Y claro, los celos de la Bingley tienen que
estar presentes, lo que no se da cuenta es que con cada palabra y mal
comentario con respecto a los Bennet se entierra más. Así que, amiga, seguí así
que vas por buen camino… o lo opuesto. Y Darcy cada vez se interesa más por
Lizzy, no se da cuenta que corre tanto peligro como su amigo; ella no lo nota,
porque sus pensamientos no van en esa dirección, pero el lector, como mínimo lo
sospecha. Él, a pesar de su timidez y lo mucho que le cuesta relacionarse con
gente que no conoce, trata de acercarse a ella. Creo que este intercambio entre
Elizabeth y Darcy los describe a la perfección y su relación.
Todo bien pero no me parece que eso sea un
defecto… y, ¿por qué ser precavido implica odiar a todo el mundo? (¿Me puse muy
defensiva al respecto?) Darcy es bueno sacando la basura de su vida, simplemente
limpiar tu entorno de gente tóxica, es inteligente y práctico; si no te sirve,
a otra cosa mariposa, ¿no?
La retirada de las hermanas Bennet de
Netherfield afectó a todos más o menos igual; parece de agrado de todos menos
de Bingley. Jane ya consideraba demasiado seguir en la casa, y las hermanas de
este son tan falsas y tóxicas que, aunque actúen de una manera en su presencia,
sienten que mientras más lejos las tengan mejor (aunque apenas pasen a Jane),
Darcy ya se veía en peligro de que Lizzy le gustara todavía más y Elizabeth ya
estaba podrida de todos menos de Bingley. Claro, esto no es de agrado de la
señora Bennet y aunque su padre se haga el que no le importa, extrañó a sus
hijas mayores.
Collins es desagradable y la señora Bennet
es demasiado la mayor parte del tiempo, pero entiendo que viene desde un lugar de
amor por sus hijas. A ella Collins no le gustaba porque lo veía como un extraño
que venía a quitarle todo a sus hijas; pero si él muestra interés en alguna de
ellas para casarse, entonces es más que bienvenido, ya que eso supondría que
estarían salvadas y no quedarían en la nada luego de la muerte de su esposo.
Ella las quiere casadas por la seguridad de ellas. Si bien la señora Bennet es
muy molesta (todo el tema de querer casarlas a como dé lugar independientemente
de sus sentimientos, ser una chusma bárbara, hablar sin pensar y el dramatismo
de ser hipocondríaca), tiene razón. En esa época ser mujer venía de la mano de
ser esposa. Si no te encontrabas un buen marido, estabas en el horno. Ella solo
quiere lo mejor para sus hijas, lo que en la época significaba casarse con un
hombre que tuviera estabilidad monetaria y social.
«—Siento mucho el
infortunio de sus bellas hijas; pero voy a ser precavido, no quiero adelantarme
y parecer imprudente. Lo que sí puedo asegurar a esas jóvenes, es que he venido
dispuesto a admirarlas. En principio, no diré más, pero quizás, cuando nos conozcamos
mejor…».
Capítulo 13, página 112.
Y como buen baboso después sigue tirando
elogios a diestra y siniestra tratando de pescar algo. Collins es el típico
tipo que dice una cosa y después va y hace otra (seguro más adelante van a
aparecer ejemplos), va para donde la corriente lo lleve y hace lo que los demás
le dicen, y con «demás» me refiero a la vieja bruja (o sea: la Lady Catherine).
Se hace el caballeroso con las hermanas pero está allí para su propio beneficio,
le importa una mierda la situación de sus primas solo ve la manera de sacar
provecho de la situación y quedar como el salvador. Quiero decir: es digno
«caballero» de su época. Ay, dios, y todo su «¿Cumplidos que halagan a las
mujeres», ¡puaj! Y las burlas de los Bennet se le pasa bien sobre la cabeza.
Para mejor, en cuanto mamá adorada interviene y le dice que su hija mayor no
está disponible Collins se da vuelta como una tortilla; bien rápido cambia de
objetivo como si no lo quedara de otra, y más obvio no podía ser.
Y acá es cuando vamos de mal en peor, o, en
otras palabras: de Collins a Wickham. El «encantador» Wickham es un manipulador
de primera, pero, de todas, maneras yo esperaba que Lizzy lo viera. Teniendo en
cuenta lo observadora que es y lo buena que es juzgando carácter, sorprende que
se deje influenciar tan fácil por Wickham, alguien a quien conoce todavía menos
que al mismísimo Darcy. Acá nos damos cuenta de lo grande que pueden ser tanto
su orgullo como su prejuicio, y juntos se potencias de una manera… Su desagrado
por Darcy llega a cegarla en cuanto a Wickham; ella ya se había hecho una
opinión fija sobre Darcy y parecía que cualquier enemigo de él lo tomaba como
un aliado suyo. Wickham con solo hablar un rato con ella vio lo fácil que era
de convencer de algo que ella ya quería creer: Darcy es un hombre desagradable,
orgulloso, egoísta e inclusive malvado.
«—¡Qué extraño! —exclamó
Elizabeth—. ¡Qué espanto! Me sorprende que el propio orgullo del señor Darcy no
le haya impulsado a ser justo con usted. Porque, aunque solo fuese por esa
razón, es demasiado orgulloso para no ser honrado; y falta de honradez es como
debo mencionar a lo que ha hecho con usted.
—Es curioso —respondió
Wickham—, porque casi todas sus acciones has sido guiadas por el orgullo, que
ha sido con frecuencia su mejor consejero. Para él, está más unido a la virtud
que ningún otro sentimiento. Pero ninguno de los dos somos consecuentes; y en
su conducta hacia mí, había impulsos incluso más fuertes que el orgullo.
—¿Es posible que un
orgullo tan abominable como el suyo le haya impulsado en alguna ocasión a hacer
algún bien?».
Capítulo 16, página 140.
Típico de Jane no ponerse ni de un lado ni
del otro y creer lo mejor de todos. Y como ya sabemos, Elizabeth está tan
empecinada en hacer a Darcy el malo de la película que hace rato tiró la racionalidad
por la ventana, Wickham le dio la excusa perfecta para poner a Darcy en este
papel de una vez por todas (además de que él mismo tampoco ayuda mucho a su
situación); y bueno, también es obvio que tiene tremendo flechazo con el recién
llegado, por mucho que trate de ocultarlo y negarlo. Es gracioso que ninguna de
las dos hermanas conoce realmente a ninguno de los dos hombres en cuestión pero
hablan como si lo hicieran.
Es cómico el arrepentimiento instantáneo de
Elizabeth después de preguntarle a su primo si planeaba aceptar ir al baile de
Bingley. Enseguida desconfía que podría ser el objetivo de Collins y por mucho
desagrado que eso le cusa prefiere ignorarlo y lidiar con el futuro problema
cuando sea un problema del presente. Ella se jura ignorar por completo a Darcy
en toda la noche y no se molesta en esconder su mal humor ante Bingley, más
bien trata de denotarlo. Pero entonces ella está muy concentrada quejándose de
su mala suerte con Charlotte cuando Darcy sale de la nada y le pide el próximo
baile y ella acepta… otro momento de arrepentimiento inmediato para Elizabeth.
Entiendo que Charlotte está hablando de
dinero cuando dice que Darcy vale más que Wickham, pero en todos los sentidos
eso es correcto. Hay algo fuera de tema que me descolocó por un rato, pero dijo
que un solo baile duraba media hora, ¡media hora! Cuando decían que los bailes
eran para conocerse no jodían, era en serio. Como sea, la escena entera esa del
baile es pura perfección, esa ida y vuelta entre los dos, con Lizzy presionándolo
y hablando hasta por los codos porque cree que es la mejor manera de molestarlo.
Igual me encanta la respuesta de Darcy al comentario sobre Wickham:
«—El señor Wickham está
dotado de tan gratos modales que ciertamente puede hacer amigos con facilidad. Que sea capaz de conservarlos es menos seguro.»
Capítulo 18, página 156.
Apenas sir William Lucas menciona (muy
fuera de lugar) a Bingley y Jane, Darcy se pone en modo amigo protector. Sus
intenciones son buenas… todo lo demás está mal. De todas maneras, rápidamente
vuelve su atención a Elizabeth, con cada una de las contestaciones sarcásticas
de ella, parece que él se interesa más y más por ella. ¡Elizabeth hasta lo hace
reír! ¡Reír! Es alguien completamente
diferente con Lizzy, pero ella no lo ve todavía, sigue muy cegada por su desagrado
hacia él y sigue deslumbrada por Wickham. ¡Ah!, y el acto final del baile:
«[…]—Recuerdo haberle
oído decir en una ocasión, señor Darcy, que usted raramente perdonaba; que
cuando había fraguado un rencor, era implacable. Supongo, por lo tanto, que
será muy prudente en concebir
resentimientos.
—Lo soy —contestó Darcy
con voz segura.
—¿Y no se deja cegar
alguna vez por los prejuicios?
—Espero que no.
—Los que no varían jamás
de opinión deben asegurarse bien antes de juzgar.
—¿Puedo preguntarle cuál
es el motivo de estas preguntas?
—Conocer su carácter, simplemente —dijo ella,
tratando de esconder su seriedad—. Estoy intentando decifrarlo.
—¿Y a qué conclusiones
ha llegado?
Ella sacudió su cabeza.
—A ninguna. He oído
cosas tan contradictorias de usted que no consigo sacar ninguna.
—Reconozco —respondió él
con seriedad—que las opiniones acerca de mí pueden ser muy variadas; y
desearía, señorita Bennet, que no esbozase mi carácter en este instante, porque
tengo argumentos para temer que el resultado no favorecería a ninguno.
—Es que si no lo hago
ahora, puede que no tenga otra ocasión.
—De ningún modo desearía
impedir cualquier satisfacción suya —respondió él fríamente.»
Capítulo 18, páginas 158 y 160.
La envidiosa N°1 no pierde tiempo y apenas
Lizzy y Darcy se separan después del baile va directo a Elizabeth con malas
intenciones, solo quería molestar y/o romperle el corazón diciéndole lo malo
que realmente es Wickham; pero es la menos indicada para abrirle los ojos. Con
decirle lo malo que es Wickham solo lo deja más alto en ojos de Lizzy, ya que
ella desprecia tanto como a Darcy a la señorita Bingley. Es increíble que Lizzy
diga que los demás no pueden opinar de Wickham porque no lo conocen… ¡cuando
ella misma no lo conoce tampoco! Se jacta de ser tan buena juzgando
personalidades, pero resulta que no es tan buena como creía. Elizabeth Bennet
es tan orgullosa y prejuiciosa como el señor Darcy, es como si compitieran por
el primer lugar (por eso son la #OTP N°1).
Es como si toda la noche se estuviera
preparado para el desastre explosivo como gran cierre. Desde Collins siendo…
bueno, siendo Collins, creyéndose superior y tratando a los Bennet como si
fueran su beneficencia para luego presentarse a Darcy completamente incapaz de
leer las reacciones de este; hasta su madre hablando abiertamente y
estridentemente sobre el casamiento ventajoso
y lo bueno que esto sería tanto para Jane como para el resto de las hermanas en
la cena teniendo a Darcy sentado justo en frente de ellas… ¡para después ser
grosera al referirse a él cuando Lizzy trató que cerrara la boca! Y claro,
después seguimos con Mary cantando y haciendo el ridículo frente a todos tan
analfabeta al leer el ambiente que la rodeaba como Collins; pero claro, papá
viene al rescate, solo que en vez de ayudar la deja más en evidencia frente a
todos. Collins vuelve a hacer el ridículo con Darcy gritando su monólogo, ya
saben, por si Darcy tenía problemas auditivos. Y si a Darcy le quedaba alguna
duda de lo malo que sería el matrimonio para su amigo, con eso se confirmó
todo. La pobre Elizabeth ve todo esto pasar desde los ojos de Darcy, ella ve lo
que él ve y se avergüenza. Ese baile, esa noche sería la que cerrara el pacto
para que Jane y Bingley se casaran, pero les salió el tiro por la culata.
Veo lo que hace Charlotte, sutil, pero ahí
está. Collins la tiene acorralada y atormentada a Lizzy (no muchas cosas
cambian sin importar los años que pasen, ya veo), pero ella tiene a Charlotte
cerca y esta buena amiga se encarga de interceder para salvarla o hacer su
carga un poco más leve. Desafortunadamente Charlotte no puede estar ahí cada
vez que Collins elige poner incómodas a las personas, especialmente a
Elizabeth. Así que en la mañana, y sin desperdiciar tiempo, le pide matrimonio
a Lizzy. Parece difícil de creer, pero es todavía peor que el pedido de
matrimonio de Darcy, al menos para mí. Llegó el momento de preocuparse, ella
trata de escapar pero al final se da cuenta que es mejor sacárselo al pesado de
encima de una vez por todas. No puedo creer que Collins diga que le gusta más
Elizabeth por el hecho de que ella no quería escuchar lo que él tenía que
decirle… ¡no lo dijo! ¿¡Es enserio?!
¿Cuándo un «no me interesa» se convirtió en un «acepto encantada de la vida, mi
señor»? Como si sus razones para ir a visitar a los Bennet no fueran obvias
desde un principio, se atreve a habla de sentimientos… ¿¡De qué sentimientos
habla, señor!? ¡Si cambió de Jane a Elizabeth a Charlotte más rápido que el
tiempo que le llevó a Lizzy creerle a Wickham!
Y acá vamos de nuevo con su complejo de
salvador. Está ahí para salvar a Elizabeth y sus hermanas de la perdición, o lo
que sea; él no desconfía por un segundo que ella lo vaya a rechazar (como
alguien que conocemos bien), ¡porque no tiene razones para hacerlo! Él es tan
genial y superior que sería ridículo que lo rechazara. Él no le está
preguntando si acepta su mano en matrimonio, le está contando cómo va a ser su
vida después de unirse en matrimonio. Me parece gracioso, y con gracioso me
refiero desagradable, lo que le dice la vieja bruja de Bourgh a Collins:
«Señor Collins, tiene
usted que casarse. Un clérigo como usted debe casarse. Elija bien, elija una
mujer de buena familia por mi bien; y
por el suyo, procure que sea una
persona activa y útil, sin pretensiones pero capaz de sacar buen partido a
ingresos modestos. Este es mi consejo. Busque una mujer así cuanto antes,
tráigala a Hunsford, y la visitaré.»
Capítulo 19, página 180.
¡Señora! Es profesional metiéndose en los
asuntos ajenos, eso seguro, la N°1 (che, como que hay muchos número 1 en
distintos, campos). Pero al tema en cuestión: Collins no entendiendo un «no»
por lo que es: un «no». Entiendo la actitud de Elizabeth de ser educada con él
aunque siga siendo un pesado desconsiderado, si sos mujer, seguro pasaste por
algo parecido en tu vida. Yo ya habría perdido la paciencia con él desde el
primer momento en que abrió la boca, seguro no sería tan considerada.
«—Después de lo que acabo
de decir —exclamó Elizabeth— me parecen inexplicables sus esperanzas. Le
aseguro que no soy una de esas jóvenes, si es que existen, tan osadas que
arriesgarían su felicidad al azar de que las soliciten una segunda vez. Procedo
con la mayor seriedad en mi rechazo. Usted no podría hacerme feliz, y estoy convencida de que soy la última mujer en el
mundo que podría hacerlo feliz. Es más, si su amiga lady Catherine me
conociera, me da la sensación que concluiría que soy, en todos los aspectos, la
menos adecuada para usted.»
Capítulo 19, página 182.
Después de decirle que no se quiere casar
con él, después de repetirle que no está interesada en él, Collins sigue
insistiendo. Y eso (aparte de muchas otras cosas), son lo que lo diferencian de
Darcy, al menos lo que diferencian sus proposiciones desastrosas. Pero claro,
sabemos muy bien que Darcy es un hombre orgulloso, así que no solo el respeto
por Elizabeth lo hicieron retroceder, sino que su orgullo también podría haber
provocado que no insistiera; pero digo, Collins no tiene orgullo, no tiene
vergüenza ni sentido común, no tiene capacidad de leer el ambiente, no tiene
absolutamente nada además de idiotez y estabilidad económica.
«—Cuando tenga el honor
de hablarle nuevamente de este tema, espero conseguir contestación más positiva
que la que me ha dado ahora; aunque estoy lejos de creer que es usted cruel
conmigo, pues ya sé que es la costumbre incorregible de las mujeres rechazar a
los hombres la primera vez que se declaran, y puede que me haya dicho todo esto
solo para hacer más profunda mi petición como corresponde a la auténtica
delicadeza del carácter femenino.
—Realmente, señor
Collins —exclamó Elizabeth con vehemencia— me confunde usted en demasía. Si
todo lo que he dicho hasta ahora lo interpreta como un estímulo, no sé de qué
modo expresarle mi rechazo para que se convenza definitivamente.
—Debe permitir que
presuma, mi querida prima, que su rechazo a mi propuesta ha sido solo de
boquilla. Mis razones para pensar así son: no creo que mi mano sea indigna de
su aceptación ni que la posición que le ofrezco deje de ser altamente
atractiva. Mi posición social, mis conexiones con la familia De Bourgh, y mi
parentesco con usted son grandes circunstancias a mi favor; y debería
considerar que, a pesar de muchos atractivos, no es seguro que alguna vez
reciba otra propuesta de matrimonio. Su fortuna es, por desgracia, tan escasa
que, con toda probabilidad, anulará los efectos de su encanto y buenas
cualidades. Así pues, como debo concluir que usted no es sincera en su rechazo,
debo elegir atribuirlo a su deseo por acrecentar mi amor con el suspenso, de
acuerdo con la práctica acostumbrada por las mujeres distinguidas.
—Le aseguro, señor, que
nunca he pretendido hacer ostentación de semejante clase de elegancia que
consiste en atormentar a un hombre respetable. Preferiría que me hiciese el
cumplido de creerme sincera. Le agradezco una y mil veces el honor que me ha
hecho con su proposición, pero me es imposible aceptarla. Mis sentimientos, en
cada aspecto, me lo impiden. ¿Se puede hablar más llanamente? No me considere
como una mujer elegante que pretende atormentarlo, sino como un ser racional
que dice la verdad de corazón.
—¡Es
siempre encantadora! —exclamó él con un aire de torpe galantería—, y estoy
firmemente convencido que mi proposición será aceptada cuando sea sancionada
por la autoridad de sus excelentes padres.»
Capítulo 19, páginas 182 y 184.
¿Y esa es la reacción y accionar de un caballero? Ignorar los deseos de quien
dice amar, no aceptar un «no» por respuesta, tirándola abajo para ponerse en un
lugar superior donde él sería su salvador y confiar en que los padres decidan
por ella si se sigue negando. Encantador.
Entiendo el accionar de la madre… o más
bien sus razones por querer casarla con el cabeza de chorlito, pero solo hasta
cierto punto. En cuanto la señora Bennet menciona que Lizzy es terca el Collins
ya como que empieza a durar: él necesita a alguien que pueda manejar a su
antojo (o crea poder manejar, porque un boludo como ese complicado que logre
manipular a nadie, ¡por suerte!) y Elizabeth no es ese tipo de persona, no es ese
tipo de mujer. Y bueno, el señor Bennet es un genio, sus contestaciones y sentido
del humor son geniales. Los dos se preocupan por sus hijas, solo que desde
diferentes perspectivas: la señora Bennet, como mujer (que además carecía de
recursos y conexiones), sabía la importancia de casarse con alguien que le
conviniera en cuanto a situación económica, el amor no tiene lugar; por otro
lado, el señor Bennet, siendo hombre, nunca tuvo que preocuparse por su
situación (o no demasiado ya que su posición era buena, o mediocre, pero no
mala) entiende lo importante que es el amor en un matrimonio (porque sabe lo
detestable que es este sin amor). Si bien hay respeto en el matrimonio de
ellos, no hay amor y dado que viene desde diferentes lugares, piensan diferente
al respecto.
Poco a poco vamos viendo como Charlotte se
va acercando discretamente a Collins, y todo lo que puedo decir al respecto es:
¡vamos, chica, conseguite esos billetes! Y lo digo sinceramente. Pero dejemos eso
en pausa de momento y pasemos a otro drama más grande: Bingley se va y la arpía
de su hermana le manda la carta a
Jane.
«—Así es, Jane; debes
creerme. Nadie que los haya visto juntos puede dudar de su afecto hacia ti. La
señorita Bingley tampoco lo duda, no es tan necia. De haber visto la mitad del
afecto en los ojos del señor Darcy hacia ella, ya habría ordenado su vestido de
novia. Pero el caso es el siguiente: no somos lo suficientemente ricas ni lo
suficientemente distinguidas para ellos; y si está tan ansiosa de ver a su
hermano casado con la señorita Darcy, se debe a que si ese matrimonio se lleva
a cabo, a ella le resultará mucho más fácil pescar al señor Darcy; en lo que
hay cierto nivel de ingenuidad, y me atrevo a decir que lo lograría si la
señorita De Bourgh no estuviera en el camino. Pero, mi querida Jane, no puedes
realmente creer que porque la señorita Bingley te diga que su hermano admira
mucho a la señorita Darcy, sea él en menor grado sensible a tus méritos que cuando se despidió de ti
el jueves, ni que está en el poder de su hermana persuadirlo de que, en lugar
de estar enamorado de ti, esté en su lugar muy enamorado de su amiga.
—Si nuestra opinión
sobre la señorita Bingley fuese idéntica —contestó Jane—, tal vez tu
explicación al respecto me sosegaría. Pero me consta que eres injusta con ella.
Caroline es incapaz de engañar a nadie; y todo lo que puedo esperar de este
asunto es que se esté engañando a ella misma.»
Capítulo 21, página 200.
Elizabeth viendo a través de las máscaras y
Jane siendo molestamente inocente (*pone los ojos en blanco*). Sacando de pausa
el tema de Charlotte y Collins: no sorprende, después de captar las pistas y
cómo piensa Charlotte respecto al matrimonio, que ella aceptara su mano. Jamás
se podría juzgar o culpar a Charlotte por aceptar: pensó no solo en ella, sino
que en su familia y sus hermanas menores; cumplió con su deber, además de que
ella nunca buscó amor en el matrimonio, solo estabilidad, y consiguió lo que
buscaba (y aunque los padres calculando la muerte del señor Bennet para que su
hija se quede con la casa es un tanto grosero… es la realidad, pero de todas
maneras… amigos, eh).
«[…]Las hermanas menores abrigaron
esperanzas de ser presentadas en sociedad
un año o dos antes de lo que lo habrían hecho de no ser por la circunstancia
actual; y los muchachos se vieron libres del temor de que Charlotte se quedase
soltera. La propia Charlotte estaba tranquila. Había ganado su partida y tenía
tiempo para disfrutarlo. Sus reflexiones eran en general optimistas.
Ciertamente Collins no era ni inteligente ni agradable; su compañía era
molesta, y su cariño por ella debía de ser imaginario. Pero, de todas maneras,
él sería su esposo. A pesar de que Charlotte no poseía gran opinión de los
hombres ni el matrimonio, casarse siempre había sido su objetivo; era la única
colocación para honrosa para una joven bien educada con escasa fortuna, y
aunque no se pudiese asegurar que fuese una fuente de felicidad, siempre sería
el más feliz recurso contra la necesidad. Este recurso era lo que acababa de
conseguir, ya que a los veintisiete años de edad, sin haber sido nunca bonita,
era una verdadera suerte para ella. Lo menos placentero de todo era la sorpresa
que se llevaría Elizabeth Bennet, cuya amistad valoraba más que la de cualquier
otra persona. […]»
Capítulo 22, página 206.
Mamá Bennet solo se acuerda de Mary cuando se
da cuenta de que podían utilizarla a su favor para casarla con Collins, y de
las hermanas, sí veo que sería la más compatible con él, pero por suerte para
ella se libró de semejante castigo. Elizabeth es demasiado dura con su amiga,
si ya sabía que pensaban muy diferente al matrimonio no tiene nada que
sorprenderse. Siento decirlo, Lizzy, pero no se trata de vos. ¿No les pasa que
les da tristeza y miedo que tu vida dependiera del casamiento? Con casarte o
podías hundirte y al resto de tu familia, o salvarla, en especial a tus
hermanas menores; ¡qué horror que tu felicidad, estabilidad y futuro dependiera
de un hombre de esa manera! Me gusta lo que dice Jane al respecto (aunque en
cuanto a la última parte de su discurso estoy con Elizabeth… hasta cierto
punto, claro está):
«—Querida Lizzy, no debes
tener esos sentimientos. Arruinarán tu felicidad. No tienes en consideración
las diferentes circunstancias y la forma de ser de las personas. Ten en cuenta
la respetabilidad del señor Collins y el carácter firme y prudente de
Charlotte. Recuerda que ella pertenece a una familia numerosa y en lo que se
refiere a la fortuna, él es un muy buen partido; y decídete a creer, por el
bien de todos, que ella pueda sentir cierto afecto y estima por nuestro primo.
—Por darte el gusto
intentaría creer casi cualquier cosa, pero nadie más se beneficiaría con ello,
porque si sospechase que Charlotte siente algún tipo de interés por el señor
Collins, tendría peor opinión de su inteligencia de la que ahora tengo de su
corazón. Querida Jane, el señor Collins es un hombre orgulloso, pedante,
grosero y necio; lo sabes tan bien como yo; y como yo también debes saber que
la mujer que se case con él no puede estar perfectamente cuerda. No debes
defenderla aunque sea Charlotte Lucas. Por una persona en concreto no debes
trastocar el significado de principio y de integridad, ni intentar convencerte
a ti misma o a mí, de que el egoísmo es prudencia o que la insensibilidad ante
el peligro es un seguro de felicidad.»
Capítulo 24, página 224.
Hasta el señor Bennet juzga a Charlotte por
su elección de marido (fácil para él, nació hombre, ni siquiera considera otra
perspectiva tan simple como la supervivencia); y quiero decir, Collins es
incasable, al menos hoy en día, pero en aquella época poco importaba la persona
y sí el dinero y posición social; y Charlotte se consiguió un hombre fácil de
manejar, boludo y en buena situación social y económica. Tomó una decisión con
la cabeza no el corazón, pero es mujer, de una manera u otra la van a juzgar
por sus decisiones; cuando no es demasiado sentimental es demasiado racional.
Es tan gracioso como triste que las madres tomen los casamientos de sus hijas
como una competencia entre ellas, la que consiga que sus hijas se casen primero,
gana.
La importancia de las apariencias queda
perfectamente al descubierto en cuanto Darcy se va y Wickham empieza a largar
mentiras por todo el pueblo. Darcy era frío, poco sociable, no era abierto, ni
de hablar o sonreír con desconocidos, pero Wickham parece ser exactamente lo
opuesto, encantador, sociable, simpático, ¿qué razones tienen para desconfiar
de él si es tan simpático? Bueno, esa es la primera razón: es demasiado
simpático y «abierto». ¿Quién digno de confianza larga toda esa historia sobre
ser una pobre víctima a gente que ni siquiera conoce? Su máscara es tan fácil
de ver, pero todos están muy ocupados odiando a Darcy como para ver nada más,
justo como Elizabeth.
Si bien es cierto que Lizzy no toma en
serio este enamoramiento pasajero con Wickham, porque sabe que no es más que
eso y una unión entre ambos sería irresponsable, sabe que de realmente
enamorarse de él (cosa que duda que pase), no va a ser capaz de alejarse de él;
todo lo que puede prometerse a sí misma y a su tía es ser precavida y no dar un
paso sin pensar antes. Curioso como Elizabeth no tiene problema para entender a
Wickham y sus razones para casarse, o no hacerlo (y, más adelante, hasta al
coronel Fitzwilliam), pero no logra entender a Charlotte; aunque entiendo que
la decepcionó que alguien que le importaba tanto, su mejor amiga, eligiera
casarse con semejante excusa de ser humano.
Y finalmente llegó el horrible momento de
conocer a la bendita Lady Catherine de Bourgh. Ya su actitud de superioridad
molesta, pero peor es cuando empieza hablar. Como es de esperar y bien sabemos
ya, nuestra protagonista no es de las que se dejan pisotear.
«—[…] ¿Ha sido presentada
en sociedad alguna de sus hermanas menores, señorita Bennet?
—Sí, señora, todas.
—¡Todas! ¡Cómo! ¿Las
cinco a la vez? ¡Qué raro! Y usted es solo la segunda. ¡Las menores presentadas
en sociedad antes de casarse las mayores! Sus hermanas menores deben ser muy
jóvenes…
—Sí, la menor todavía no
tiene dieciséis años. Quizá ella sea
demasiado joven para haber sido presentada en sociedad. Pero lo cierto, señora,
es que opino que sería muy injusto que las hermanas menores no puedan disfrutar
de la sociedad y sus atractivos porque las mayores carecen de recursos o deseos
de contraer matrimonio pronto. La última de las hijas posee tanto derecho a los
placeres de la juventud como la primera. ¡Y ser retenidas por un motivo como ese! No creo que sería lo más justo para
fomentar el cariño fraternal y la delicadeza de pensamientos.
—A fe mía —exclamó Su
Señoría—, para ser usted tan joven da sus opiniones de modo muy seguro. Dígame,
¿qué edad tiene?
—Con tres hermanas
menores ya crecidas —contestó Elizabeth con una sonrisa—, Su Señoría no puede
esperar que lo confiese.»
Capítulo 29, página 272.
Elizabeth ya tuvo su buena dosis de
vergüenza por su familia, ahora le toca a Darcy sufrir por ello gracias a Su
Señoría. ¡Qué mujer tan grosera! Como sea, los intentos de Darcy de acercarse a
Lizzy disimuladamente son adorables. Cada vez que él trata de acercarse o
abrirse a ella, ella le sale con una de sus contestaciones.
No les digo, todas sus sonrisas las tiene
reservadas para Lizzy. Todas sus idas y vueltas son fascinantes. Todos ven que
hay algo pasando entre ellos, todos menos Lizzy, ¡llegados a un punto hasta
Darcy lo ve!
«—Dígame, por favor, de
qué se le acusa —exclamó el coronel Fitzwilliam—. Me gustaría saber cuál es su
conducta entre extraños.
—Se lo diré, pero
prepárese para algo horrible. Ha de saber que la primera vez que le conocí fue
en un baile, y en ese baile, ¿cómo cree usted que se comportó? Pues no bailó
más que cuatro piezas, a pesar de escasear los caballeros, y más de una dama se
quedó sentada por falta de pareja. Señor Darcy, no puede decir que no.
—No tenía el honor de
conocer a ninguna de las damas que habían venido, a no ser que las que lo
hicieron conmigo.
—Cierto, y en un baile
nunca hay posibilidad de ser presentado… Bueno, coronel Fitzwilliam, ¿qué toco
ahora? Mis dedos están aguardando sus órdenes.
—Quizá me habría juzgado
mejor —añadió Darcy— si hubiese rogado que me presentaran. Pero no sirvo para
hacerlo a desconocidos.
—Vamos a preguntarle a
su primo por qué se comporta así —dijo Elizabeth sin dirigirse más que al
coronel Fitzwilliam—. ¿Le preguntamos cómo es posible que un hombre de talento
y bien educado, que ha vivido en el gran mundo, no sirva para complacer a
extraños?
—Puedo responder yo
mismo a esta pregunta —replicó Fitzwilliam— sin interrogar a Darcy. Eso es
porque no quiere tomarse el trabajo.
—Reconozco —dijo Darcy— que
no poseo la gracia que otros tienen de conversar fácilmente con las personas
que nunca he visto. No puedo hacerme a esas conversaciones y fingir que me
intereso por sus cosas como ocurre normalmente.
—Mis dedos —repuso
Elizabeth— no se desenvuelven sobre este instrumento del modo magistral con que
he visto hacerlo a los de otras mujeres; no tienen la misma fuerza ni la misma
agilidad, y no pueden producir idéntico efecto. Pero siempre he pensado que era
culpa mía, por no haberme querido tomar el trabajo de practicar. No porque mis dedos no sean aptos, como los de
cualquier otra mujer, para tocar con soltura.
Darcy sonrió y le dijo:
—Tiene usted toda la
razón. Ha utilizado el tiempo mucho mejor. Nadie que tenga el privilegio de
escucharla podrá ponerle peros. Ninguno de nosotros interpreta ante extraños.»
Capítulo 31, páginas 286 y
288.
Todos reaccionamos a diferentes
circunstancias de diferentes maneras, es la belleza de la diversidad, todos
somos diferentes. Reaccionar o actuar como se espera no te hace mejor o peor,
va en la personalidad de cada uno y no está bueno querer cambiar y amoldar las
personalidades a un mismo molde. ¡Eso sería horrible! Simple opinión.
Entonces Darcy llega sin avisar pensando
que había alguien más en la casa, pero solo encuentra a Lizzy. Con cada cosa
que él dice pretende observarla, observar sus reacciones y lo que realmente
piensa y cómo se siente respecto a los temas que tratan. Lizzy no capta una,
naturalmente, solo piensa en él como el desagradable de siempre y todos sus
comentarios los relaciona con Bingley y Jane.
«Darcy aproximó un poco
más su asiento al de Elizabeth y dijo:
—No tiene usted obligación de mostrarse tan
apegada a su residencia. No siempre debió de vivir en Longbourn.
Elizabeth pareció
perpleja, y el caballero cambió de actitud. Volvió a colocar su silla donde
estaba, tomó un diario de la mesa y mirándola por encima, preguntó con frialdad:
—¿Le gusta a usted
Kent?»
Capítulo 32, página 294.
Ja, Darcy tratando de ser discreto… Los
personajes no lo ven (cosa que es entendible porque sus acciones se contradicen
todo el tiempo), pero él trata de acortar la distancia entre ambos. Es gracioso
porque él va, le hace las preguntas que considera necesarias y se va (bueno, se
va cuando llegan Charlotte y su hermana, pero como que ya tenía lo que
necesitaba), tan rápido como llegó, se fue; cortito y al pie. Creo que
Charlotte es la capitana del barco, ¿no les parece?
«—¿Qué significa esto?
—preguntó Charlotte en cuanto se marchó—. Mi querida Eliza, él debe estar
enamorado de ti, pues si no, nunca habría venido a vernos con esta franqueza.»
Capítulo 32, página 294.
Pero las esperanzas de Charlotte por ello
se tambalean cuando no puede deducir las acciones y actitudes de Darcy hacia su
amiga. Él la observa, eso seguro, pero no logra descifrar de qué manera la
observa, parece demasiado serio y carente de calidez para ser afecto. Pero
bueno, aunque prefiere a Darcy para su amiga, si no puede ser él, su primo no
está nada mal. ¡Esas son amigas!, ¿no? Como sea, podríamos tener dudas como
lectores hasta entonces, pero una vez él comienza a encontrarla en sus paseos,
se digna a acompañarla y a hablar (por muy poco que sea, es todo un logro para
él), ya está todo dicho: él está interesado. No hay más vueltas al asunto.
La
escena en que Elizabeth se encuentra con Fitzwilliam y hablan de ellos dos sin realmente hablar de ellos, ya saben, es
interesante. Y entonces la verdad sale a la luz: Darcy es el culpable no solo del
corazón roto de su hermana mayor, sino que es culpable de arruinar un buen
futuro para ella. Como si Elizabeth necesitara otra razón para detestarlo. Y
justo cuando Elizabeth lo detesta más que nunca y cuando tiene los sentimientos
a flor de piel, él vuelve a aparecer de sorpresa, pero esta vez para proponerle
matrimonio. Hay malos momentos y después está esta atrocidad.
No empezó mal… pero debería haber terminado
ahí, porque si ella con eso ya le iba a contestar que no, con lo que siguió se
catapultó.
«El pasmo de Elizabeth
fue inenarrable. Se quedó mirándolo fijamente, sonrojada, indecisa y en
silencio. Él lo interpretó como un signo favorable y continuó manifestándole
todo lo que sentía por ella desde hacía tiempo. Se explicaba bien, pero no solo
de su amor tenía que referirse, y no fue más expresivo en el tema de la ternura
que en el del orgullo. La inferioridad de Elizabeth, la humillación que
significaba para él, los obstáculos de familia que el buen juicio le había
hecho anteponer siempre a la estimación. Hablaba de estas cosas con un ardor
que reflejaba todo lo que le herían, pero todo ello no era lo más favorable
para apoyar su petición.»
Capítulo 34, página 308.
¿Señor, se siente bien? ¿Siquiera se
escuchó? Porque de haberlo hecho y razonado hubiera pedido disculpas y
desaparecido de su vista. Digo, siempre es un excelente movimiento decirle que
la amás justo antes de decirle que la creés inferior a vos y estar con ella
sería humillante. ¡Es lo que toda chica quiere escuchar! Es como Collins, se
creen que le están haciendo un favor al casarse con ella; quiero decir, ellos
están en mejores condiciones económicas y sociales que Elizabeth, ¡claro que
ella va a aceptar sin pensarlo dos veces! (-_-) La contestación de Lizzy es
perfectamente la bajada a realidad que necesita Darcy.
«—En estos casos creo que
se acostumbra a expresar cierto agradecimiento por los sentimientos expresados,
aunque no puedan ser igualmente correspondidos. Es natural que se sienta esta
obligación, y si yo pudiera sentir
algún sentimiento de gratitud, se lo agradecería. Pero no puedo; nunca he
ambicionado su consideración, y usted me la ha concedido muy en contra de su
voluntad. Siento haber hecho daño a alguien. Sin embargo no lo he hecho a
propósito y espero que ese daño dure poco tiempo. Los mismos sentimientos que,
según dice, le impidieron darme a conocer sus intenciones durante tanto tiempo,
vencerán sin problemas ese sufrimiento.»
Capítulo 34, página 310.
¡Y se da el lujo de enojarse con su
contestación! Realmente necesitaba a Lizzy para bajarlo a la realidad.
«—También podría yo
preguntar —replicó Elizabeth— por qué con tan claras intenciones de ofenderme y
de insultarme me dice que le gusto en contra de su voluntad, contra su buen
juicio y hasta contra su carácter. ¿No es ésta una excusa para mi falta de
amabilidad, si es que en realidad la he
cometido? Pero tengo otras razones. Usted sabe que las tengo. Aunque mis sentimientos
no hubiesen sido contrarios a los suyos, aunque hubiese sido indiferentes o
incluso favorables, ¿cree usted que habría algo que pudiese tentarme a aceptar
al hombre que ha sido el culpable de arruinar, quizás para siempre, la
felicidad de mi más querida hermana?»
Capítulo 34, página 312.
Realmente le sobran excusas a Elizabeth
para pensar mal de él y él solo sigue empeorando su caso. Y todavía Darcy se da
el lujo de no demostrar ni una gota de remordimiento y en lugar mirarla con una
sonrisa de incredulidad (algo sexy… ¡pero ese no es el caso! No me refería a
esto cuando decía que tenía sus sonrisas guardadas para ella) para responder
con tranquilidad:
«—No tengo intenciones de
negar que hice todo en mi poder para separar a mi amigo de su hermana, ni que
me alegro del resultado. He sido más considerado con él que conmigo mismo.»
Capítulo 34, página 312.
Sin. Vergüenza. ¡A dónde lleva el orgullo!
El mismísimo Darcy comete el mismo crimen que todos cometen contra él. Él no es
bueno expresándose, mucho menos expresando sus sentimientos, Jane tampoco es de
mostrar sus sentimientos, es precavida, como Darcy; irónico. ¿Nunca se le pasó
eso por la cabeza? ¿Nunca se le ocurrió que capaz no fuera el único en la faz
de la tierra que oculta sus sentimientos? Toda esa aparente calma de Darcy se
desmorona cuando Elizabeth menciona a Wickham. Es como si los malos entendidos,
las cosas que sí entendieron bien del otro, los prejuicios y el orgullo, todo
explota en esta escena. Mentiras y verdades colisionan entre sí, al igual que
el orgullo y el prejuicio (tuve que). Los dos tienen la razón hasta cierto
punto y los dos están equivocados hasta cierto punto.
«—¡Y esa —gritó Darcy
mientras se paseaba como un poseso por el cuarto— es su opinión sobre mí! ¡Ese
es el aprecio en que me tiene! Le doy las gracias por habérmelo explicado tan
francamente. Mis faltas, según sus cálculos, son grandísimas. Pero puede
—añadió deteniéndose y encarándose con ella— que esas ofensas hubiesen sido
pasadas por alto si no hubiese herido su orgullo con mi sincera confesión de
los reparos que durante largo tiempo me impidieron tomar una resolución. Me
habría ahorrado estas amargas acusaciones si hubiese sido más experto y le
hubiese escondido mi lucha, ensalzándola al hacerle creer que había dado este
paso impulsado por la razón, por la reflexión, por una incondicional y pura
inclinación, por lo que sea. Pero me asquea todo tipo de engaño y no me
reprocho de los sentimientos que he revelado, eran naturales y justos. ¿Podría
esperar que me agradara la inferioridad de sus conexiones, que me felicitase
por la perspectiva de tener unos parientes cuya condición en la vida es tan
inferior a la mía?
La cólera de Elizabeth
crecía a cada momento; aun así intentó con todas sus fuerzas expresarse con
tranquilidad cuando dijo:
—Se equivoca usted,
señor Darcy, si supone que lo que me ha herido es su manera de declararse; si
se figura que me habría evitado el mal rato de rechazarlo si se hubiera
comportado como un caballero.
Elizabeth se dio cuenta
de que estaba a punto de interrumpirla, pero pasó por alto y continuó:
—Usted no habría podido
ofrecerme su mano de ninguna forma que me hubiese tentado a aceptarla.»
Capítulo
34, página 314.
Compiten por quién dice las palabras más
hirientes. No quiero sonar infantil, ¡pero Darcy empezó! Y Elizabeth claramente
lo terminó.
¡Cuánta intensidad! Y tan repentinamente
como empezó, terminó. Después de eso Darcy vuelve a ser un hombre de pocas
palabras cuando le entrega tan rápido como puede la carta a Elizabeth antes de
irse al próximo segundo. Esa carta deja todavía más confundida a Elizabeth, esta
es otra nueva faceta de Darcy que ella descubre.
Elizabeth reconoce que la postura de Darcy en
cuanto a su familia es acertada, ella reconoce y siente vergüenza por ellos,
ella ve lo que él ve y entiende su punto. Obviamente él se equivocó en cuanto a
los sentimientos de su hermana, y no debió interponerse entre ellos, pero lo
hizo porque creía que protegía a su amigo de un amor unilateral (y lo salvaba
de una familia de locos, eso también pesa) y entiende de dónde viene, entiende
que alguien que no conociera a Jane, entendería que ella no está interesada. Bingley
conocía a Jane mejor que Darcy y creía que había algo entre los dos, pero se
dejó convencer fácilmente por su amigo, en quién más confiaba para tomar
decisiones importantes; personalmente creo que Darcy tiene tanta culpa como
Bingley, él sabía bien cómo era Jane, pero bue. Ahora, la historia de Wickham
sí que le da vuelta la realidad. Le cuesta creer, le cuesta entender, pero una
vez lo hace, se da cuenta de lo equivocada que estaba en cuanto a ambos; se da
cuenta que se dejó llevar por los prejuicios y ve lo grande que es su orgullo.
Es completamente entendible el desagrado de Darcy hacia Wickham ya que quiso
aprovecharse de su hermana menor, ¡hasta actuó muy civilizado! Y además se tuvo
que bancar verlo en todos lados y ver que todos lo adoraban cuando solo era una
máscara y él conocía al verdadero Wickham.
«Llegó a avergonzarse de
sí misma. No podía pensar en Darcy ni en Wickham sin reconocer que no había
sido objetiva sino absurda, que había estado ciega y llena de prejuicios.
“¡De qué modo tan
desvergonzado he obrado –pensó–, yo que me vanagloriaba de mi sagacidad! ¡Yo
que me en enorgullecido de mi talento, que he despreciado el generoso candor de
mi hermana y he halagado mi orgullo con recelos inútiles o censurables! ¡Qué
deshonroso es todo esto, pero cómo merezco esta humillación! Si hubiese estado
enamorada de Wickham, no habría actuado con tan penosa ceguera. Pero el orgullo,
y no el amor, ha sido mi locura. Complacida con la preferencia del uno y
ofendida con el desprecio del otro, me he echado desde el principio en brazos
de la presunción y de la ignorancia, huyendo de la razón en cuanto se trataba
de cualquiera de los dos. Hasta hoy no me conocía a mí misma.”»
Capítulo
36, página 338.
Pero a pesar de que la carta cambió muchas
cosas de lugar en su interior y Lizzy empieza a entender a Darcy, no la hizo
amarlo en un abrir y cerrar de ojos y un matrimonio sin amor no es una opción
para ella. Sí se sentía culpable y sentía vergüenza por la manera en que lo
había tratado, pero hasta ahí. Él fue grosero y le faltó el respeto, una cosa
no quita la otra.
Uno de los problemas que llevan al desastre
de Lydia y Wickham escapándose juntos es que Elizabeth sabía quién era él en
realidad y no se lo dijo a su padre, sabía que él no era bueno; pero, primero:
no era su secreto para contar,
segundo: ella daba por sentado que él no se interesaría jamás en ninguna de las
Bennet por su falta de fortuna, nunca creyó que sus hermanas, específicamente
Lydia, estuvieran en peligro por ello. Y siguiendo la lógica de que él solo
seguía la plata tiene razón. Tampoco le cuenta a Jane que Darcy fue el que la
separó de Bingley porque, ¿qué bien haría eso ahora? De todas maneras, me
parece que al menos esto tendría que
haberle contado.
Y entonces llega el temido viaje de la
menor Bennet. Uno está ahí, leyendo como todo se va al carajo. El padre no se
importa, la madre es una boluda, de Lydia solo tengo cosas negativas que decir,
así que prosigamos, y Elizabeth y Jane tiene 0 control sobre la situación. Creí
que el padre era sensato, creí que no le
gustaba cómo funcionaba la sociedad, y para eso tiene que entender cómo funciona. ¿Cómo NO puede
ver cómo el comportamiento de una de
las hermanas afecta al resto? Las mujeres en especial eran vigiladas bajo lupa,
un error y estaban condenadas (cosa que queda clara más adelante); de la madre
esperar que entienda algo es una pérdida de tiempo, pero al menos él debería
verlo… pero claro, es hombre, ¿qué va a entender de los peligros de estar del
lado equivocado de la sociedad?
«—Si supieras —replicó
Elizabeth— de los grandes daños que nos puede acarrear a todos lo que diga la
gente del proceder alocado e indiscreto de Lydia, y los que ya nos ha
acarreado, estoy segura de que pensarías de manera muy diferente.
—¡Que ya nos ha
acarreado! —exclamó el señor Bennet—. ¿Ha hecho huir a alguno de tus
pretendientes? ¡Pobre Lizzy! Pero no te desplomes. Esos jóvenes tan delicados
que no pueden soportar tales tonterías no valen la pena. Ven, dime cuáles son
los refinados galanes a quienes ha echado atrás la locura de Lydia.
—No me entiendes. No me
quejo de eso. No denuncio peligros concretos, sino generales. Nuestro prestigio
y nuestra respetabilidad ante la gente serán perjudicados por la extrema
ligereza, el desdén y la locura de Lydia. Perdona, pero tengo que hablarte sin
tapujo. Si tú, querido padre, no quieres tomarte la molestia de reprimir su
desenfreno, de enseñarle que no debe consagrar su vida a sus actuales
pasatiempos, dentro de poco será demasiado tarde para que se corrija. Su
carácter se afirmará y a los dieciséis años será una coqueta incorregible que
no solo se pondrá en ridículo a sí misma, sino a toda su familia; coqueta,
además, en el peor y más ínfimo grado de coquetería, sin más atractivo que su
juventud y sus regulares prendas físicas; ignorante y de cabeza vacía, incapaz
de reparar en lo más mínimo el desprecio general que provocará su afán de ser
admirada. Kitty se encuentra en el mismo peligro, porque irá a donde Lydia
quiera; vana, ignorante, perezosa y absolutamente incontrolada. Padre, ¿puedes
creer que no las criticarán y las despreciarán en dondequiera que vayan, y que
no envolverán en su desgracia a las demás hermanas?»
Capítulo
41, página 375.
Y todo lo que Lizzy tiene como respuesta es
que él espera que su viajecito le muestre a Lydia su propia insignificancia.
Sería lo ideal, claro, pero, de nuevo: demasiado arriesgado; no solo para
Lydia, que ES DEMASIADO JOVEN Y MALCRIADA
PARA ENTENDER NADA, sino, también, para el resto de las hermanas. Una de las
mejores cualidades de Elizabeth es que no se preocupa por posibles futuros
problemas, si tiene la oportunidad de impedirlos, lo intenta, pero si falla
(como es el caso), se consuela en saber que hizo lo que tenía que hacer y lo
intentó.
Wickham no tiene vergüenza, eso ya lo
sabemos muy bien y después queda todavía más claro. Pero este último
intercambio de palabras entre Lizzy y él cuando mencionan a Darcy es una
genialidad:
«—Sus modales son muy
diferentes a los de su primo.
—Sí, en efecto. Pero
creo que el señor Darcy impresiona más favorablemente a medida que se lo conoce
mejor.
—¡Ciertamente! —exclamó
Wickham con una mirada que Elizabeth no pasó por alto—. ¿Y por favor, podría
preguntarle…? —pero, reprimiéndose, continuó en tono más alegre—: Esa mejora, ¿se
refiere acaso a su trato? ¿Se ha dignado portarse más cortésmente que de
costumbre? Porque no puedo creer —continuó en voz más baja y seria— que haya
mejorado en lo fundamental.
—¡Oh, no! En lo
fundamental continúa siendo el de siempre.
Wickham no sabía si
alegrarse con sus palabras o desconfiar de su contenido. Había algo en el
rostro de Elizabeth que le hizo escuchar con ansiosa atención y recelo lo que
la joven dijo a continuación:
—Al decir que gana con
el trato, no quiero dar a entender que su modo de ser o sus maneras hayan
mejorado, sino que, al conocerle mejor, más fácilmente se comprende su forma de
actuar.»
Capítulo 41, páginas 378 y
380.
Ja, él sabe que ella sabe. Ya no tiene
compañera con la que hablar pestes de Darcy, va a tener que buscarse otra.
No soy ninguna psicóloga ni mucho menos,
pero la razón por la que las hermanas Bennet son tan románticas puede ser
porque ven en sus padres un matrimonio carente de amor. Se quieren hasta cierto
grado, pero no hay amor y es obvio para todas. Entiendo que la señora Bennet
sea perfecta para burlarse justo como Collins, quiero decir, está ahí, no podés
no hacerlo, pero el señor Bennet como
su esposo debería al menos respetarla, en vez de ser el primero en burlarse de
ella, debería ser el primero en defenderla. Lizzy es práctica, cierto, pero
ella ve lo que un matrimonio sin amor hace y no quiere eso para ella, por eso
solo se va a casar por amor.
Jane
Austen tiene estos sutiles momentos en los que hace que el narrador omnisciente
le hable al lector, uno de mis preferidos y el más marcado, me parece, es este:
«No es el objetivo de esta obra el
de dar una descripción del condado de Derbyshire, ni de ninguno de los
renombrados lugares que atravesaron: Oxford, Blenheim, Warwick, Kenelworth,
Birmingham y todos los demás, son conocidos por todos. No vamos a mencionar más
que a una pequeña parte de Derbyshire. […]»
Capítulo 42, página 388.
Entonces llegan a la casita de Darcy y Lizzy está tipo: no es que me arrepienta, pero…
¡carajos qué lugar! Lizzy somos todos, sinceramente. Todos los que realmente
conocen a Darcy hablan bien de él, y Lizzy recién ahora empieza a darse cuenta
de eso. No soy una persona romántica, en absoluto, ¡pero estos dos! ¡Cuando se
ven repentinamente en Pemberley y se ponen todos nerviosos y se sonrojan apenas
se ven! Es adorable.
Él como que apenas la ve se tira sin pensar
en ir a encontrarla, entonces se acuerda que ella lo mandó a la mierda y las
cosas terminaron horribles entre los dos. Pero, por otro lado, el mínimo de
respeto dice que al menos tiene que ir a saludarlos. Y para peor, él todavía la
ama… pero ella lo rechazó. Pobre, todo eso pasándole por la cabeza sin aviso y
de un segundo al otro.
Y, bueno, gente, frente a nosotros tenemos
a un hombre cambiado… o al menos un hombre que trata de caerle mejor a la mujer
de quien está enamorado. Él quiere mejorar su simpatía por ella, él mejora por
ella, intenta ser más civilizado y no grosero. Y eso hace que ella naturalmente
se pregunte:
«¿Por qué está tan
cambiado? ¿A qué se debe? No puede ser por mí,
no puede ser por mí causa que sus
modales se hayan moderado tanto. Mis reproches en Hunsford no pueden haber
efectuado una transformación de este calibre. Es imposible que todavía me ame.»
Capítulo 43, página 408.
Emm, sí, querida Lizzy, esa es exactamente
la razón. ¡Y encima le pide presentarla a su hermana quien la quiere conocer!
Lo que significa que le estuvo hablando de ella. ¿Todavía tenés dudas, Lizzy?
Porque a los tíos no les queda duda alguna de que él la ama, ahora, no están
muy seguros de como ella se siente… ni ella lo sabe. Nunca creí que Elizabeth
podría ponerse tan nerviosa. Es el efecto Darcy, supongo.
«Los señores Gardiner
acogieron a Bingley con el mismo aprecio que Elizabeth. Hacía tiempo que tenían
ganas de conocerlo. A decir verdad, todos les presentes les inspiraban la más
calurosa curiosidad. Las sospechas que acababan de generar sobre Darcy y su
sobrina les llevaron a concentrar su atención en ellos examinándolos con lupa,
aunque con disimulo, y muy pronto se dieron cuenta de que al menos uno de ellos
estaba muy enamorado. Los sentimientos de Elizabeth eran algo confusos, pero
era evidente que Darcy rebosaba de cariño por ella, a todas luces.
Elizabeth, por su parte,
tenía mucho que descubrir. Debía adivinar los sentimientos de cada uno de sus
interlocutores y al mismo tiempo tenía que frenar los suyos y hacerse simpática
a todos. Bien es verdad que lo último, que era lo que más miedo le daba, era lo
que con más seguridad podía conseguir, pues los interesados estaban ya muy
inclinados en su favor. Bingley estaba listo, Georgiana lo anhelaba y Darcy
estaba determinado a ello.»
Capítulo 44, página 418.
Lizzy descubre que lo que la gente decía de
Georgiana no era cierto. ¿Por qué la gente tan fácilmente confundía (y confunde)
timidez con arrogancia? Son claramente
diferentes, lo único que tenés que hacer es prestar el mínimo de atención y
razonar, y no demasiado, debería agregar. La hermana de Darcy es extremadamente
tímida y tan torpe socialmente como su hermano mayor, bueno, hasta es peor que
él, ¡quién iba a decirlo!
«[…] No lo odiaba, eso no; el odio se había esfumado
hacía mucho y durante casi todo ese tiempo se había avergonzado de haber
sentido contra aquella persona una aversión que pudiera recibir ese nombre. El
respeto debido a sus valiosas cualidades, aunque admitido primero contra su
voluntad, había contribuido a que cesara la beligerancia de sus sentimientos y
éstos habían evolucionado hasta convertirse en afectuosos ante la importante
prueba en su favor que había oído y ante la buena disposición que él mismo
había mostrado el día anterior. Pero por encima de todo eso, por encima del
respeto y la estima, sentía Elizabeth otro impulso de benevolencia hacia Darcy
que no podía olvidarse. Era gratitud; gratitud no solo por haberla amado, sino
por amarla todavía lo suficiente para olvidar toda la altanería y mordacidad de
su despecho y todas las injustas acusaciones que lo acompañaron. Él, que debía
considerarla –así lo suponía Elizabeth– como a su mayor enemiga, al encontrarla
casualmente parecía deseoso de conservar su amistad, y sin ninguna demostración
de hostilidad ni afectación en su trato, en un asunto que solo a los dos
competía, solicitaba la buena opinión de sus amigos y se decidía a presentarle
a su hermana. Este cambio en un hombre tan orgulloso no solo tenía que inspirar
perplejidad, sino también gratitud, pues había que atribuirlo al amor, a un
amor apasionado. Pero, aunque esta impresión era alentadora y muy contraria al
desagrado, no podía definirla con exactitud. Lo respetaba, lo estimaba, estaba
agradecida con él y deseaba vivamente que fuese feliz. No necesitaba más que
saber hasta qué punto deseaba que aquella felicidad dependiera de ella, y hasta
qué punto redundaría en la felicidad de ambos que utilizase el poder que imaginaba
poseer todavía de persuadirle a renovar su proposición.»
Capítulo 44, páginas 424
y 426.
Es una lástima que las hermanas de Bingley
vuelvan a aparecer, pero al menos Caroline tuvo lo que buscaba: un comentario
de Darcy en cuanto a Elizabeth… lástima que no era lo que quería escuchar. A
veces los juegos de arpía no salen bien, ¡quién iba a decir!
«—Recuerdo que la primera
vez que la vimos en Hertfordshire nos extrañó que tuviese fama de guapa; y
recuerdo sobre todo que una noche en que habían cenado en Netherfield, usted
dijo: “¡Si ella es una belleza, su madre es un genio!”. Pero después pareció
que le iba gustando y creo que la llegó a considerar guapa en algún tiempo.
—Sí —replicó Darcy, sin
poder contenerse más—, pero eso fue cuando empecé a conocerla, porque hace ya
muchos meses que la tengo por una de las mujeres más hermosas que he visto.
Dicho esto, se fue y la
señorita Bingley se quedó muy satisfecha de haberle obligado a revelar lo que
solo a ella le dolía.»
Capítulo
45, página 434.
El comentario fuera de lugar de Darcy
(aunque gracioso, hay que aceptarlo) sobre Lizzy y su madre. Es como Lizzy
diciendo que jamás bailaría con él y jamás le caería bien… sigan así ustedes
dos.
Lydia es víctima de su educación… o más
bien, la falta de ella. Su madre solo colaboró para hacer peor su personalidad
y su padre la ignoró por completo. Lydia es egoísta, vanidosa, ingenua, enamorada
del amor, no tiene muchas luces y es impulsiva, es joven y no tiene idea de
nada, pero actúa como si lo supiera todo; ya saben, típico adolescente. Sus
padres tenían el deber de educarla y
hacerle ver su situación y la realidad. Con sus acciones Lydia no solo se
afecta a ella misma, sino al resto de sus hermanas. Y lo peor de todo, ella
nunca aprende la lección, todos resuelven todo para ella, bueno, Darcy lo hace;
y aunque es una suerte que lo hiciera; nadie hizo entrar a razón a Lydia, sigue
tan egoísta e ignorante como siempre. Es un caso perdido, y perdón, mi simpatía
va a hasta ahí no más, no me cae bien, para nada, su futuro es horrible y
carente de amor o calidez, puede no aprender de sus errores, pero sí paga por
ellos. Ya sabemos que Wickham es un oportunista manipulador que se aprovecha de
muchachas jóvenes, de él no sorprende nada a estas alturas.
Lizzy siente todo destruirse: un buen
futuro, un posible futuro con Darcy, las posibilidades de matrimonio. Eso vale
tanto para ella como para sus hermanas, y el dolor de la realidad la hace
quebrarse frente a Darcy. Ella no es de las que muestran su dolor, y el último
al que querría mostrárselo sería a Darcy, ella siente como que tocó fondo y él
está siendo testigo de eso; como si él hubiera tenido razón todo el tiempo
sobre su familia y la acción de Lydia lo estuviera probando. Él siente que no
está ayudando en nada estando ahí y sabe que lo último que ella quiere es que él
la vea así, por lo que decide marcharse. Me encantaría saber qué pasaba por la
cabeza de Darcy en esos momentos. ¿Ya sabía que trataría de resolver la
situación? ¿Todavía no se había decidido? ¿Estaba sorprendido y apenado por lo
que esto significaba para Lizzy y su posible futuro juntos? ¿Solo se preocupaba
por el bienestar de ella? ¡Ojalá existiera una novela desde la perspectiva de
él! Una oficial, al menos.
¡Y el descaro de la madre! ¡El descaro! No
la cuidó cuando tenía que hacerlo, ¿qué la hace delirar y hacerla creer que
podría protegerla en esa situación? Wickham es el verdadero culpable de todo,
pero los padres no hicieron lo que tenían que hacer. Pero claro, hasta la más
inteligente de las jóvenes podría caer bajo los encantos del manipulador doble
cara del Wickham, ni que hablar Lydia.
«—Aunque sea una
desgracia para Lydia, para nosotras puede ser una lección provechosa: la
pérdida de la virtud en una mujer es irreparable, un solo paso en falso lleva
en sí la ruina final; su reputación no es menos débil que su hermosura, y nunca
será lo bastante precavida en su conducta hacia las indignidades del otro
sexo.»
Capítulo 47, página 462.
Si los dobles estándares son fuertes hoy en
día antes era mil veces peores. Entiendo el punto de Mary y esa era una
realidad para las mujeres de la época, pero no es el momento, Mary, a nadie
ayuda eso ahora. Además, no solo está condenada tu hermana menor, sino vos
también, no te olvides de ese detalle. Perdón, pero tengo expresarlo como lo
tengo en mis anotaciones: ¡Collins, ese condescendiente infumable que nadie
llamó! Metido a no dar más, desagradable como nadie. «La muerte de su hija
habría sido una bendición comparada con esto.» ¿Es en serio, Collins? ¿¡En
serio!? Solo mete las narices para regodearse de las desgracias ajenas y
aliviarse de no haberse casado con ninguna de las hermanas Bennet. Y ni qué
hablar de la dramática hipocondríaca que decía que tenía miedo de que su esposo
se peleara con Wickham y muriera, dejándolos en la ruina, ahora se queja de que
vuelve a la casa sin su hija malcriada y sin pelear con Wickham. Son realmente
imposibles de soportar, inaguantables. Decí que al menos el padre reacciona y
entiende que ignorar la educación de sus hijas menores no es la manera, ahora
se va a poner «severo» con las dos más jóvenes, especialmente con Kitty.
El desastre se arregla de puro culo y a la
madre le preocupa que su hija no tenga vestido para el casamiento… ¡de pedo se
casaron, agradezca y cierre el pico! Entiendo que el papel de Jane es de ser la
ingenua niña bondadosa que solo piensa bien de todo el mundo porque cree que
todo el mundo es bueno, ¡aunque estén siendo crueles frente a sus ojos!; da
ganas de decirle: Jane, querida, cerrá la boca y abrí los ojos, ya cansás.
Elizabeth ve que ahora resuelta la situación de Lydia su situación no mejora
mucho, ahora más que nunca una relación entre ella y Darcy es imposible; no hay
manera que sabiendo lo que él sabe quiera unirse a su familia, si antes estaba
reacio a ello, ahora es simplemente imposible, y Lizzy lo entiende desde su
perspectiva.
Esta es la última vez que voy a mencionar a
Lydia y Wickham. Dos indeseables. Una ignorante egoísta, el otro manipulador
oportunista. Se merecen el uno al otro. ¡El rostro para volver de la manera en
que lo hicieron! Como si no hubieran hecho nada malo, como si todo estuviera
perfectamente bien. Wickham cree a Elizabeth tan idiota como Lydia y su madre,
ella sabe la basura que es él en realidad, ¿¡cómo se atreve?! ¡Y todo a costas
de Darcy, sin vergüenza desagradable! Wickham es el tipo de villano que amás
odiar.
Y pasando a mejores temas, es momento de
que otras verdades salgan a la luz: Darcy todopoderoso nuestro salvador
silencioso. Después tenemos a la tía shipeando a Darcy y Elizabeth como
ninguna. Ya los da por casados y todo. ¿Alguien sabe su nombre de shipeo?
«Te rugo me dispenses si
he sido muy presuntuosa, o por lo menos no me castigues hasta el punto de
excluirme de Pemberley. No seré feliz del todo hasta que no haya dado la vuelta
entera del parque. Un faetón bajo con un par de jacas sería lo ideal.»
Capítulo 53 página 520.
Como ya especifiqué antes, no voy a hablar
de cierto indeseable, solo me voy a concentrar en Lizzy. Las respuestas
pasivas-agresivas de Elizabeth son perfección. Las sutilezas son lo suyo tanto
como las respuestas perfectas a comentarios fuera de lugar.
«Se levantó de su asiento
y salió de su meditación al notar que alguien e aproximaba; y antes de que
pudiera alcanzar otra vereda, Wickham la abordó.
—Temo interrumpir su
solitario paseo, apreciada hermana —le dijo colocándose a su lado.
—Así es, en efecto
—replicó con una sonrisa—, pero no quiere decir que la interrupción me
incomode.
—Sentiría hacerlo.
Nosotros hemos sido siempre buenos amigos. Y ahora somos algo más.
—Cierto. ¿Y los demás
han salido?
—No lo sé. La señora
Bennet y Lydia se han marchado en coche a Meryton. Me han dicho tus tíos,
querida hermana, que has estado en Pemberley.
Elizabeth respondió
afirmativamente.
—Te envidio ese placer,
y si me fuera posible pasaría por allí de camino a Newcastle. Supongo que
verías a la anciana ama de llaves. ¡Pobre señora Reynolds! ¡Cuánto me quería!
Pero me figuro que no mencionaría mi nombre delante de ustedes.
—Sí lo hizo.
—¿Y qué dijo?
—Que habías entrado en
el ejército y que andabas por malos caminos. Ya sabes que a tanta distancia las
cosas se exageran.
—Claro —contestó él
mordiéndose el labio.
Elizabeth creyó haberlo
callado, pero Wickham pronto dijo:
—Me sorprendió ver a
Darcy el mes pasado en la capital. Nos encontramos varias veces. Me gustaría
saber qué estaba haciendo en Londres.
—Puede que preparase su
matrimonio con la señorita de Bourgh —dijo Elizabeth—. Debe de ser algo
insólito para que esté en Londres en esta época del año.
—Desde luego. ¿Lo viste
cuando estuviste en Lambton? Creo que los Gardiner me dijeron que sí.
—En efecto; nos presentó
a su hermana.
—¿Y te agradó?
—Muchísimo.
—Es verdad que he oído
decir que en estos dos últimos años ha mejorado extraordinariamente. La última
vez que la vi no prometía mucho. Me alegro de que te gustase. Espero que le
vaya bien.
—Le irá bien. Ha pasado
ya la edad más comprometida.
—¿Pasaste por el pueblo
de Kimpton?
—No me acuerdo.
—Te lo digo, porque esa
es la rectoría de la que debía haber sido titular. ¡Es un lugar precioso! ¡Y
qué casa parroquial tan magnífica tiene! Me habría convenido desde todos los
puntos de vista.
—¿Te habría gustado
hacer sermones?
—Muchísimo. Lo habría
tomado como una parte de mis obligaciones y pronto no me habría costado ningún
trabajo. No puedo quejarme, pero no hay duda de que eso habría sido lo mejor
para mí. La quietud y el retiro de semejante vida habrían colmado todos mis
deseos. ¡Pero no pudo ser! ¿Oíste a Darcy mencionar ese tema cuando estuviste
en Kent?
—Supe de fuentes dignas de crédito que la parroquia se te
legó solo eventualmente y a la voluntad del actual señor de Pemberley.
—¿Eso te ha dicho? Sí,
algo de eso había; así te lo conté la primera vez, ¿te acuerdas?
—También oí decir que
hubo un tiempo en el que componer sermones no te parecía tan a gusto como
ahora, que entonces confesaste tu intención de no ordenarte jamás, y que el
asunto se zanjó de acuerdo contigo.
—Sí, es cierto. Debes
recordar lo que te dije acerca de eso cuando hablamos d ello la primera vez.
Estaba ya casi a la
puerta de la casa, pues Elizabeth había seguido paseando para sacárselo de
encima. Por consideración a su hermana no quiso provocarlo y solo le manifestó
con una sonrisa:
—Vamos, Wickham, somos
hermanos. No discutamos por el pasado. Espero que de ahora en adelante no
tengamos de qué discutir.
Le
dio la mano y él se la besó con afectuosa gentileza, aunque no sabía qué cara
poner, y entraron a la casa.»
Capítulo 52, páginas 522,524 y 526.
Los recién casados al fin se van y las
noticias de que Bingley vuelve alteran a todos. Pero no a Jane, ah, no, ella
está serena y nada de eso le afecta en absoluto… solo digo que a veces cuando
tratamos de aclarar solo oscurecemos. Entonces llega Bingley con Darcy y las
hermanas están nerviosas por ellas mismas y por la otra. Encima de todo ser
súper incómodo para ellas, su madre, para no faltar a su costumbre, es re babosa
con Bingley y recontra irrespetuosa con Darcy. Darcy fue allí por dos motivos:
para ayudar a su amigo en esa situación incómoda, y segunda, Elizabeth, obviamente; él todavía está enamorado de
ella pero no quiere presionarla a nada, por eso mantiene su distancia. Ya
sabemos que el fuerte de Darcy no son las palabras, él demuestra su interés por
ella al permanecer cerca cuando ella se acerca, además que ella está más
retraída que de costumbre. Pero claro, desde afuera es fácil ver todo esto,
pobre Lizzy no entiende nada. Ahora, lo que no se le escapa a Lizzy son las
miradas de él hacia ella. ¡Y hasta que al fin pasa! ¡Jane y Bingley
comprometidos! Ahora solo quedan los otros dos prejuiciosos orgullosos.
Restarle importancia a sus sufrimientos es
típico de Elizabeth. Pero tampoco vayamos tan lejos, Lizzy, da miedo de solo
pensar en otro Collins. Pero como lo bueno dura poco, la vieja bruja tiene que
hacer acto de presencia.
Hay gente irrespetuosa y después está esta
mujer; es otro nuevo nivel allá arriba (o abajo) que nadie nunca alcanzó. No
estará acostumbrada a que le respondan de esa manera, pero a ese tipo de
tratamiento está acostumbrada, ya que trata como el culo al resto del mundo… y
Lizzy que no está siendo grosera,
simplemente no se deja pisotear. Por muy fuera de lugar que estén los
comentarios de Lady Catherine, las respuestas de Lizzy valen la pena tener que
aguantarla. Hay gente paciente y después está Elizabeth Bennet… con altura la
puso en su lugar.
«—Sí, lo he oído
comentar; pero, ¿qué tiene que ver eso conmigo? Si no hubiera otro obstáculo
para que yo me casara con su sobrino, tenga por seguro que no dejaría de
efectuarse nuestra boda por suponer que su madre y su tía deseaban que se
casara con la señorita de Bourgh. Ustedes dos hicieron lo que pudieron con
proyectar ese matrimonio, pero su realización depende de otros. Si el señor
Darcy no se siente ligado a su prima ni por el honor ni por la inclinación,
¿por qué no podría elegir a otra? Y si soy yo la elegida, ¿por qué no habría de
aceptarlo?
—Porque se lo impiden el
honor, la decencia, la prudencia e incluso el interés. Sí, señorita Bennet, el
interés; porque no espere usted ser reconocida por la familia o los amigos de
Darcy si obra usted con tozudez contra la voluntad de todos. Será usted
censurada, desairada y despreciada por todas las relaciones de Darcy. Su enlace
será un desastre; sus nombres no serán jamás pronunciados por ninguno de
nosotros.
—Graves desgracias so
ésas —replicó Elizabeth—. Pero la esposa del señor Darcy gozará, seguramente,
de tal felicidad que podrá, a pesar de todo, sentirse muy satisfecha.
—¡Ah, criatura
empecinada y obstinada! ¡Me da usted bochorno! ¿Es esa su gratitud por mis
atenciones en la pasada primavera? Sentémonos. a de saber usted, señorita
Bennet, que he venido aquí con la firme resolución de conseguir mi objetivo. No
me daré por vencida. No estoy acostumbrada a someterme a los caprichos de
nadie; no estoy hecha a pasar amarguras.
—Esto puede que haga más
penosa la situación actual de Su Señoría, pero a mí no me incumbe.»
Capítulo 56,
página 568.
Es una genia. Pero acá viene el gran
problema de la época y el gran problema de los Bennet. Tienen plata, no
demasiada, pero no son pobres; ahora, sí son pobres de conexiones, o sea: no se
relacionan con muchas personas importantes, sus familiares más cercanos no son
personas importantes. El padre no tiene conexiones porque no le interesa;
ahora, está el detalle de que su madre era de un escalafón más abajo que el de
ellas: ella se casó con un caballero y escaló socialmente, pero ella misma no
viene con conexiones con las que contribuir a la familia. Espero haberme
explicado bien, porque esto es lo que como que tira abajo a las hermanas. La
pobreza de la familia no es monetaria
(bueno, están bien pero no súper bien. Digo, si los comparamos con Darcy,
Bingley o Lady Catherine hay bastante diferencia monetaria, naturalmente), sino
en cuanto a relaciones.
«—¡No quiero que me
interrumpa! Escuche usted sin rechistar. Mi hija y mi sobrino han sido hechos
el uno para el otro. Por línea materna descienden de la misma ilustre rama, y
por la paterna, de familias respetables, honorables y antiguas, aunque sin
título. La fortuna de ambos lados es magnífica. Están destinados el uno para el
otro por el voto de todos los miembros de sus casas respectivas; y ¿qué puede
separarlos? Las intempestivas pretensiones de una muchacha de humilde linaje y
sin fortuna. ¿Cómo puede admitirse? ¡Pero no sucederá! Si velara por su propio
bien, no querría salir de la estirpe en que ha nacido.
—Al casarme con su
sobrino no creería salirme de mi estirpe. Él es un caballero y yo soy la hija
de otro caballero; por consiguiente, somos iguales.
—Así es; usted es hija de
un caballero. Pero, ¿quién es su madre? ¿Quiénes son sus tíos y tías? ¿Cree
usted que no conozco su condición?
—Cualesquiera
sean mis parientes, si su sobrino no tiene nada que objetar de ellos, menos
tiene que decir usted —repuso Elizabeth.»
Capítulo 56, página 570.
Y Lizzy no se deja intimidar. ¿Cómo no
adorarla? Pero lo que sigue siempre me da cosita por ella; aunque sepa que todo
termina bien, le dolió la intromisión de la vieja bruja.
Esa señora realmente necesitaba que alguien le dijese que «no», al menos una vez en la vida. Malcriada y
caprichosa hasta de vieja. Tan horrorizada está que dice una de las líneas que
más se me quedó grabada en la cabeza:
“Heaven and earth! —of what are you thinking? Are the shades of Pemberley to be thus
polluted?” // «¡Por todos los
santos! ¿Qué se cree usted? ¿han de profanarse así las
sombras de Pemberley?».
Hasta lo escucho clarito, solo que con la voz de la
Lady Catherine de la película del 2005.
Y con eso la bruja se va ofendida y
horrorizada. Como para Darcy no hacerse esperanzas. Es un misterio de cómo la
vieja desconfió que eso podría estar pasando entre Lizzy y Darcy. Hay muchas
teorías, algunos creen que se pudo haber enterado por Collins ya que los Lucas
podrían haberle mandado una carta especulado como buenos chismosos que Bingley
y Darcy rondaban a las Bennet y el Collins lengua larga podría haber hablado
más de la cuenta. También hay quienes especulan que podría ser la señorita
Bingley que por celos fue tan lejos como para visitar a Lady Catherine y
avisarle lo que pasaba, pero lo dudo mucho, esa teoría es la que menos sentido
tiene. Y claro, está la otra teoría de que podría haber sido la mismísima Charlotte
que desconfiaba que había algo entre los dos, esta teoría se divide en dos: los
que creen que traicionó a Elizabeth y le contó a la vieja para que los separara
(supuestamente por la forma en que Lizzy reaccionó a su casamiento con su
primo, o que siempre estuvo celosa de ella); o que lo hizo para darle un
empujón a su amiga hacia Darcy, para que los dos activaran de una vez porque
conociendo a su amiga sabía que no se dejaría pisotear por la vieja bruja. ¿Qué
piensan ustedes? Acá les dejo un link a un video que habla de esto, está en
inglés y no tiene subtítulos, pero si les interesa y saben inglés, los invito a
verlo.
Y entonces el burro metido de Collins manda
la carta y el señor Bennet se burla del contenido de la carta, se burla de
Collins y para peor se burla de lo ridícula de la idea de Lizzy y Darcy estando
juntos. Justo cuando ella está convencida que Darcy no quiere nada con ella.
Esa situación para ella es literalmente: me río para no llorar. Pero entonces
Darcy aparece y tienen la oportunidad de estar solos y hablar sobre todo,
empezando por encontrar a su hermana menor y al indeseable y pagarle para que
se casaran.
¡AL FIN! Estoy tratando de no poner toda la
escena, pero hay partes que no puedo simplemente pasarlas por alto. La parte en
que se dan cuenta que tienen que agradecer la falta de sentido común y respeto
a Lady Catherine por la revelación mutua de sus sentimientos en increíble (la
voy a poner en inglés también porque me encanta la manera en que él lo dice,
además me hace acordar a la película y me lo imagino con la voz del actor).
«—Gracias a eso concebí
esperanzas que antes apenas había osado a formular. Conocía de sobra el
carácter de usted para saber que si hubiese estado absoluta e irrevocablemente
decidida contra mí, se lo habría descubierto a Lady Catherine con toda claridad
y franqueza.
Elizabeth se sonrojó y
se rió, respondiendo:
—Sí, conocía usted de
sobra mi franqueza para creerme capaz de eso.
Después de haberle rechazado tan detestablemente cara a cara, no podía tener
reparos en decirle lo mismo a todos sus parientes.
—¿Qué me dijo que no
mereciera? A pesar de que sus acusaciones eran infundadas, mi proceder con
usted en aquél tiempo sirvió como la más severa prueba de ello. Mi proceder fue
imperdonable, me da escalofríos pensar en ello.
—No vamos a discutir
quién estuvo peor aquella tarde —dijo Elizabeth—. Mirándolo bien, los dos
tuvimos nuestras culpas. Pero me parece que los os hemos ganado en modales
desde entonces.
—Yo no puedo
reconciliarme conmigo mismo de manera tan simple. E, recuerdo de lo que le dije
e hice en aquella ocasión es y será por mucho tiempo muy penoso recuerdo para
mí. No puedo olvidar su frase tan acertada: “Si se hubiese portado usted más
caballerosamente.” Esas fueron sus palabras. No sabe, no puede imaginarse
cuánto me han hecho sufrir, aunque confieso que tardé en ser lo bastante
juicioso para reconocer la verdad que encerraban.»
Capítulo 58, páginas 586 y 588.
“It taught me to hope,” said he, “as I had scarcely ever allowed myself
to hope before. I knew enough of your disposition to be certain that, had you
been absolutely, irrevocably decided against me, you would have acknowledged it
to Lady Catherine, frankly and openly.”
Elizabeth coloured and laugh as she replied, “Yes, you know enough of my
frankness to believe me capable of that.
After abusing you so abominably to your face, I could have no scruple in
abusing you to all your relations.”
“What did you say of me, that I did not deserve? For, though your
accusations were ill-founded, formed on mistaken premises, my behaviour to you
at the time had merited the severest reproof. It was unpardonable. I cannot think
of it without abhorrence.”
“We will not quarrel for the greater share of blame annexed to that
evening,” said Elizabeth. “The conduct of neither, if strictly examined, will
be irreproachable; but since then, we have both, I hope, improved in civility.”
“I cannot be so easily reconciled to myself. The recollection of what I
then said, of my conduct, my manners, my expressions during the whole of it, is
now, and has been many months inexpressibly painful to me. Your reproof, so
well applied, I shall never forget: ‘had you behaved in a more gentlemanlike
manner.’ Those were your words. You know not, you can scarcely conceive, how
they have tortured me; —though it was some time, I confess, before I was
reasonable enough to allow their justice.”
Páginas 587 y
589.
Bueno, a ver si puedo resumir porque se
está haciendo largo. Y entonces sale el tema del cambio de actitud y
comportamiento de él cuando se encuentran por casualidad en su humilde morada.
«—Me propuse —contestó Darcy—
demostrarle, con mi mayor amabilidad, que no era tan despreciable como para
estar dolido de lo pasado, y esperaba lograr su perdón y moderar el mal
concepto en que me tenía probándole que no había menospreciado sus reproches.
Me es difícil decirle cuánto tardaron en mezclarse a estos otros deseos, pero
creo que fue a la media hora de haberla visto.»
Capítulo 58, página 592.
Simplemente adorable. Hay muchas personas
que deberían tomar nota, un no es un no, no le busques la vuelta; si te va a
ofender el rechazo, no hagas la pregunta y fue, nadie te debe nada y cualquiera
está en su derecho de rechazarte. Si sus un imbécil y te comportás como tal,
tomá nota de tus errores y tratá de mejorar. Y entonces la noticia del compromiso
de Darcy y Elizabeth toma a todos por sorpresa porque: ¡ellos se odiaban! ¿¡Qué
pasó para que ella lo odiara tanto a amarlo hasta el punto de casarse?! Nadie
entiende nada, en especial su padre.
«—¿Tú única objeción
—preguntó Elizabeth— es que piensas que no lo amo?
—Efectivamente. Todos
sabemos que es un hombre orgulloso y desagradable; pero nada de eso importaría
si de verdad te gustara.
—Pues sí, me gusta
—respondió ella con lágrimas en los ojos—. Lo amo. En realidad, no es orgulloso
sino muy amable. No sabes cómo es en realidad, por eso te suplico que no me
insultes hablando de él de esa manera.»
Capítulo 59, páginas 602 y
604.
La principal preocupación del padre era que
ella se casara sin amor, y él sabía que ella no sería feliz en un matrimonio de
ese tipo, él lo sabe de primera mano; pero una vez entiende que ellos se aman y
lo mucho que Darcy hizo por su familia sin esperar nada a cambio, encantado da
su consentimiento. Ahora la madre… ¡la madre que juraba odiarlo y nunca quería
verlo! Bueno… ahora que es el futuro esposo de su hija… no, no, el futuro súper rico esposo de su hija no le queda
más que adorarlo; y sinceramente, su mayor preocupación: sus hijas nunca
casándose, se resolvió, y no solo dos de sus hijas se están por casar, sino que
se están por casar con grandes partidos. ¿¡Qué más puede pedir?! (Bueno,
inteligencia y sentido común no se le pueden pedir porque la basura del
innombrable es su yerno preferido… sin palabras).
Son un amor… pero no mientas Darcy, la
admiraste por su impertinencia, ya todos sabemos eso.
«—Puedes llamarlo
impertinencia, pues era poco menos que eso. Lo cierto es que estabas harto de
cortesías, de deferencias, de atenciones hipócritas. Te disgustaban las mujeres
que siempre te hablaban y miraban solo buscando tu aprobación. Yo te irrité y te interesé porque no me parecía en
nada a ellas. Si no hubieses sido en
realidad tan amable, me habrías odiado por ello; pero a pesar del trabajo que
te tomabas para esconderte, tus sentimientos siempre eran nobles y justos; y en
tu corazón, despreciabas por completo las personas que con tanta asiduidad te
cortejaban. Mira cómo te he ahorrado la molestia de explicármelo; y, realmente,
tomando todo en consideración, empiezo a encontrarlo perfectamente razonable. Estoy
segura que no encontraste ninguna virtud en mí, pero nadie piensa en eso cuando se enamora.»
Capítulo 60, página 610.
Más claro imposible. Igualmente, Lizzy,
Darcy encuentra virtudes en vos hasta con los ojos cerrados, también todos sabemos
eso.
«—¿Acaso no había ninguna
virtud cariñosa en tu conducta cuando Jane estaba enferma en Netherfield?
—¡Mi querida Jane!
¿Quién podría haber hecho menos por ella? Pero interprétalo como virtud, si
quieres. Mis buenas cualidades están bajo tu protección ahora y puedes exagerarlas
tanto como te plazca; y a cambio, me corresponde a mí encontrar ocasiones en
las que contrariarte y discutir contigo tan a menudo como pueda; de modo que
voy a empezar en este momento preguntándote por qué diste tantos rodeos. ¿Por
qué te mostraste tan tímido cuando viniste la primera vez y luego cuando
viniste a cenar? ¿Por qué, especialmente cuando viniste a casa, parecía que no
te interesaba en lo más mínimo?
—Porque estabas seria y
silenciosa, y no me estimulabas.
—Pero estaba azorada.
—Y yo también.
—Podrías haberme hablado
más cuando viniste a cenar.
—Un
hombre que sintiera menos lo haría.»
Capítulo 60, página 610.
Acá tranqui, leyendo con corazones en los
ojos.
«—No te atormentes. La
moral quedará perfectamente a salvo. El injustificable proceder de Lady
Catherine para separarnos fue lo que aclaró todas mis dudas. No debo mi dicha
actual a tu ferviente deseo de expresarme tu gratitud. No necesitaba que tú me
dijeras nada. El relato de mi tía me dio esperanza y estaba determinado a
saberlo todo de una vez por todas.
—Lady Catherine nos ha
sido de infinita utilidad, lo que seguro la hará feliz, ya que le encanta ser
útil. Pero dime, ¿por qué volviste a Netherfield? ¿Fue solo para venir a
Longbourn y avergonzarse, o pensaste en obtener un resultado más serio?
—Mi verdadero propósito
era verte y comprobar si podía
abrigar esperanzas de que me amases. Lo que confesaba, o me confesaba a mí
mismo, era ver si tu hermana todavía quería a Bingley, y, de ser así,
reiterarle la confesión que ya otra vez le había realizado.
—¿Tendrás el valor de
anunciarle a Lady Catherine lo que le espera?
—Probablemente me falte
tiempo más que valor, Elizabeth. Pero tiene que hacerse, y si me das una hoja
de papel, lo haré enseguida.
—Y
si yo no tuviese que escribir otra carta, podría sentarme a tu lado y admirar
tu hermosa letra, como en otra ocasión cierta señorita hizo. Pero también tengo
una tía a la que no puedo ignorar por más tiempo.»
Capítulo 60, página 612.
Aww, y la carta que le manda a su tía
diciéndole que es bienvenida en Pemberley y que es la persona más feliz, más
que Jane incluso, porque su hermana solo sonríe mientras que ella se ríe. Y mi
preferida, la carta del señor Bennet al Collins metido:
«Querido señor: tengo que
molestarle una vez más con la cuestión de las felicitaciones: Elizabeth será
pronto la esposa del señor Darcy. Consuele a Lady Catherine lo mejor que pueda;
pero yo que usted me quedaría con el sobrino. Tiene más que ofrecer. Le saludo
atentamente.»
Capítulo 60, página 614.
Es un genio, Lizzy tiene a quién salir. La
vieja bruja está tan enojada que hasta espanta a los Collins, Charlotte como
buena amiga está que explota de la alegría por Elizabeth, por eso no creo que
ella intentara nada malo (si es que fue ella) al contarle a Lady Catherine
sobre la posible unión entre ellos. Y todos (o al menos los que valen la pena)
vivieron felices por siempre.
Primero lo
primero, voy a avisar que solo vi la miniserie de la BBC (son los mejores llevando a la
pantalla chica los clásicos) del 1997
y la película del 2005. Ah, sí, las dos grandes
archienemigas de los fanáticos… por alguna razón que no termino de entender.
Traté con la adaptación del 70 y la manera en que forzaron el párrafo inicial
de la novela me hizo salir corriendo, no pude ni cinco minutos… no creo que ni
dos; si alguien la vio, díganme si le doy otra oportunidad o no.
Bueno, por un lado tenemos a la miniserie,
como es natural, los creadores tienen mucha más libertad en cuanto a tiempo. La
miniserie tiene 4 capítulos de aproximadamente 45 minutos cada uno; eso siempre
ayuda. Entre la película y esta serie la más fiel al libro es la serie, no
tuvieron que cortar mucho, la vestimenta, el tiempo en que situaron la
historia, el estado financiero de los Benett, sigue todo al pie de la letra lo
escrito por Jane en el libro. Los actores unos genios, especialmente los dos
principales. Y acá hicieron un mejor trabajo poniendo el principio épico de la
novela… pero me siguió pareciendo algo forzado. Meh. Es una serie obviamente muy
bien hecha…
¡Ah, pero la química entre todos los
personajes de la película! Uf, fuera de este planeta. Si bien no fueron tan fieles al libro, tomándose
libertades como el recorte de ciertos personajes secundarios, lo de
adelantarlos al tiempo y hacer a los Benett mucho más pobres de lo que
realmente eran (miren, les confieso que no entendía por qué en el libro seguían
insistiendo en que eran pobres pero en la serie tenían tremenda casa; después
miré videos y me eduqué en temas de la época: ellos eran pobres de relaciones,
no conocían y no eran familiares con gente importante, cosa esencial en la
época. También estaba el detalle ese que ni bien el padre muriera todo se iba
al Collins y ellas apenas tendrían para vivir. Es medio complicado de entender
si ya no leíste varios clásicos y sabés del tema con anterioridad, por lo que
me parece bastante válido lo que el director de la peli hizo, nos mostró la
pobreza en vez de hacernos imaginárnosla, el mensaje llega mejor a aquellos que
no saben sobre esas cosas), los personajes son exactamente lo que leí. Me parece que los personajes estuvieron
mucho mejor trabajados en la película; no creo que haya uno solo que me guste
más en la serie que en la película, y, teniendo en cuenta que los personajes
son los que hacen las historias en las novelas de Austen, lo considero algo muy
importante. A Lydia me la banco todavía menos en la serie que en el libro, ¡y
yo que creía que eso era físicamente imposible! Ah, creo que sí hay un
personaje que me gustó más en la serie que en la película, el más odiado por
todos: Mr. Wickham (pero tienen que leerlo como lo dice el Darcy de la película
después de ser rechazado en la lluvia).
En la serie me gustó que pusieran el
intercambio entre Wickham y Lizzy después del casamiento con Lydia. En la
película ni se hablan, se necesitaba un poco de ese sarcasmo picante de Lizzy golpeando justo donde se necesitaba. Ah, dos personajes que me gustan más en la
serie: la Georgiana de la serie es mucho más fiel que la de la película, eso sí
fue una lástima, porque como que en el libro y la serie ella es tímida y
callada como su hermano. ¡Ay, y en la serie hicieron que Lizzy fuera una pródiga
musical! ¿¡Qué carajos?! ¡INACEPTABLE! NO.
No me hagan elegir entre uno u otro Darcy y
una y otra Lizzy. El Darcy de la miniserie se concentró en la parte arrogante, mientras
que el de la película en el torpe social; los dos dieron justo en el clavo con
las miradas desde lejos hipnotizados por Lizzy pero queriendo hacer como si
nada… y fallando miserablemente. Lo que sí les tengo que criticar a ambos es
que: ¡gente, Darcy sonreía mucho más! Él sonreía con ella, cuando ella se
burlaba de él o tiraba algún comentario picante, él sonreía y se reía, no con
el resto, pero con ella sí, y no lo mostraron lo suficiente en ninguna de las dos adaptaciones. Las
Lizzy son unas genias totales, las actrices perfectas para cada Elizabeth que
les tocó interpretar. Me molestó que en la serie el pesado del Collins fuera a
la casa de los Benetts para molestarlos en lugar de la carta recontra fuera de
lugar que mandó, y me molestó que en la película ni pusieran nada al respecto.
Y estuvo bueno que en la película le dieran más lugar a Marry, siempre de
fondo, como en la familia y en el libro, pero allí estaba, en esas pocas tomas
y pocas palabras. Marry se merece mucho más #justiciaparaMarry
En conclusión: no voy a elegir una y la
otra… El director quería llevar el clásico a las masas, hacerlo más pasable
para los jóvenes, los de la serie se concentraron en hacer una fiel
interpretación del increíble clásico. Los dos lograron lo propuesto. Y habiendo
dicho eso: prefiero la película. Sorry, not sorry. Colin Firth es un capo que además interpretó ¡dos veces! a Darcy,
nadie le quita lo bailado; pero prefiero al Darcy torpe de la película y la
química increíble que hay entre el cast. ¡Uf, y la mano! ¡La mano después de
ayudar a Elizabeth a subir al carruaje! Me puede cada vez que veo la escena… y
el «You hace bewitched me body and soul and I love, I love… I love you.». ¡Y la
sonrisita resplandeciente con ojos brillosos cuando Lizzy conoce a su hermana!
Y cuando la sigue afuera después de que ella sale corriendo, la manera en que
le habla y la mira. ¡Y cuando se nota que se tienen ganas después de gritarse
en la lluvia! Y cuando Lizzy le larga el famoso: «Dancing, even if ones partner
is barely tolerable» y se va caminando como la reina que es. Sí, no, ya no sé
cuántas veces vi esa película, pero más de las que puedo contar. Artísticamente
hablando, la película está perfectamente planeada, las escenas, los diálogos,
¡esa escena del baile en Netherfield es *cheff kiss*! Si saben inglés, vean
este video tipo parodia de la peli editado con partes de los stand up de John Mulaney; es muy gracioso y cada comentario va perfecto con la
escena que muestran.
Bueno y ustedes, ¿cuál prefieren? ¡Se
respetan todas las opiniones, así que no sean pesados!
Para cerrar:
«Lady Catherine se indignó mucho
con el casamiento de su sobrino; y como abrió la puerta a toda su genuina
franqueza al contestar a la carta en que él le informaba sobre su compromiso,
usó un lenguaje tan grosero, especialmente al referirse a Elizabeth, que sus
relaciones quedaron interrumpidas por un tiempo. Pero, al final, convencido por
Elizabeth, Darcy accedió a perdonar la ofensa y buscó reconciliación. Su tía
resistió por un tiempo, pero su resentimiento cedió, ya fuese por su cariño
hacia su sobrino o por la curiosidad de ver cómo se conducía su esposa; de modo
que se dignó a visitarlos en Pemberley, a pesar de esa contaminación que habían
sufrido sus bosques, no solo por la presencia de semejante dueña, sino también
por las visitas de sus tíos de Londres.»
Capítulo
61, página 622.