Jane Doe: primer día

Jane Doe

Jane Doe
¡Bienvenidos! Les explico un poco de qué va el blog: «Diario de una Jane Doe» es el espacio que encontré para dejar salir todo eso que me gusta o lo que no, lo que me molesta o lastima, y lo que amo, los invito a hacer lo mismo en los comentarios. En «Rincón Literario» encontrarán «Recomendaciones» donde recomiendo libros, «Hablemos de…» que es un espacio para charlar sobre temas relacionados a la literatura incluyendo noticias sobre el mundo literario, en «Libro del mes» podemos charlar sobre un libro específico elegido para ese mes; «Conociendo autores» es un lugar para hacer eso exactamente, conocer un poco de los grandes autores detrás de las letras. Bajo el título «De Tinta y Papel» voy a subir unos relatos/cuentos/historias cortas que escribo. Por último, en «Rincón de entretenimiento» tenemos, por un lado, «Series de TV» donde podemos recomendar y hablar de series, y en «K-dramas» hacemos lo mismo que con series pero esta vez de dramas coreanos :) Espero que se queden, ¡y que empiece el viaje!
Mostrando las entradas con la etiqueta primer día. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta primer día. Mostrar todas las entradas

domingo, 10 de marzo de 2019

El Primer Día
marzo 10, 20190 Comments








Queridos nervios,

Primeros días, no hay nada más insoportable que esos primeros días. Primer día de clase, primer día de trabajo, primer día en tu nueva casa, el primer día en una ciudad desconocida… el primer día de tu nueva vida.

Hay tantas ideas rondando tu cabeza, tanta curiosidad, nerviosismo, inseguridades, preguntas. ¿Cómo será? ¿Cómo me visto? ¿Me arreglo o no? ¿Cómo será la gente allí? ¿Y si no me gusta? ¿Y si me equivoco? ¿Y si lo odio? ¿Y si lo amo…?

Demasiadas preguntas y muy pocas respuestas.

Soy una persona bastante tímida y asocial, por lo que cualquier experiencia nueva, y más si tiene a otros seres humanos en la ecuación, me ponen histérica. Mi cabeza se inunda de preguntas sin sentido pero que en ese momento me parecen oportunas y válidas.

Lo cierto es que nunca vas a responder las preguntas más importantes si no lo vivís. Tenés que dar esos primeros pasos y empezar a andar este nuevo y desconocido camino. Si te equivocaste y odiás la dirección que tomaste, dejás de caminar, respiras hondo y empezás a caminar de nuevo, solo que esta vez en un rumbo diferente. Despejá la cabeza y dejate guiar por esa brújula interna dentro de tu pecho.

¡Ugh! ¡Cómo aborrezco los primeros días! Y más si es algo como (en mi caso) la facultad. No hay peor pesadilla que el primer día de clase, todavía peor si estás en el liceo, sofocado con toda la parafernalia esa de «presentaciones» uno por uno, las lecturas de las unidades… aunque al menos tiene un punto a favor: la verdadera clase empieza al día siguiente (en algunos casos al menos. Malditos profesores que aman dar deberes a diestra y siniestra).

Uno de mis mayores miedos es el tiempo. Sí, el tiempo, lo rápido que corre, lo efímero de su esencia, la facilidad con la que se escurre entre mis dedos como líquido. Por eso toda mi vida me preocupé en no perder tiempo y hacerlo todo lo más rápido que podía y si creía que algo no era para mí, no me molestaba en probarlo y simplemente seguía caminando sin molestarme en mirar al costado. Ahora me doy cuenta del grave error que estaba cometiendo.

Lo cierto es que no hay tal cosa como «tiempo perdido»… bueno, sí lo hay, pero solo si no sacás nada de esas experiencias. ¿Si nunca probaste la pizza con ananá cómo vas a saber si te gusta o no? ¿Intuición? Por favor…

De adolescente siempre decía que odiaba los bailes (ir a bailar a clubs, discotecas, etc.). No fue hasta entrados mis 19 años que lo intenté, probé salir, probé maquillarme, arreglarme el pelo, probarme ropa, tomar alcohol, escuchar música que nunca escuchaba, estar en compañía de personas que no conocía, estar rodeada de ellos. Toda mi vida odié esas cosas, desde lo de salir hasta lo de estar con otras personas, todo lo odiaba. Pero le di una oportunidad. «¿Por qué lo hiciste si lo odiabas?» se preguntarán, bueno, la respuesta es simple: porque estaba aburrida. Aburrida de mi vida, aburrida de la monotonía, de la rutina, de nada emocionante, aburrida de no intentarlo, aburrida de quejarme y no hacer nada para cambiarlo. Por algún lado tenía que empezar.

Ya saben lo que dicen, el verdadero cambio empieza dentro. No podría estar más de acuerdo.

Así que lo hice, ¡y no saben la sorpresa que me llevé al darme cuenta que en realidad lo disfrutaba! Fue… como tener una epifanía. Una vez dejé de luchar contra ello y abrí mi mente a las posibilidades, ¡bum! Todo fue más fácil y dejé de amargarme por cosas estúpidas (bueno, por algunas cosas estúpidas de todas maneras).

Lo más loco es que el miedo del tiempo desperdiciado fue el que me obligó a dar ese primer paso. Supongo que tenía razón… lo de los bailes no es lo mío. ¡En serio! Durante unos cuantos meses fue divertido, pero los litros de alcohol para ahogar esa música de mierda no vale la pena, no hay tequila en el mundo que valga otra cumbia de porquería.

Sí, casi gracioso. Ya no salgo como lo hacía antes, pero tampoco lo odio. Hay veces que me divierto, pero no es lo mismo. Supongo que simplemente me aburro con facilidad, seré una de esas personas que necesitan experimentar cosas nuevas constantemente, vivir aventuras para sentirse despiertos… pero también soy una de esos que no hacen mucho esfuerzo para dar esos pasos hacia el cambio.

Irónico.

Mi punto es, ¿me arrepiento de todas esas salidas? No. ¿¡Cómo podría?! ¿Cómo podría arrepentirme de todo ese tiempo aprontándonos con las chicas, tomando hasta reírnos de la mosca que volaba cerca, cómo podría arrepentirme de bailar con ellas hasta el cansancio, cómo podría arrepentirme de conocer nuevas personas… y no acordarme de los nombres al día siguiente? Simplemente no podría. Fueron experiencias que tenía que vivir. No es lo mismo para todos, eso lo sé bien, pero fue lo que yo necesitaba en ese momento.

Mi primer beso fue a los 12 con un chico estúpido con el que estuve por como 5 meses. Después de eso nada, no lo volví a hacer, no hasta los 19, ¡los 19! Se sintió bien besar desconocidos, se sintió bien tener más experiencia en mi currículum (ugh, ¿sonó algo vulgar o es mi impresión?). Y bien lo sé, eso no es para todos, y no deberías hacerlo si te sentís incómodo con ello, pero que la incomodidad no te impida hacer cosas que te gustaría probar.

¿Por qué no hacerlo si lo querés hacer? ¿Por tu moral o la de los demás? ¿Dejarías de hacer lo que querés por el qué dirán? Ahora, eso sí que no es saludable. Valés mucho más que eso, nunca dejes que otros te detengan. Al fin y al cabo, vos sos la persona que va a tener que vivir con sus decisiones. ¿Y estás satisfecho con ellas?

Debido a ese primer paso me atreví a seguir experimentando, dejé la carrera que odiaba y empecé otra, la dejé y empecé de nuevo, fui a unas pocas clases de parkour a pesar de odiar los deportes y ser terrible en ellos. ¡Incluso me inscribí a clases de tango! Lo que importa, lo que realmente cuenta, es que lo hice. Yo hice esas cosas.

Dejá de vivir la vida de otros, lo tuyo es tuyo y nadie debería arrebatártelo, pero si lo intentan, hay que pelar con uñas y dientes por ello.

Acodarte de la lección de oro: no existe tal cosa como «tiempo perdido» siempre y cuando saques algo de la experiencia.

¡Y a la mierda con todos esos malditos e insoportables primeros días!


Atte., Jane
Reading Time: