marzo 10, 2019
BY Jane Doe0
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Queridos nervios,
Primeros días, no hay nada más insoportable que esos primeros días.
Primer día de clase, primer día de trabajo, primer día en tu nueva casa, el
primer día en una ciudad desconocida… el primer día de tu nueva vida.
Hay tantas ideas rondando tu cabeza,
tanta curiosidad, nerviosismo, inseguridades, preguntas. ¿Cómo será? ¿Cómo me
visto? ¿Me arreglo o no? ¿Cómo será la gente allí? ¿Y si no me gusta? ¿Y si me
equivoco? ¿Y si lo odio? ¿Y si lo amo…?
Demasiadas preguntas y muy pocas respuestas.
Soy una persona bastante tímida y
asocial, por lo que cualquier experiencia nueva, y más si tiene a otros seres
humanos en la ecuación, me ponen histérica. Mi cabeza se inunda de preguntas
sin sentido pero que en ese momento me parecen oportunas y válidas.
Lo cierto es que nunca vas a responder
las preguntas más importantes si no lo vivís. Tenés que dar esos primeros pasos
y empezar a andar este nuevo y desconocido camino. Si te equivocaste y odiás la
dirección que tomaste, dejás de caminar, respiras hondo y empezás a caminar de nuevo,
solo que esta vez en un rumbo diferente. Despejá la cabeza y dejate guiar por
esa brújula interna dentro de tu pecho.
¡Ugh! ¡Cómo aborrezco los primeros días! Y más si es algo como (en mi caso) la facultad. No
hay peor pesadilla que el primer día de clase, todavía peor si estás en el
liceo, sofocado con toda la parafernalia esa de «presentaciones» uno por uno,
las lecturas de las unidades… aunque al menos tiene un punto a favor: la
verdadera clase empieza al día siguiente (en algunos casos al menos. Malditos
profesores que aman dar deberes a diestra y siniestra).
Uno de mis mayores miedos es el tiempo.
Sí, el tiempo, lo rápido que corre, lo efímero de su esencia, la facilidad con
la que se escurre entre mis dedos como líquido. Por eso toda mi vida me
preocupé en no perder tiempo y hacerlo todo lo más rápido que podía y si creía
que algo no era para mí, no me molestaba en probarlo y simplemente seguía
caminando sin molestarme en mirar al costado. Ahora me doy cuenta del grave
error que estaba cometiendo.
Lo cierto es que no hay tal cosa como
«tiempo perdido»… bueno, sí lo hay, pero solo si no sacás nada de esas
experiencias. ¿Si nunca probaste la pizza con ananá cómo vas a saber si te
gusta o no? ¿Intuición? Por favor…
De adolescente siempre decía que odiaba
los bailes (ir a bailar a clubs, discotecas, etc.). No fue hasta entrados mis
19 años que lo intenté, probé salir, probé maquillarme, arreglarme el pelo,
probarme ropa, tomar alcohol, escuchar música que nunca escuchaba, estar en
compañía de personas que no conocía, estar rodeada de ellos. Toda mi vida odié
esas cosas, desde lo de salir hasta lo de estar con otras personas, todo lo
odiaba. Pero le di una oportunidad. «¿Por qué lo hiciste si lo odiabas?» se
preguntarán, bueno, la respuesta es simple: porque estaba aburrida. Aburrida de
mi vida, aburrida de la monotonía, de la rutina, de nada emocionante, aburrida
de no intentarlo, aburrida de quejarme y no hacer nada para cambiarlo. Por
algún lado tenía que empezar.
Ya saben lo que dicen, el verdadero
cambio empieza dentro. No podría estar más de acuerdo.
Así que lo hice, ¡y no saben la
sorpresa que me llevé al darme cuenta que en realidad lo disfrutaba! Fue… como
tener una epifanía. Una vez dejé de luchar contra ello y abrí mi mente a las
posibilidades, ¡bum! Todo fue más fácil y dejé de amargarme por cosas
estúpidas (bueno, por algunas cosas estúpidas de todas maneras).
Lo más loco es que el miedo del tiempo
desperdiciado fue el que me obligó a dar ese primer paso. Supongo que tenía
razón… lo de los bailes no es lo mío. ¡En serio! Durante unos cuantos meses fue
divertido, pero los litros de alcohol para ahogar esa música de mierda no vale
la pena, no hay tequila en el mundo que valga otra cumbia de porquería.
Sí, casi gracioso. Ya no salgo como lo
hacía antes, pero tampoco lo odio. Hay veces que me divierto, pero no es lo
mismo. Supongo que simplemente me aburro con facilidad, seré una de esas
personas que necesitan experimentar cosas nuevas constantemente, vivir
aventuras para sentirse despiertos… pero también soy una de esos que no hacen
mucho esfuerzo para dar esos pasos hacia el cambio.
Irónico.
Mi punto es, ¿me arrepiento de todas
esas salidas? No. ¿¡Cómo podría?! ¿Cómo podría arrepentirme de todo ese tiempo
aprontándonos con las chicas, tomando hasta reírnos de la mosca que volaba
cerca, cómo podría arrepentirme de bailar con ellas hasta el cansancio, cómo
podría arrepentirme de conocer nuevas personas… y no acordarme de los nombres
al día siguiente? Simplemente no podría. Fueron experiencias que tenía que
vivir. No es lo mismo para todos, eso lo sé bien, pero fue lo que yo necesitaba
en ese momento.
Mi primer beso fue a los 12 con un
chico estúpido con el que estuve por como 5 meses. Después de eso nada, no lo
volví a hacer, no hasta los 19, ¡los 19! Se sintió bien besar desconocidos, se
sintió bien tener más experiencia en mi currículum (ugh, ¿sonó algo vulgar o es
mi impresión?). Y bien lo sé, eso no es para todos, y no deberías hacerlo si te
sentís incómodo con ello, pero que la incomodidad no te impida hacer cosas que
te gustaría probar.
¿Por qué no hacerlo si lo querés hacer?
¿Por tu moral o la de los demás? ¿Dejarías de hacer lo que querés por el qué
dirán? Ahora, eso sí que no es saludable. Valés mucho más que eso, nunca dejes
que otros te detengan. Al fin y al cabo, vos sos la persona que va a tener que
vivir con sus decisiones. ¿Y estás satisfecho con ellas?
Debido a ese primer paso me
atreví a seguir experimentando, dejé la carrera que odiaba y empecé
otra, la dejé y empecé de nuevo, fui a unas pocas clases de parkour a
pesar de odiar los deportes y ser terrible en ellos. ¡Incluso me inscribí a
clases de tango! Lo que importa, lo que realmente cuenta, es que lo hice. Yo
hice esas cosas.
Dejá de vivir la vida de otros, lo tuyo
es tuyo y nadie debería arrebatártelo, pero si lo intentan, hay que pelar con
uñas y dientes por ello.
Acodarte de la lección de oro: no
existe tal cosa como «tiempo perdido» siempre y cuando saques algo de la
experiencia.
¡Y a la mierda con todos esos malditos
e insoportables primeros días!
Atte., Jane