—¡Mi
cara es un desastre! —se queja la chica apretando su cara entre ambas manos.
El
chico la mira como si hubiera perdido la cabeza pero para nada sorprendido con
este tipo de comentario.
—¿Y
eso por qué? —yo no le veo nada de malo,
piensa mientras continúa reponiendo los productos del sector de cocina.
—Me
estoy descuidando últimamente, necesito hacerme un millón de mascarillas
faciales pero sigo olvidándome de comprármelas. Me acabo de ver en el espejo
del baño y casi infarto.
Él le
pone los ojos en blanco y sigue con lo suyo.
—Vanesa,
¡te pagamos por trabajar, no hablar con tu novio! —ordena la encargada.
—SÃ
—responde ella arrastrando la «i».
Con
un rápido movimiento de manos se despide de él y se va a hacer su trabajo. Las
horas pasan lentamente en el supermercado. Ella entraba antes que él y se iba
una hora antes, tan descuidada como era ni siquiera se le ocurrió pasar por el
sector de belleza y comparase esa máscara de cara que tanto querÃa. Él suelta
un largo suspiro antes de sonreÃr mientras la observa irse desesperada del
trabajo. Una vez su turno termina, se dirige al sector de belleza y les explica
a las chicas del sector lo poco que habÃa entendido de las máscaras que su
novia tanto quiere.
—¿Pero
qué quiere? ¿Exfoliación…?
—¿Eh?
¡Yo qué sé!
—¿Tiene
piel mixta, grasosa o seca?
Él
las mira con la boca abierta sin pestañear. ¿Cómo que mixta? ¿¡Cómo iba a saber él eso?!
—Ah
—se queja sacando su celular—, esperen que la voy a llamar.
Ella atiende enseguida.
—¿Por
qué no nos referimos al poyo como carne? Porque también es carne —fue su saludo
del otro lado de la lÃnea.
—Buena
pregunta, pero no tengo la respuesta. Lo que sà tengo es otra pregunta para
vos.
—Dispará.
—¿Qué
tipo de piel tenés? ¿Y qué crema era la que querÃas? Te la estoy comprando asÃ
que apurate.
—¡Ay,
no! ¡Me olvidé otra vez!
—No
me digas.
—Mi
asquerosa piel es mixta. ¡Y comprame dos! Una exfoliante, que estuvimos
hablando con las gurisas de esa y otra hidratante, plis. ¡Y gracias! Te voy a
esperar con la comida pronta.
—Si
estás tan agradecida, ¿por qué vas a castigarme de esa manera?
—¡Entonces
morite de hambre, bruto!
Y corta
la llamada. Se le escapa una leve carcajada que dura unos breves segundos.
Rápidamente se recompone, se aclara la garganta y vuelve a estar serio. Después
de comprar vuelve al apartamento y, en efecto, ella habÃa estado cocinando
porque el pequeño espacio estaba inundado en humo.
—Lo
predije, ¿o no? —se pregunta mientras pasa el umbral de la puerta de entrada.
Ella
trata de deshacerse del humo con un repasador que mueve para todos lados sobre
su cabeza. Él se detiene para observarla, pasa un rato hasta que finalmente ella
se da cuenta que él llegó. Al notarlo se queda estática.
—La
comida está bien, lo juro.
—SÃ,
el humo debe venir de afuera.
—Qué
te puedo decir, la contaminación del aire está cada vez peor.
—Y
vos no ayudás a la causa —murmura acercándose a ella.
—¿Perdón?
No te escuché bien —le dice molesta.
—Tomá
—le tiende la bolsita con las cremas—, tus preciadas cremas.
—¡Ay,
gracias! —agarra la bolsa como si fuera un millón de dólares.
—De
nada.
A
él siempre le habÃa gustado la manera en que sus ojos se encendÃan cuando
sonreÃa de esa manera.
—¿Cuánto
salieron? ¿Cuánto te debo? —le pregunta mientras abre las cajitas.
Él
le frunce el ceño.
—Nada
—ella eleva la mirada de las cremas a él—, es un regalo.
Ella
trata de ocultar una sonrisa en vano. Él le pone los ojos en blanco.
—Bueno,
gracias.
Él
se rasca la parte trasera de la cabeza apartando la mirada mientras esconde una
mano en el bolsillo delantero de su vaquero.
—Estás
exagerando, solo son unas cremas —apunta a las cremas con su mano.
—¿Te
puedo mostrar mi aprecio?
Él
la mira directo a los ojos.
—Depende
de cómo me lo quieras mostrar.
—¡Ay,
sos un cerdo! —y golpea levemente su hombro.
—¡En
qué estás pensando! ¿Eh, eh? —ella se sonroja Él ya sabÃa que esa serÃa su
reacción, también le encantaba cuando se sonrojaba—. Yo solo me referÃa que no
me hicieras comer lo que sea que quemaste.
—¡No
quemé nada! ¡Nada se quemó! —le grita ella avergonzada—. Y pedà piza, si
querés, no me importa.
Ahora
le toca a él tratar de ocultar su sonrisa.
—Pero
volviendo al tema de mostrar tu gratitud. Cualquier forma es bien aceptada.
Ella
lo mira entrecerrando los ojos.
—¡SabÃa
que pensabas cosas pervertidas! —ella se acerca y deposita un rápido beso en su
mejilla.
—¡Cosas
pervertidas! ¿Yo?
—¡Ja!
—ella se voltea y camina en dirección a la cocina—. SÃ, «Mi pobre angelito».
—¡Ese
niño era todo menos un angelito! —se defiende él apuntando con un dedo a su
espalda mientras la sigue.
—No,
si sos un genio en captar los dobles sentidos.
—¿Ah?
¿Y ahora por qué te enojaste?
A
pesar de ninguno querer confesarlo, ambos disfrutaban de estas estúpidas
discusiones sin importancia que terminaban con «Netflix and chill» con su serie
preferida de fondo. Era como si estuvieran hechos el uno para el otro, y a
pesar de que él conocÃa bien el miedo de Vanesa al compromiso, también sabÃa
que terminarÃan casándose algún dÃa. Él solo tenÃa que ser paciente y darle su
tiempo, asà que se limitaba a seguirle la corriente y acompasarse a su ritmo.
Por
lo que asà continuaron el resto de la noche, discutiendo sin realmente
discutir, y dejando que la corriente los llevara a donde sea debÃan llegar. Ya
habÃan luchado contra ella por demasiado tiempo y aun asÃ, no habÃan conseguido
vencerla. Después de todo, acá estaban.
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