—¿¡Por
qué tengo que ir yo?! ¿¡Por qué no se levanta de una buena vez y hace algo,
para variar?! —me quejé apuntando con las manos al «convaleciente» tirado en el
sofá.
—¡Porque
está mal y tiene que hacer reposo! —respondió mamá molesta recogiendo la ropa y
envoltorios de comida tirados por todo el piso.
El
muy maldito sonrió triunfante sin despegar los ojos de la pantalla de su
estúpido celular. HacÃa dÃas tenÃa que aguantarme al sociópata ese, que no
servÃa para otra cosa más que para hacer mugre, jugar en su celular, cansar más
de la cuenta a mamá y joderme más de lo humanamente soportable. Sin importar
las veces que hablara con mamá, ella nunca me escuchaba.
—¡Pero
qué va a estar mal ese! Si apenas fue un golpecito.
—Tu
hermano fue vÃctima de un accidente fatal —vaya
manera de darle color—, es un milagro que saliera con vida. No todos tienen
esa suerte —agregó en voz más baja—. Asà que ahora haceme el favor y andá a
traerme lo que te pedÃ.
Puse
los ojos en blanco pero le hice caso. De camino le saqué la lengua al maniático,
que no lo vio porque ni me estaba prestando atención. Salà de la casa echando
humo.
—¡Tomá
la lista! —gritó ella corriendo detrás de mà cuando apenas habÃa cerrado la
puerta.
—No
me iba a olvidar de nada.
—SÃ,
claro.
Soltando
un largo suspiro agarré la lista de compras y seguà mi camino. Era una mañana
agradable la de aquél sábado. Al llegar a la esquina me encontré con mi mejor
amiga y vecina que estaba sentada en el frente tomando mate con su madre.
—Buenos
dÃas —saludé.
—Buenos
dÃas —respondieron—, ¿qué hacés levantada tan temprano? —siguió ella.
—Ni
lo menciones. Voy a la carnicerÃa, ¿me acompañás?
—¿Puedo?
—le preguntó a su madre que a pesar de poner mala cara, accedió a
regañadientes. Una vez estuvimos lo suficientemente lejos de su casa me hizo la
pregunta que tanto habÃa estado esperando por hacer—. ¿Me vas a contar de una
vez por todas lo que pasó?
—Es
que no tuve un minuto de paz, resulta que ahora soy la enfermera del loco. Ya
sabés bien cómo es la cosa.
—Pero
entonces, ¿la historia oficial es la verdadera o no? ¿Qué fue lo que pasó?
Tome
una profunda respiración antes de empezar a contarle lo que realmente habÃa
pasado.
—Bueno,
ahà estábamos en la plaza después de haber roto las pelotas por una hora de que
querÃa ir y que querÃa ir. Mamá dijo que como hermana mayor tenÃa que llevarlo
yo porque ella estaba ocupada —solté un bufido—. ¡Ya tiene siete años, es un
niño hecho y derecho! Yo a esa edad podÃa hacer todo solita.
—Si
vos decÃs…
—Como
sea. Resulta que a los cinco minutos se aburrió y como era de esperarse, me
empezó a joder. Desde que nació siempre me quita todas mis cosas y no aguanta
no ser el centro de atención en todo momento. Yo estaba metida en mis asuntos,
tratando de ignorarlo, y de la nada el pesado me lo quitó y se fue corriendo, obviamente,
salà corriendo atrás de él. Lo agarré justito cuando iba a cruzar la calle,
¡sin siquiera mirar a los costados! Mirá, lo hubiera dejado y me hubiera
ahorrado el trabajo. Fui a quitárselo pero lo tiró a la calle, ¡quién le dio
permiso si era mÃo! ¡Y el monstruo ese me intentó empujar a mà después! Pff,
olvidate.
—Pará,
pará, entonces, ¿Ã©l causó el accidente? ¿Y te empujó? Pero fue a él al que
chocaron.
Me
encogà de hombros.
—LeÃ
sobre el instinto de supervivencia, algo de eso me pasó. Pensé: «mejor él que
yo». Asà que lo tiré en frente del auto también.
—¿¡Trataste
de matar a tu hermano?!
—No…
bueno, sÃ, pero no resultó, asà que no cuenta.
—¡No
digas esas cosas!
Llegamos
a la carnicerÃa. Cerrada.
—¡Lo
que faltaba! —me quejé.
—Ah,
pensé que ibas a la otra —murmuró.
—No,
¿por? Queda más lejos.
Me
quedó mirando por un rato con ojos grandes.
—¿Cómo
que «por»? —como seguÃa sin explicarse me limité a devolverle la mirada sin
hablar—. ¿No sabÃas? Él era el nieto de los dueños.
—SÃ,
¿y?
—Y…
que se murió —respondió en voz más baja.
—Ya
sé, gran cosa.
—Esperá.
Si ustedes tres estaban juntos… ¿En qué parte entra el nieto en todo esto?
—Si
era eso por lo que peleábamos.
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