Querida pequeña
yo,
¿Cuántas veces
fingiste una carcajada para no ser la rara que piensa en todas las razones
porque ese comentario no es gracioso? ¿Cuántas veces te quedaste cayada cuando
todo lo que querías era gritar lo desconforme que estabas con algo? ¿Cuántas
veces dejaste pasar comentarios hirientes porque era más fácil que plantarte
firme? ¿Cuántas veces hiciste cosas que no querías por seguir la corriente y no
ser aguafiestas? ¿Cuántas veces sonreíste cuando querías llorar?
Demasiadas para
llevar la cuenta.
¿Valió la pena
dejarte pisotear? ¿Valió la pena seguir la corriente? ¿Valió la pena callar?
¿Valió la pena dejar en el piso gran parte de lo que te hace vos?
No.
¿Te acordás
cuando disfrutabas la vida? ¿Cuando bailabas y cantabas sin preocuparte por el
mañana… o peor, el hoy? ¿Te acordás cómo se sentía no sentir ese punzante y
constante dolor en el pecho? ¿Te acordás de todas esas veces que hablabas pero
nadie jamás te escuchaba? ¿Te acordás de esos viejos sueños coloridos, ahora
polvorientos guardados en un baúl?
Vagamente.
Ojalá hubiera
estado allí para vos. Ojalá hubiera estado allí para sostenerte cuando caías.
Ojalá hubiera estado allí diciéndote palabras de aliento. Ojalá hubiera estado
allí para detenerte cada vez que te lastimabas.
Pero sí estuve
allí, solo que de la manera equivocada.
Allí estuve
tirándote al piso. Allí estuve gritándote tus errores, una y otra vez. Allí
estuve sosteniendo el filo helado contra tu piel.
Cada vez que
miro atrás veo a esa chica rota, llena de sueños sin cumplir y corazón vacío.
Veo sus cicatrices, nuestras cicatrices, mis cicatrices. Esas marcas que
quedaron grabadas tanto en tu piel, nuestra piel, mi piel; como en tu alma,
nuestra alma, mi alma. Me reprocho por no haber sido más fuerte y menos dura
con vos, con nosotras.
Me hubiera
gustado hacerte ver lo importante que eras y seguís siendo. Me hubiera gustado
haberte mostrado todas esas cosas especiales que te hacen ser quien sos. Me
hubiera gustado hacerte ver ese reflejo que tanto rehusaste ver por todos esos
años. Me hubiera gustado decirte que te levantaras y que si no te escuchaban la
primera vez, gritaras la segunda, que te hicieras escuchar. Me hubiera gustado
decirte que tu voz sí importaba, que todavía importa. Me hubiera gustado decirte
que te preocuparas menos y disfrutaras más. Tanto tiempo desperdiciado
molestándote en ser invisible, convirtiéndote en alguien invisible hasta frente
a tus propios ojos… al menos la mayor parte del tiempo.
¿Pero sabés
qué, pequeña yo? El pasado no se puede cambiar. Y a pesar de todo el daño
causado, a pesar de todo el dolor sufrido, a pesar del corazón hecho trizas,
vos seguiste dando pelea. Por unos años creí ganarte, pero seguís luchando por
salir a la superficie como cuando chicas. Pero vos cambiaste, yo cambié, las
dos cambiamos, en algunas cosas para mejor, en otras para peor. Vos creciste,
no en tamaño, pero sí en sabiduría y fortaleza.
Vos me
enseñaste a jamás bajar los brazos, a siempre pelear por lo que querés, a
seguir caminando a pesar de la tormenta sobre tu cabeza y el viento en contra.
Es hora de dejarte libre, pequeña yo.
Siempre fuiste
la más madura y sensata de las dos, es hora de que tomes las riendas de nuestra
vida, siempre tomaste mejores decisiones que yo. Gracias por abrirme los ojos y
perdón. Perdón, pequeña yo. Perdón por no escuchar, perdón por golpearte,
perdón por no apoyarte.
Me parece que
ya es hora de cambiarte el nombre.
Ya sos libre,
gran yo. Estás al mando ahora. Es hora de ir por todo lo que queremos.
Atte., Jane.
P.D: Está demás
decir que Little Me de Little Mix por muchos años sonó de fondo
en mi vida como banda sonora, y todavía sigue sonando. Es una de mis canciones
preferidas y la inspiración de esta cadena de pensamientos/sentimientos.
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