Querido
apego,
No
sé vos, pero cuando pierdo algo en mi cabeza pasa algo como esto:
1-
Sorpresa. ¡Lo perdí! ¡Carajos!
2-
Negación. Nah, lo debí haber dejado
allá. No puede estar perdido.
3-
Negación a la negación. Mierda. Es
IMPOSIBLE que lo haya dejado allá si medio segundo atrás lo tenía conmigo.
4-
Pánico. ¿¡Qué carajos hago ahora?!
¿¡Cómo lo pude haber perdido?! ¿¡Cómo pude ser tan descuidada?! Soy estúpida.
¡Fue un regalo! ¡Salió caro y tiene valor sentimental! Me muero. Me matan. ¡No
puedo decirle que perdí su regalo!
5-
Intento de racionalidad. Ok, está
bien, está bien. Es solo un objeto, caro sí, y con bruto valor sentimental,
también; pero, al fin y al cabo, no es más que un objeto. Hay peores cosas
pasando en el mundo en este momento, no puedo complicarme por esto.
6-
Enojo. Sí, podrán haber mil millones
de cosas horribles pasando en el mundo, ¡pero en mi vida esto es una cagada!
¿Cómo pude ser tan descuidada? Perdería la cabeza de no tenerla conectada al
resto del cuerpo. Ese objeto me llevaba a aquellos momentos,
sensaciones, emociones, lugares. Y lo perdí. Por descuido mío lo perdí. No hay
vuelta atrás.
7-
Esperanza. ¡Esperá, esperá! Podría
volver en mis pasos y buscarlo. Sí, son chances de 1 en 1 millón, ¡pero vale la
pena! Ok, tranquila y a buscarlo.
8-
Decepción. No lo encontré. Hice todo
lo que podía pero no lo pude recuperar. Ya lo perdí y tengo que aceptarlo.
9-
Aceptación. Fue lindo mientras duró.
Todo lo bueno llega a su fin. Me quedan los buenos recuerdos que me deja,
incluso a pesar del vacío de su pérdida.
A
veces pasa que llorás un poco por frustración y/o enojo. Te enojas con el mundo
y con vos misma. Pero no hay cómo volver el tiempo atrás. Bueno, la única
manera de hacerlo es a través de los recuerdos, que al fin y al cabo, es lo más
preciado que nos deja la pérdida, y vale mucho más que cualquier objeto.
Pensándolo
ahora estoy segura de que esto se puede aplicar tanto a objetos como a personas…
Ah, la dualidad de las cosas.
Yo
perdí un anillo. No, un anillo, no. El anillo. Mi preferido, el más
lindo, el que me regaló mi abuela de 15 años. Objeto material o no, me acompañó
en toneladas de momentos vergonzosos de mi vida (como las incontables caídas en
la calle), así como momentos irrepetibles por lo increíbles (como el concierto
de 1D. El mejor día de mi vida). Creo que al final todo se resume a: disfrutá
las cosas que tenés en el presente y cuidalas con tu vida, porque nunca sabés
si van a acompañarte al día siguiente.
Y sí, cómo no, para
esta sensación de eco y vacío tengo una canción: Sadderdaze de The Neighbourhood.
Atte.,
Jane.
P.D.:
Al final resulta que encontré el anillo… Jeje. Igual creo que el propósito de
todo esto no se pierde.
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