Dos piezas de un mismo puzle - Jane Doe

Jane Doe

Jane Doe
¡Bienvenidos! Les explico un poco de qué va el blog: «Diario de una Jane Doe» es el espacio que encontré para dejar salir todo eso que me gusta o lo que no, lo que me molesta o lastima, y lo que amo, los invito a hacer lo mismo en los comentarios. En «Rincón Literario» encontrarán «Recomendaciones» donde recomiendo libros, «Hablemos de…» que es un espacio para charlar sobre temas relacionados a la literatura incluyendo noticias sobre el mundo literario, en «Libro del mes» podemos charlar sobre un libro específico elegido para ese mes; «Conociendo autores» es un lugar para hacer eso exactamente, conocer un poco de los grandes autores detrás de las letras. Bajo el título «De Tinta y Papel» voy a subir unos relatos/cuentos/historias cortas que escribo. Por último, en «Rincón de entretenimiento» tenemos, por un lado, «Series de TV» donde podemos recomendar y hablar de series, y en «K-dramas» hacemos lo mismo que con series pero esta vez de dramas coreanos :) Espero que se queden, ¡y que empiece el viaje!

viernes, 6 de noviembre de 2020

Dos piezas de un mismo puzle

 







—¡Mi cara es un desastre! —se queja la chica apretando su cara entre ambas manos.


El chico la mira como si hubiera perdido la cabeza pero para nada sorprendido con este tipo de comentario.


—¿Y eso por qué? —yo no le veo nada de malo, piensa mientras continúa reponiendo los productos del sector de cocina.


—Me estoy descuidando últimamente, necesito hacerme un millón de mascarillas faciales pero sigo olvidándome de comprármelas. Me acabo de ver en el espejo del baño y casi infarto.


Él le pone los ojos en blanco y sigue con lo suyo.


—Vanesa, ¡te pagamos por trabajar, no hablar con tu novio! —ordena la encargada.


—Sí —responde ella arrastrando la «i».


Con un rápido movimiento de manos se despide de él y se va a hacer su trabajo. Las horas pasan lentamente en el supermercado. Ella entraba antes que él y se iba una hora antes, tan descuidada como era ni siquiera se le ocurrió pasar por el sector de belleza y comparase esa máscara de cara que tanto quería. Él suelta un largo suspiro antes de sonreír mientras la observa irse desesperada del trabajo. Una vez su turno termina, se dirige al sector de belleza y les explica a las chicas del sector lo poco que había entendido de las máscaras que su novia tanto quiere.


—¿Pero qué quiere? ¿Exfoliación…?


—¿Eh? ¡Yo qué sé!


—¿Tiene piel mixta, grasosa o seca?


Él las mira con la boca abierta sin pestañear. ¿Cómo que mixta? ¿¡Cómo iba a saber él eso?!


—Ah —se queja sacando su celular—, esperen que la voy a llamar.


Ella atiende enseguida.


—¿Por qué no nos referimos al poyo como carne? Porque también es carne —fue su saludo del otro lado de la línea.


—Buena pregunta, pero no tengo la respuesta. Lo que sí tengo es otra pregunta para vos.


—Dispará.


—¿Qué tipo de piel tenés? ¿Y qué crema era la que querías? Te la estoy comprando así que apurate.


—¡Ay, no! ¡Me olvidé otra vez!


—No me digas.


—Mi asquerosa piel es mixta. ¡Y comprame dos! Una exfoliante, que estuvimos hablando con las gurisas de esa y otra hidratante, plis. ¡Y gracias! Te voy a esperar con la comida pronta.


—Si estás tan agradecida, ¿por qué vas a castigarme de esa manera?


—¡Entonces morite de hambre, bruto!


Y corta la llamada. Se le escapa una leve carcajada que dura unos breves segundos. Rápidamente se recompone, se aclara la garganta y vuelve a estar serio. Después de comprar vuelve al apartamento y, en efecto, ella había estado cocinando porque el pequeño espacio estaba inundado en humo.


—Lo predije, ¿o no? —se pregunta mientras pasa el umbral de la puerta de entrada.


Ella trata de deshacerse del humo con un repasador que mueve para todos lados sobre su cabeza. Él se detiene para observarla, pasa un rato hasta que finalmente ella se da cuenta que él llegó. Al notarlo se queda estática.


—La comida está bien, lo juro.


—Sí, el humo debe venir de afuera.


—Qué te puedo decir, la contaminación del aire está cada vez peor.


—Y vos no ayudás a la causa —murmura acercándose a ella.


—¿Perdón? No te escuché bien —le dice molesta.


—Tomá —le tiende la bolsita con las cremas—, tus preciadas cremas.


—¡Ay, gracias! —agarra la bolsa como si fuera un millón de dólares.


—De nada.


A él siempre le había gustado la manera en que sus ojos se encendían cuando sonreía de esa manera.


—¿Cuánto salieron? ¿Cuánto te debo? —le pregunta mientras abre las cajitas.


Él le frunce el ceño.


—Nada —ella eleva la mirada de las cremas a él—, es un regalo.


Ella trata de ocultar una sonrisa en vano. Él le pone los ojos en blanco.


—Bueno, gracias.


Él se rasca la parte trasera de la cabeza apartando la mirada mientras esconde una mano en el bolsillo delantero de su vaquero.


—Estás exagerando, solo son unas cremas —apunta a las cremas con su mano.


—¿Te puedo mostrar mi aprecio?


Él la mira directo a los ojos.


—Depende de cómo me lo quieras mostrar.


—¡Ay, sos un cerdo! —y golpea levemente su hombro.


—¡En qué estás pensando! ¿Eh, eh? —ella se sonroja Él ya sabía que esa sería su reacción, también le encantaba cuando se sonrojaba—. Yo solo me refería que no me hicieras comer lo que sea que quemaste.


—¡No quemé nada! ¡Nada se quemó! —le grita ella avergonzada—. Y pedí piza, si querés, no me importa.


Ahora le toca a él tratar de ocultar su sonrisa.


—Pero volviendo al tema de mostrar tu gratitud. Cualquier forma es bien aceptada.


Ella lo mira entrecerrando los ojos.


—¡Sabía que pensabas cosas pervertidas! —ella se acerca y deposita un rápido beso en su mejilla.


—¡Cosas pervertidas! ¿Yo?


—¡Ja! —ella se voltea y camina en dirección a la cocina—. Sí, «Mi pobre angelito».


—¡Ese niño era todo menos un angelito! —se defiende él apuntando con un dedo a su espalda mientras la sigue.


—No, si sos un genio en captar los dobles sentidos.


—¿Ah? ¿Y ahora por qué te enojaste?


A pesar de ninguno querer confesarlo, ambos disfrutaban de estas estúpidas discusiones sin importancia que terminaban con «Netflix and chill» con su serie preferida de fondo. Era como si estuvieran hechos el uno para el otro, y a pesar de que él conocía bien el miedo de Vanesa al compromiso, también sabía que terminarían casándose algún día. Él solo tenía que ser paciente y darle su tiempo, así que se limitaba a seguirle la corriente y acompasarse a su ritmo.


Por lo que así continuaron el resto de la noche, discutiendo sin realmente discutir, y dejando que la corriente los llevara a donde sea debían llegar. Ya habían luchado contra ella por demasiado tiempo y aun así, no habían conseguido vencerla. Después de todo, acá estaban.


No hay comentarios.:

Gracias por dejar tu opinión :)