Querida
debilidad,
Acá
te tengo una lista de cosas que odio:
Enfermos
que lastiman a otros para poder lidiar con la basura que realmente son
Aro.
Maldito Aro Vulturis
Que
tu amiga te deje tirada por un loco
Que
tu amigo te cambie por gente más «cool »
El
invierno, el fío, la humedad, nubarrones grises .
¡TE ODIO FRÍO!
El
café demasiado dulce (¡puaj!)
La
cumbia
Machismo
Un
pesado que no sabe comportarse frente a una mujer y lo mejor que se le ocurre
es decirle algo estúpido e insultante para «llamar su atención» en la calle
Hembrismo
Niños
malcriados (dile NO a los
niños)
La
violencia
La
desigualdad
Monstruos
que maltratan animales
No
tener privacidad
Desperdiciar
tiempo en situaciones que terminan siendo una verdadera mierda
Cagones,
gente cagona
Gas
pimienta
Inadaptados
del orto
No
poder arreglarme el pelo (por falta de talento en el tema)
Gente
falsa
Intolerancia
Esa
maldita página en blanco
El
miedo
Y
la lista continúa, es interminable la verdad. Pero el verdadero problema soy
yo. Sí, soy yo.
¿Alguna
vez dije algo en contra de alguna de esas cosas? Mmm, muy pocas veces para que
siquiera llegue a contar. ¿Dejé que personas se aprovecharan de mí? Sí, más de
una vez. ¿Me levanté en contra de esas cosas que tanto odiaba? Casi nunca.
Eh
aquí la verdadera pregunta: ¿Cómo esperás poder cambiar esas cosas si jamás
haces algo para cambiarlas?
Buena
pregunta.
Las
cosas no cambian por sí solas. Hay que moverlas, empujarlas, forzarlas y
obligarlas a cambiar. Porque la magia (por más fantástica y hermosa que sea) no
existe en este mundo de mortales quebrados. Y si la magia no existe, en vano es
esperar que fuerzas externas arreglen nuestros problemas. En inútil y de
débiles y yo no soy ninguna debilucha.
¿Qué
me queda por hacer entonces? Simple: levantarme contra esas cosas que tanto me
molesta que incluso las llego a odiar. ¡Hay que moverse y cambiar internamente
para después cambiarlo externamente! No me puedo seguir quedando callada si
algo me molesta, grave error que espero no volver a cometer; el único que sale perjudicado,
después de todo, es uno mismo. Creeme, vieja amiga, lo sé de primera mano.
¡Ya
bastó de gente eligiendo por mí, moviendo mi vida como si no fuera más que una
ficha de ajedrez! No soy ninguna ficha, yo soy jugador. Soy un creador, casi un
dios, soy el que crea mi propio futuro a partir de decisiones (mal o bien
tomadas).
El
cambio empieza desde dentro, sí, pero si no se lo externaliza, ¿de qué sirve
dicho cambio? ¿Siquiera se lo puede llamar cambio?
Desde
hoy en adelante, dejamos de ser amiga, debilidad. La toxicidad lejos de mí.
Y
no te olvides Jane: no sos ningún peón, ni rey o reina, sos el jugador, el
jugador de tu propia vida. Nunca lo olvides. Después de todo, ¿quién es el que
tiene que vivir con las consecuencias de su propia vida? ¿Y, es siquiera tu
vida si no es uno mismo el que toma las decisiones?
Nunca
te olvides, no sos peón, ni rey, ni reina; sos jugador.
Atte., Jane
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