Queridas
personas que tanto se preocupan por mi vida,
Si hay algo que
detesto con cada célula de mi ser es que me digan lo que deberÃa o no hacer con
mi
vida y mi cuerpo. No sé qué les hace pensar que está bien y pueden
saber qué es mejor para mà cuando no son ellos los que tienen que vivir con las
consecuencias de esas acciones. ¡Alguien ilumÃneme!
Cada vez que
digo que no quiero jamás, nunca, ni en un millón de años, ni por toda la comida
en el mundo, ser madre y que no estoy particularmente interesada en casarme me
quedan mirando como si hubiera perdido la cabeza. Y no obtengo estas reacciones
de gurisas de mi edad (no por lo general, al menos, un avance supongo, ¡yupi!),
sino de mujeres más grandes que yo y de hombres (vaya sorpresa, ¿no? Nótese el
sarcasmo). Ni siquiera me dan la oportunidad de expresarles cómo me siento y
pienso al respecto, ah, no, se me adelantan y le restan importancia con un:
«cuando crezcas vas a querer hijos» y «todavÃa te falta madurar». Asà que ser
responsable me hace inmadura, interesante, se aprenden cosas nuevas todos los
dÃas. Antes me hacÃa hervir la sangre (y dependiendo de cómo me agarres, puede
que todavÃa lo haga), ahora no me queda más que mirarlos con lástima, son todo
lo que jamás querrÃa ser.
De chica me
ponÃa como una fecha lÃmite: bueno, hacé
todo lo que quieras hacer antes de los treinta porque en esa década te tenés
que embarazar, no antes, no después, ahÃ. A los treinta termina tu vida, ¡pero
no importa porque otra empieza! (¿Nadie más ve lo tóxico de ese
pensamiento?) Y asà vivÃa, estirándolo año a año, un año más, treinta y uno, otro más, treinta y dos, treinta y tres,
treinta y cinco parece un buen número… después quedé en: ok, a los cuarenta, pero adoptá mejor a esa
edad, no hace falta que lo tengas creciendo adentro, además, hay tantos niños
que necesitan hogar… Y entonces me di cuenta, la epifanÃa me pegó y me pegó
fuerte: podés elegir no ser madre. Fue como si el cielo se abriera y
los ángeles empezaran a cantar, ese peso en mis hombros desapareció y frente a
mà se abrieron un millón de caminos con la desaparición de la maternidad. Fue
mágico, liberador, pude respirar tranquila. Mi vida y sueños ya no tenÃan fecha
lÃmite.
He aquà mis
razones para tomar dichas decisiones (no que le tenga que explicar una mierda a
nadie, pero acá va):
Primero que
nada, ni me gustan los humanos (no la gran mayorÃa, de todas maneras) y los
niños son particularmente molestos (no los odio, solo los prefiero a años luz
de mÃ) y no los encuentro en lo más mÃnimo adorables (las caras que tengo que
fingir cuando se supone que hacen algo «lindo» es doloroso. ¡Solo puso dos
piedras juntas, por favor…!). No tengo una gota en mà de instinto maternal,
crecà con la mejor madre que cualquiera pudiera tener (casi siento lástima por
el resto) y me hace ver la maternidad como algo que es realmente importante, es
crucial y particularmente difÃcil. Tenés que hacerlo todo lo mejor que puedas: dar todo, ser todo, sacrificar
todo por tus hijos, ponerlos siempre
antes, olvidarte de vos, al menos por los primeros veinte años de su existencia
(imaginate el incremento en años si tenés más de uno). Tenés que estar dispuesto a ser un padre, y, claramente, yo no estoy para nada dispuesta a serlo. Lo
tenés que hacer bien o no hacerlo en absoluto, por eso elijo no hacerlo.
Muchos dicen:
«cuando tengas hijos te sale natural», pero la obvia verdad es que no pasa asÃ
con todos. Si todo se resolviera mágicamente para todos, entonces no habrÃan
tantos bebés abandonados, violencia doméstica y humanos atrofiados, seamos
realistas, gente. Si todo fuera magia y corazones, el mundo no serÃa la mierda
que es. Y además, si lo haces lo mejor que podés, todavÃa te puede salir una
patética excusa de ser humano. ¡Ugh, qué dolor de cabeza!
No me interesa
pasar por los dolores y después hincharme como un pez globo (ya estoy lo
suficientemente inflada como van las cosas), no shame a las embarazadas, no es
mi intención ofenderlas, pero no quiero
eso para mÃ. No quiero el proceso, no quiero el después, no quiero nada de
todo eso. Ya hay demasiados humanos en el mundo, ¿para qué contribuir en algo
tan negativo? Tengo otras cosas que quiero hacer en mi vida como viajar por el
mundo, publicar libros, convertirme en una escritora, aprender nuevos idiomas, salir
a bailar y volver a casa cuando salga el sol, conocer nuevas culturas, etc.;
ser madre no entra, no hay espacio ni
ganas para eso. Criar un humano es un gastadero de plata, energÃa, tiempo y
vida; gracias, pero paso. Prefiero, después, cuando pueda darme el lujo de
hacerlo, adoptar perros de la calle y darles la mejor vida que pueda, animales
sobre humanos, naturalmente.
Sigo sin
entender por qué carajos critican a las mujeres que eligen ser responsables;
elijo no arruinarme la vida y la de otro probable ser humano inocente. Yo sé bien
qué tipo de madre serÃa: la que no es madre, la que nunca quiso serlo, la que
lo ve como una carga y algo que le arruinó la vida, la ausente, a la que le chupa
un ovario la criatura; decime loca pero no me parece bien ser asÃ. Yo sé que no puedo y no quiero, asà decido no comprometerme
solo porque deberÃa aspirar a eso.
Mi objetivo está en un lugar completamente diferente, bebé. Si querés y elegÃs ser madre, es completamente válido, ¡you go girl! Andá por lo que querés,
luchá con uñas y dientes por eso, justo como yo lo hago. ¿Por qué mi elección
es menos valida que la tuya?
Solo quiero que
todas las mujeres sepan que son más que vientres. Ser madre es una elección,
no una obligación. Tu cuerpo, tus reglas. Tu vida, tus
decisiones.
Atte.,
Jane Doe
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