ella se niega a ello. Jane no es así, no le
interesa nada de eso y no da el brazo a torcer en ese aspecto. Jane tampoco
espera amor eterno por parte de él, ni siquiera uno duradero, solo uno fugaz.
No tiene expectativas de ser amada por él, pero igualmente quiere casarse con
él, porque sería su esposa, eso es
todo lo que le basta para ser feliz: estar cerca de él. Él le asegura que
siempre la va a amar, y en esa parte sí le creí al leerlo, contrario a ella.
«—Usted tiene una curiosa mente diseñadora, señor
Rochester. Temo que en algún punto sus principios sean excéntricos.
—Mis principios jamás fueron entrenados, Jane;
puede que hayan crecido torcidos por el deseo de atención.
—Una vez más, realmente, ¿puedo disfrutar de la
gran fortuna que se me ha concedido sin temor a que alguien más esté sufriendo
el amargo dolor que yo misma sentí hace un tiempo atrás?
—Puedes hacerlo, mi buena niña, no hay otro ser
en el mundo que tenga el mismo amor puro por mí que usted; porque en mi alma
pongo esa placentera unción, Jane, la creencia en su afecto.»
Capítulo 24, páginas 265 y 266.
¿Es enserio? Bueno… Rochester está jugando con las
palabras (otra vez). Claro que no hay nadie que lo ame como ella… pero sí hay
alguien sufriendo, y sí hay alguien que va a salir herido (más de uno).
Charlotte disfruta mucho de las ironías, al parecer, están por toda la novela
(y le salen genial).
Uno de mis personajes preferidos es la señora Fairfax,
y me gustó todavía más cuando le dijo a Jane lo que pensaba y le expresó sus preocupaciones.
Tiene razón e incluso sin saber lo que fuera a pasar después, el lector sabe
que ella tiene razón:
« […] La igualdad de posiciones y fortuna es con
frecuencia recomendable en casos como estos; y hay veinte años de diferencia en
sus edades. Él casi podría ser su padre. […]
Siento apenarla, pero es usted tan joven, y tiene tan poco conocimiento de los
hombres, me gustaría ponerla en alerta. Hay un viejo dicho que dice «no todo lo
que brilla es oro», y en este caso temo que se descubra algo que ni usted ni yo
esperamos.[…]
Espero que todo salga bien al final, pero créame, nunca se es demasiado
cautelosa. Intente mantener al señor Rochester a distancia, desconfíe de usted
misma tanto como de él. […] » Capítulo 24, páginas 267 y 268.
Aunque no le gustan las palabras, Jane la escucha y
siente que no lo conoce tanto como cree ni que tiene tanto poder sobre él como pensaba.
Por lo que le hace caso en lo de mantenerlo a una distancia segura y ser
cautelosa. Tampoco le gusta depender económicamente de él, ya vimos que le
resulta incómodo que le compre cosas lujosas y costosas.
Bertha y Jane son como las dos caras de una misma
moneda. Jane es delicada, no llama la atención en la sociedad (pasa
desapercibida), es pálida y de complexión pequeña; por el otro lado, Bertha es
descrita como un animal salvaje, es alta, más grande físicamente, fuerte, de
pelo oscuro y piel morena, es hermosa (o lo era antes de ser convertida en una
prisionera), llamaba la atención en el pasado y sigue llamando la atención en
el presente. Jane es, al menos en la superficie, lo que se espera en la
sociedad, Bertha es encerrada (por una enfermedad de la que no tiene control
alguno) por su naturaleza, alejada del mundo y oculta de todos. Rochester presume
a todos que Jane es su futura esposa, la quiere cubrir en lujo, mientras que su
verdadera esposa está escondida como si fuera un secreto vergonzoso y oscuro. El
estado de Bertha es deplorable, mientras que Jane vive en la luz, Bertha vive
en las sombras y, las veces que la vemos fuera de su jaula, es siempre por la
noche. El mismo Rochester las compara, a Jane con un ángel que viene a salvarlo
de Bertha, un detestable ser demoníaco:
«— […] Y esto
es lo que deseaba tener —descansando su mano en mi hombro—, esta jovencita, que
se mantiene tan seria y tranquila en la boca del infierno, observando calmadamente
los juegos de un demonio, la quería a ella como un cambio luego de ese fiero
ragú. ¡Observen la diferencia, Wood y Briggs! Comparen estos ojos claros con
aquellos inyectados en sangre, esta cara con esa máscara, esta silueta con ese
toro […].» Capítulo 26, página 297.
¿¡Es enserio?! ¿¡En serio, Rochester?! ¿Ahora sos la
pobre víctima? Lo habrás sido al principio, pero sos mil veces peor que tu
esposa enferma. Entiendo que lo que
le hicieron a él estuvo horrible (ocultarle que la mujer estaba mentalmente
enferma y que los casaran por la plata), pero ella tampoco tiene la culpa de
ello. De verdad no me genera más que desagrado la manera en que habla de una y
de la otra, son cosas para él, no seres humanos, son cosas, al parecer,
puestas en este mundo tanto para satisfacerlo como para atormentarlo. Dice que
los lugares en los que hospitalizaban a los enfermos eran horribles (no lo
dudo) y no la quería encerrar allí, pero tenerla encerrada en tu ático como si
tuviera una enfermedad contagiosa que intenta esparcir tampoco es la solución,
Grace Poole era su carcelera, no una enfermera para ayudarla y cuidarla.
Con el descubrimiento de su esposa, la confianza que
Jane tenía en Rochester se rompe; ella duda de que él alguna vez la haya amado
y en su lugar cree que todo lo que sintió no fue más que pasión; Jane lo
desconoce. Ella lo ama, claro que lo ama, pero el respeto por sí misma es mucho
más fuerte y pesa más. Entiende que se tiene que ir, por mucho que le duela, porque
ese fuerte amor que siente por él, podría perjudicarla, y quedarse no es una
opción para ella, jamás lo sería, no dada la situación actual.
Esta parte en la que Jane llega a una decisión, en la
que sabe y habla consigo misma, diciéndose que se tiene que ir es bastante
fuerte. Ella sabe que no puede convivir con él y mantenerse alejada, por lo que
sabe lo que debe hacer, y lo va a llevar a cabo cueste lo que cueste, porque su
mente es más fuerte que su cuerpo; por mucho que quisiera ser débil, no lo es.
« […] y la Consciencia se tornó tirana, tomó a la
Pasión de la garganta, le dijo burlonamente que por el momento apenas había
hundido su delicado pie en el cenagal y juró que con ese brazo de hierro la
empujaría hacia impensadas profundidades de agonía.
—Deja que me desgarre —luego exclamé—. ¡Deja que alguien
más me ayude!
—No, debes desgarrarte a ti misma, nadie te
ayudará; debes arrancarte el ojo derecho, tú misma debes cortarte la mano
derecha; tu corazón deberá ser la víctima, y tú el sacerdote que lo
transfigure.» Capítulo 27, página 300.
Es casi cómica la manera en que él repite
constantemente que Bertha no es su esposa, le guste o no, lo es. No hay vuelta. Es una persona, no una cosa horrible, es un
ser humano que necesita ayuda, él lo sabe, todos lo saben, pero la trata como
un monstruo asqueroso. Jane se lo recrimina, recrimina la manera en que él se
refiere a su esposa y la manera que se siente con respecto a ella. A Bertha la
usaron tanto como a él, solo que él tuvo más suerte ya que no fue el que
terminó encerrado en un ático por años. No sé ustedes, pero no creo mucho la
parte en que le dice a Jane que si ella fuera la que estuviera enferma y no
Bertha, igual la amaría y no la trataría como a su actual esposa.
Y después de decir algo como eso, sale con: «¡Jane!
¿Puedes entrar en razón? Porque si no lo haces, usaré la violencia.», página
305 del mismo capítulo. ¿Qué…? Primero que nada: NO. Segundo que nada: NO. Y
tercero: NO. Ya sea violencia hacia ella (tanto física como verbal o cualquier
tipo de violencia que exista), o que se refiera a empezar a romper las cosas a
su alrededor, sigue siendo un NO rotundo. Ni antes, ni ahora, ni nuca. Y para
mejor después lo sigue con: «Pero no estoy molesto, Jane, es que te amo
demasiado […].» Así que eso es amor, ¿en serio? ¿La amás tanto que llegás a la violencia?
¡Hacete ver, el que debería estar encerrado sos vos no tu mujer (perdón, me
dejé llevar por las emociones)! Y encima la acusa de solo estar con él por su
plata y demás. ¿Realmente está tan fuera de sí que no se da cuenta de lo
equivocado de su accionar y proposición? ¿Realmente no le parece importante
haberle mentido y engañado, engatusándola para hacer algo que él sabía bien
ella consideraba equivocado? ¿No la conoce?
«—Jane, ¿entiendes lo que quiero de ti? Solamente
esta promesa: “seré suya, señor Rochester”.
—Señor Rochester, yo no seré suya.
Otro prolongado silencio.
—¡Jane! —continuó con una delicadeza que me
derrumbó del dolor, y me heló con un terror amenazador, ya que esta voz
apacible era el jadeo de un león alzándose—. Jane, ¿te refieres a ir en una
dirección y dejarme ir en otra?
—Así es.
—Jane —se acercó y me abrazó—, ¿de verdad lo crees
ahora?
—Lo hago.
—¿Y ahora? —delicadamente besó mi frente y mejilla.
—Lo hago —me liberé de su agarre rápidamente y
completamente.
—¡Oh, Jane, esto es duro! Esto… esto es cruel. No
sería cruel amarme.
—Pero lo sería obedecerle.
Capítulo 27, página 319.
Rochester la culpa de que al abandonarlo lo estaría
condenando. Pero eso nada tiene que ver con ella, Jane conoce su valor, tiene
su fe y sus propias creencias, esa fe y creencias la acompañaron por años, no
por un hombre que la engañó va a dejarlas de lado (por muy tentada que esté a
hacerlo). Él es dueño de su propia vida y destino, fue injustamente engañado,
pero ella también; de una manera estaba a punto de hacerle a ella lo mismo que
le hicieron a él (diferentes circunstancias y demás, pero el engaño hacia un
camino que creen conocer y en realidad es solo una fantasía, una mentira, está
ahí).
Él sigue sin entender que lo que le impide a ella
quedarse con él no es ninguna ley humana, no es nada externo, sino los
principios en los que ella cree vehementemente, es así como ella siente. Este
libro es del 1800, pero perfectamente podrías ver cosas como estas pasando en
la actualidad (no digo lo de encerrar a tu esposa enferma en el ático, aunque
con las cosas que pasan hoy en día tampoco es imposible que pase, a lo que me
refiero es a relaciones tóxicas donde hay una clara desigualdad de posiciones
entre uno y otro, donde uno se aprovecha del otro). Sin importar el amor que sienta
por él, ella entiende que él no es bueno para ella, no se deja convencer, no se
deja doblegar. Jane dijo: no estoy acá para arreglar a ningún hombre roto;
tengo mi propia vida y mi propio valor, y no viene de él, viene de mí. Así,
que, chau ✌
Hermosas palabras.
«—[…]¿Es preferible llevar a su semejante a la
desesperación que transgredir una simple ley humana, en la que ningún hombre acaba
lastimado por la infracción ya que no tienes ni parientes ni amistades a
quienes temas ofender al vivir conmigo?
Esto era cierto, y mientras él hablaba mi propia
consciencia y razón se volvieron traidores en mi contra, y me acusaron del
crimen de resistirme a él. Ellos hablaban tan alto como Sentimiento, y este
clamaba salvajemente. «¡Oh, cede a ello!», decía. «Piensa en su desgracia;
piensa en el peligro en que se encuentra (mira su estado al dejarlo solo;
recuerda su naturaleza precipitada; considera la imprudencia que le seguirá a
la desesperación), tranquilízalo, sálvalo, ámalo, dile que lo amas y que serás
suya. ¿Quién en todo el mundo se preocupa por ti? ¿Quién será lastimado por tus
acciones?»
Aún inquebrantable fue la respuesta:
«Yo me
preocupo por mí. Cuanto más solitaria, cuanto menos amigos posea, cuanto menos
apoyo reciba, más me respetaré a mí misma. No transgrediré la ley impuesta por
Dios y sancionada por el hombre. Me aferraré a los principios que recibí cuando
todavía era cuerda, y no estaba loca, como ahora. La ley y los principios no
son para los tiempos en que no hay tentación, son para momentos como estos,
cuando cuerpo y alma se alzan en sublevación contra su rigor; son severos,
deben ser inviolables. Si las rompiera para mi conveniencia individual, ¿cuál
sería su valor? Tienen valor, siempre lo creí así; y si no puedo creerlo ahora
es porque estoy loca, completamente loca, con fuego corriendo por mis venas, y
con mi corazón latiendo tan fuerte que no podía contar las pulsaciones.
Opiniones preconcebidas y una determinación inevitable, son todo lo que tengo
donde apoyarme en este momento, ahí es donde me paro firme.»
Capítulo 27, página 320.
Y él procede a tomarla por la fuerza, porque la
violencia siempre es la solución y demuestra cuánto amás a alguien (nótese el
sarcasmo). Ella teme sufrir daño físico, pero está tranquila porque su alma
está intacta.
« […] Él parecía devorarme con su ardiente mirada,
físicamente, me sentí, en el momento, tan indefensa como un rastrojo expuesto a
la sequía y al fulgor de la hoguera; mentalmente, todavía poseía mi alma, y con
ella, la certeza de absoluta seguridad. […] » Capítulo 27, página 321.
A pesar de la amenaza y la violencia, ella no da el
brazo a torcer y se mantiene firme en su agarre. Ya tomó una decisión, y él lo
ve en sus ojos:
«—Nunca —dijo al apretar los dientes—, nunca nada
fue a la vez tan frágil e inquebrantable. ¡Se siente como un simple junco en
mis manos! —y me sacudió con toda su fuerza—. Podría doblarla con mi pulgar,
¿pero qué bien haría si la doblara, si la rompiera, si la aplastara? Contempla
esos ojos, contempla esa cosa determinada, salvaje, libre mirándome a través de
ellos, desafiándome, con algo más que coraje, con firme triunfo. ¡Sin importar
lo que haga con su jaula, no puedo alcanzar esa criatura salvaje y hermosa! Si
destruyera, si desgarrara la pequeña prisión, mi ultraje solo dejaría libre a
la prisionera. Podría ser el conquistador de la casa, pero el recluso escaparía
al paraíso antes de que pudiera llamarme a mí mismo poseedor de su morada hecha
de arcilla. Y es a ti, espíritu, con voluntad propia y energía, y virtud y
pureza, es a ti que quiero, no solamente tu frágil cuerpo. A voluntad propia
podrías venir volando suavemente y anidar en mi corazón; de ser forzada en
contra de tu voluntad, evitarías el agarre como una esencia, te desvanecerías
antes de que pudiera inhalar tu fragancia. ¡Oh, ven, Jane, ven!» Capítulo 27,
página 321.
A pesar de todo, Jane se va sin que nadie la vea,
evitando que trate de detenerla y tentara todavía más a quedarse. Para ella él
sería como un tipo de paraíso momentáneo, no estaría del todo tranquila con su
decisión de quedarse, y, debido a sus creencias, al morir ella no iría al
paraíso, ya que quedarse la convertiría en una pecadora. Es como un tipo de
«sacrificar el cuerpo para salvar el alma», no del todo (aunque sí estuvo al
borde de la muerte por irse con nada más que ella misma), pero algo como eso,
¿no les parece? Al final del capítulo ella expresa como no desearía que el
lector pasara por lo que ella tuvo que pasar: « […] espero que nunca tengas,
como yo, temer ser el instrumento del mal para lo que más amas.»
Cuando Jane recibe la herencia de su tío no duda en
compartirlo con sus primos. Ella solo quiere tener una familia, no le interesa
ser rica (nunca le interesó), es feliz con lo que tiene, y dividirlo entre
todos sus primos en cantidades iguales le parece lo más justo, además de que
siente que de esa manera les estaría devolviendo el favor por salvarla. Nunca
tuvo una familia ni nada que se le pareciera, ahora que la tiene, no quiere
correr el riesgo de perderla. Y me parece un buen gesto que St. John le diga
que lo piense y que no hace falta que lo haga, que no los va a perder por no
compartir la herencia; de todas maneras, y como es muy común en ella, se
mantiene firme y divide la herencia en cantidades iguales.
Las diferencias entre St. John y Rochester son claras
como el agua, pero también tienen otros puntos en común que no se pueden negar;
como las dos caras de una moneda, al igual que Jane y Bertha. En cuanto a lo
físico, todos sabemos que Rochester no es atractivo en lo más mínimo, es de
complexión fuerte, rasgos fuertes, cabello oscuro al igual que sus ojos; y
después está St. John, claramente atractivo, rubio y de ojos claros. Este
último es un manipulador de primera, justo como Rochester, diferentes medios,
mismas intenciones… e iguales resultados, si vamos al caso (ambos la alejan con
su accionar). Ambos se imponen, siempre dando órdenes y el resto siguiéndolos,
son fríos, serios. Los dos llevan a Jane de un lado al otro, diciéndole lo que
debería o no hacer (especialmente St. John), como si supieran lo que es mejor
para ella, como si fuera casi de su propiedad, le dan entre poco y nada de espacio
para que ella decida; y aun así ella decide.
Los dos tienen ideas muy diferentes de la vida, ven las
cosas diferentes. Uno, St. John, es un salvador, misionero, el otro, Rochester,
es un pecador que se dejó llevar por el mal camino que otros lo obligaron a
caminar. Rochester la ama (a su retorcida manera) con todo su ser; St. John no,
para él Jane es un instrumento, sería «conveniente» que se casaran. Rochester
es apasionado (al menos en lo concerniente a ella), a veces sus emociones toman
rienda de su ser, St. John es helado, carece de todo menos de racionalidad
extrema. Uno le ofrece amor y pasión pero sin matrimonio, lo que ante los ojos
de Jane (y la sociedad de la época) es pecado. Frialdad y desamor vienen con el
matrimonio que St. John le ofrece, pero es algo imposible de tolerar para Jane,
ya que para ella estar casados y amarse van de la mano. Jane conoce
perfectamente a Rochester mientras que no termina de entender completamente a
St. John. La manera en que ambos se expresan y actúan, muchas veces da a pensar
que los dos solamente quieren una mujer a la que poseer. Uno la quiere para que
lo «salve» y lo «arregle», el otro la quiere para «salvar» y «arreglar» a
otros. Incluso las casas de ambos son lo opuesto; la de los Rivers es chica,
pintoresca, simple; Thornfield es enorme, gris, lúgubre, sobria pero claramente
vale una fortuna.
Jane se da cuenta de que hace muchas cosas solo para
satisfacer a uno o al otro (ya sea por amor, gratitud o veneración), y que
puede estar haciendo algo que no le agrada (siempre dentro de sus propios
límites). Cuando lo hacía por Rochester no le molestaba porque lo hacía por
amor, ¿pero sin amor? No tiene sentido para ella; y por eso declina al
principio la propuesta de su primo para casarse.
« […] Sentía veneración por St. John, una
veneración tan fuerte que su ímpetu me empujó en el acto al punto del que tanto
había rehuido. Estaba tentada a dejar de luchar contra él, de dejarme llevar
por el torrente de su voluntad hacia el abismo de su existencia, y allí perder
la mía. Estaba siendo casi tan fuertemente atacada por él ahora como lo había
estado una vez en el pasado, en una situación diferente, por otro. Fui una
tonta ambas veces. Haber cedido en ese entonces habría sido cometer un error de
principios, ceder ahora sería un error de juicio […].» Capítulo 35, página 424.
Hay una parte de la novela que me hace acordar a Cumbres
Borrascosas, la parte en que ¿los espíritus? de Rochester y Jane se
comunican, a pesar de estar separados por un gran distancia uno del otro. Durante
todo el desarrollo de la historia se juega en el límite de lo sobrenatural sin
pasar hacia ese lado, hasta que llegamos a este punto, y esa es la única parte
en que lo sobrenatural se manifiesta abiertamente. El momento en que sucede es
justo después de que ella silenciosamente le pida ayuda al Cielo para tomar una
decisión sobre St. John. Ahora ya sabe lo que tiene que hacer: volver para ver
a Rochester.
Vuelve a Thornfield para encontrarla en ruinas (como la
pasada relación entre Rochester y Jane). Bertha era la prisionera del lugar y de
alguna manera logró la libertad al prender fuego Thornfield para después
suicidarse (ojalá no hubiera tenido que llegar a tanto). Con Bertha fuera de la
ecuación, Jane y Rochester pueden volver a estar juntos, lo cual es triste,
ella tuvo que morir para que ellos
dos tuvieran la oportunidad de estar
juntos (y si pensamos en la teoría de ella y Jane siendo dos partes de un
solo ser, una parte de Jane tuvo que morir, ese lado «salvaje» que las mujeres
deben ocultar al resto de la sociedad, para poder estar con él).
Es molesto pero no toma por sorpresa que los rumores se
esparcieran y que dejaran al señor Rochester como el pobre diablo, ahora
inválido con la esposa loca del ático y a Jane como la joven despiadada que lo
engatusó y le rompió el corazón, en vez de verlo a él como lo que es: un hombre
mucho más grande, maduro y experimentado que ejercía una fuerte influencia en
ella ya que ni siquiera se encontraban en la misma situación de poderes (ella
trabajaba para él, dependía de él); y
ella, una joven de apenas 18 años, con cero experiencia del mundo, cero
conexiones, familiares o amigos a los que ir por ayuda; la única que vio esto y
le preocupó fue a la señora Fairfax. Entiendo que eran otros tiempos, pero de
todas maneras no lo hace menos incorrecto.
« […] Cometí un error, habría mancillado mi flor
inocente, infundido culpa en su pureza, el Omnipotente me la arrebató. Yo, en
mi terca rebelión, casi maldije la bendición, en lugar de doblegarme al
decreto, lo definí. La justicia divina siguió su curso; los desastres cayeron
sobre mí con todo su peso, fui forzado a atravesar el valle de la sombra de la
muerte. Sus castigos son todopoderosos; y la herida me ha vuelto humilde por
siempre. Sabes que estaba orgulloso de mi fortaleza, ¿pero de qué me sirve
ahora que debo renunciar a ella para obtener ayuda externa, como un niño lo
hace con su debilidad? Cuando ya era demasiado tarde, Jane, solo… solo cuando
ya era demasiado tarde, empecé a ver y reconocer la mano de Dios en mi ruina.
Comencé a experimentar remordimiento, arrepentimiento; el deseo de
reconciliarme con mi Creador. Comencé, en ocasiones, a rezar, plegarias muy
cortas, pero muy sinceras.» Capítulo 37, página 452 y 453.
(Que conste que me sigue molestando la manera en que se
refiere a ella.) A Rochester le costó la vista, una mano, una esposa muerta,
perder a Jane y Thornfield para volverse humilde y darse cuenta de sus errores.
Ahora ella y él están en igualdad de posiciones, ella tiene su propia fortuna y
no depende de lo que él le pague. Entiendo que ella ya no está en una posición
de desventaja junto a él, pero creo que ya se dieron cuenta de que no los shipeo en lo más mínimo. Preferiría que
no se hubiera quedado ni con Rochester ni con St. John, pero entiendo porque
volvió a su señor Rochester. Él es mejor persona que antes, ella ya tiene un
poco más de experiencia, él no va a volver a manipularla de esa manera.
Para terminar me gustaría hablar de las adaptaciones de
la obra. Quiero aclarar que no las vi todas, voy a hablar únicamente de las últimas
4 que salieron que son las que vi. Sin más preámbulos, acá vamos:
- Serie del 2006 de la BBC. Puntaje: 10/10. Al ser una
miniserie ya no tienen que preocuparse tanto por el tiempo que tienen y les
deja más libertad para explayarse sobre determinados temas. Por lo general las
series de la BBC tienden a ser bastantes files a los libros y esta no es la
excepción. De los personajes no tengo quejas, Jane y Rochester fueron
fantásticos y la señora Fairfax lo hizo genial… aunque está Adele que era más
joven en el libro, pero fuera de eso, nada más. De esta lista su St. John fue
el mejor, aunque, para ser sinceros, la barra no está tan alta tampoco (no
entiendo por qué no dan en el clavo con ese personaje en ninguna adaptación).
- Película de 2011. Puntaje: 9.8. Me sorprendió agradablemente
la manera en que reordenaron algunos eventos (supongo que por razones de
tiempo), ya de entrada empieza diferente y fue un buen cambio de aire para los
que ya conocemos la historia. La química entre los personajes es simplemente
fantástica. Me gustó bastante la interpretación de todos los personajes… a
excepción de St. John (este va a ser un problema recurrente, ¡nadie parece
hacerle justicia!) y las hermanas, borran por completo la parte en que se
revela que son primos, en la película no lo son, eso me descolocó un poco
porque esperaba y esperaba que llegara la revelación y nunca pasó, fue raro. El
aire gótico que tiene la novela lo plasmaron perfectamente en la película y eso
se agradece.
- Película de 1997. Puntaje: 7. Solo es un poco mejor que la
adaptación en último lugar. Cambiaron muchas cosas del libro que son muy
importantes para el desenlace final: ¿¡dónde está la fortuna del tío!? Eso es
clave para que la final estén en posiciones de igualdad, es uno de los puntos
que hacen desaparecer las brechas entre ambos. ¿¡Y qué fue eso de borrar a una
de sus primas y dejar a St. John y Mary como conocidos?! No, no, no. Aj, y cada
vez que Rochester abría la boca tenía que luchar contra el impulso de taparme
los oídos, ¿¡por qué carajos grita tanto?! Pero bueno, al menos es «feo»,
(perdón, no es políticamente correcto, me refiero a que no es «atractivo
físicamente» según los estándares de la sociedad) supongo (no como los actores
de la película del 2011 a los que quieren hacer pasar como no atractivos… nadie
se lo cree, nadie).
- La película de 1996. Puntaje: 6. No me gustó el
guión, no me gustó la manera en que reordenaron los acontecimientos y tampoco
me gustaron sus versiones de los personajes, especialmente Jane, Rochester y
St. John. Este es un perfecto ejemplo de cuando meter mano en una historia
demasiado puede salir terriblemente mal. La química entre los personajes
tampoco fue muy buena.
Y bueno para cerrar, una de mis contestaciones
preferidas de Jane: