Viene de Familia - Jane Doe

Jane Doe

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¡Bienvenidos! Les explico un poco de qué va el blog: «Diario de una Jane Doe» es el espacio que encontré para dejar salir todo eso que me gusta o lo que no, lo que me molesta o lastima, y lo que amo, los invito a hacer lo mismo en los comentarios. En «Rincón Literario» encontrarán «Recomendaciones» donde recomiendo libros, «Hablemos de…» que es un espacio para charlar sobre temas relacionados a la literatura incluyendo noticias sobre el mundo literario, en «Libro del mes» podemos charlar sobre un libro específico elegido para ese mes; «Conociendo autores» es un lugar para hacer eso exactamente, conocer un poco de los grandes autores detrás de las letras. Bajo el título «De Tinta y Papel» voy a subir unos relatos/cuentos/historias cortas que escribo. Por último, en «Rincón de entretenimiento» tenemos, por un lado, «Series de TV» donde podemos recomendar y hablar de series, y en «K-dramas» hacemos lo mismo que con series pero esta vez de dramas coreanos :) Espero que se queden, ¡y que empiece el viaje!

jueves, 31 de octubre de 2019

Viene de Familia










—No sé qué tanto te arreglás la ropa —le dijo divertido —, estás bien.

—Sí, bien nerviosa.

El chico se limitó a largar una carcajada. La puerta de la entrada se abrió ante la joven pareja, revelando a la señora Lester, una mujer muy bien arreglada y sofisticada, de pelo grisáceo y cálida sonrisa. La chica respiró hondo, haciendo su mejor esfuerzo por devolverle la sonrisa.

—¡Hola, ma! —saludó alegremente el chico.

—Hola, hijo —respondió ella, dando un paso adelante y abrazándolo con fuerza. Se separaron y la señora se giró hacia la chica—. Encantada de finalmente conocerte, Teresa.

—I-igualmente —tartamudeó.

La señora de la casa la recibió con un abrazo tan afectuoso como con el que había recibido a su hijo. Esto tomó por sorpresa a Teresa que no estaba acostumbrada a las muestras de afecto. Al separarse, intercambiaron una mirada con su novio que le sonrió en respuesta.

—Pasen, pasen —urgió la madre.

—Muchas gracias por invitarme a la reunión familiar.

—Ay, no es nada. Hacía meses teníamos curiosidad por saber quién era esta nueva chica en la vida de nuestro querido Sean.

Él le puso los ojos en blanco.

—Ya sabés cómo termina cuando se apuran las cosas —respondió—. Además, ella le tiene alergia al compromiso.

La señora apretó los labios y Teresa enrojeció.

—¡Sean!

—No le hagas caso —intervino la mujer—, vení por acá así te presento al resto.

Y tomándola del brazo se la llevó hacia el comedor. Sean las siguió en silencio. Teresa no creía poder alcanzar un nuevo nivel de nerviosismo, pero se equivocaba porque al encontrarse al resto de su familia esperando por conocerla su ansiedad solo fue en aumento. De uno en uno se fueron presentando y de uno en uno fue olvidando los nombres, sin importar lo mucho que intentaba retener los nombres y caras nuevas en su cabeza; siempre había tenido una memoria de mierda.

—Anna —suspiró aliviada al ver a la prima de su novio y mejor amiga.

—¡Teresa! Tenés cara de querer salir corriendo —se burló su amiga.

—¿Tanto así se nota?

—Nah, es solo porque te conozco mejor que nadie.

—Yo igual y sé cuándo mentís.

—¡Ay, no estés nerviosa!

—Fácil para vos decirlo.

Habían al menos quince personas en aquella antigua mansión. Todos perfectos desconocidos que habían esperado meses para juzgarla de cerca. Tal vez Teresa estaba un poco paranoica, pero podía sentir la intensidad de sus miradas en ella.

—Vamos —indicó su amiga llevándosela hacia el sofá.

—¿Dónde está Sean? —preguntó Teresa mirando a su alrededor.

—Está en el patio, hablando con el tío.

—Ah.

Según lo que le habían contado el señor Lester era un hombre extremadamente serio y estricto. No era cosa fácil ganarse su aprobación, así que era al que más temía, y la relación con su hijo menor no era de las mejores.

Anna mantuvo ocupada a su amiga en ausencia de Sean, haciéndola participar en las conversaciones con los primos que andaban a la vuelta. A medida que los minutos iban pasando, Teresa empezaba a sentirse cada vez más tranquila, aunque le incomodaba el hecho de que su novio siguiera sin regresar… ¿esa no podía ser buena señal, no?

—¡Hora de comer! —anunció la señora entrando a la sala.

Se acercó a la invitada y la acompañó al enorme fondo, hacia la galería donde estaba puesta la alargada mesa y más allá la parrilla. Y allí, frente al fuego estaban Sean y su padre discutiendo en voz muy baja.

—Vení que te voy a presentar al señor Lester.

A Teresa siempre le había parecido rara la manera en que la familia hablaba entre ellos. Creía que era cosa de Sean llamarlo así a su padre… como de manera despectiva, pero al escuchar a su esposa referirse de igual manera llamó su atención. Con creciente nerviosismo caminó junto a la madre de su novio, no le parecía un buen momento para ser presentada, pero tampoco iba a contradecirla.

—Querido, ella es Teresa, la nueva pareja de Sean.

Le molestaba que siguieran refiriéndose a ella como «nueva». Pero no hizo más que morderse la lengua e intentar una sonrisa que rápidamente se desvaneció cuando el señor la observó con seriedad y ojos gélidos.

—Espero que no termines como la última. Este chico ya me tiene cansado de sus malas decisiones.

Teresa no supo qué contestar. Tenía que agregarle grosero a la lista de características del hombre. Ella miró a su novio por alguna respuesta, pero él estaba demasiado concentrado en fulminar a su padre con la mirada.

—Tan agradable como de costumbre —soltó molesto y con una mano en la espalda la alejó de aquel lugar.

—Tu padre me odia —susurró ella.

—Él odia a todo el mundo. Incluido yo.

—Ja —como si eso la hiciera sentir mejor.

El almuerzo transcurrió rápidamente entre conversaciones ruidosas y carcajadas. No le prestó mucha atención a la comida ya que la tenían en un constante interrogatorio, pero el ambiente era mucho más distendido. Teresa nunca había sabido mucho de cortes de carne, pero estaba segura que eso no era vaca.

—Tu padre podrá ser muchas cosas —le dijo ella al oído a Sean—, pero es un excelente asador.

Él se limitó a asentir sin mucho entusiasmo y hasta incluso un poco pálido.

—¿Te sentís bien? —le preguntó ella preocupada, tocándole el brazo.

—Sí —su voz fue apenas audible.

Entonces la señora Lester golpeó su copa de vino con un cubierto.

—Es hora de la gran revelación —anunció.

—¿Qué gran revelación? —murmuró Teresa a Sean.

Nuevamente no contestó, sino que agachó la cabeza.

—Ya saben. Los que ganen se reparten el premio.

—¿Qué premio? —esta vez se giró hacia su amiga por respuestas.

—Solo mantené el control y aguantate el vómito —le previno para luego poner los ojos en blanco—. Le dije al idiota de tu novio que no te trajera.

—¿Eh?

Recién entonces vio la pantalla a un lado de la mesa. Esta se encendió mostrando la foto de cinco desconocidos, cada uno con un número del uno al cinco.

—Y para incentivarlos, este es el premio —las fotos cambiaron a un video en directo de un niño de no más de diez años encerrado en algún tipo de cuarto para niños.

Teresa buscó a su alrededor por algún tipo de respuesta y lo que encontró le puso los pelos de punta. La mitad de los allí presentes se lamió los labios mientras la otra mitad miraba con fijos ojos brillantes el video. Algo en el aire cambió, algo dentro de ella cambió, se empezó a sentir enferma. Tenía ganas de salir corriendo de allí, no entendía qué estaba pasando, pero presentía que la respuesta sería bastante perturbadora.

Se comenzaron a repartir una hoja en blanco para cada uno, acompañado de una lapicera roja. ¿Y ahora qué?

—Escriban sus respuestas —ordenó la madre, apretando un botón en el control que sostenía en su mano izquierda, la pantalla cambió nuevamente a las fotos de los desconocidos.

Eran dos hombres y tres mujeres, una de ellas una anciana. Los hombres tendrían unos treinta años, las mujeres andarían entre los veinte y treinta años.

—¿Qué es esto? —exigió Teresa a su novio, esta vez sin molestarse en hablar bajo.

Él seguía sin decir una palabra y con la mirada clavada en la mesa.

—Un juego clásico familiar —respondió la señora—, la tradición de los Lester. Se llama «¿A quién te comiste?».

Teresa soltó una carcajada nerviosa. Ok, esta broma ya había llegado demasiado lejos.

—Bien, claro. No es gracioso.

—Estoy de acuerdo. Ahora anotá tu respuesta —el tono de voz y la manera en que la miraba indicaban que no estaba jugando.

—Bueno, de seguro no fue la vieja —intervino uno de los primos más chicos.

Un escalofrío de puro horror le recorrió la espalda. Su temperatura corporal se elevó a los cielos.

—Tranquila —le susurró su amiga con preocupación—. Siempre y cuando les sigas la corriente no vas a terminar como las otras.

—¿Terminar como las otras?

¿Qué carajos significaba eso?

—Convirtiéndote en otro premio… o el postre.

Teresa miró aterrada a Sean.

—Perdón —fue todo lo que logró decir.

La muchacha sintió como sus entrañas se revolvían, el mundo se puso de lado y su piel se cubrió con una fina capa de sudor helado. Como pudo se puso de pie y salió tropezándose lejos de la mesa. 

Todos movieron sus cabezas al mismo tiempo, la tenían en su mira. Sintió el vómito quemar su garganta al subir por ella y entonces recordó las palabras de su amiga segundos atrás, su instinto de supervivencia la golpeó, obligándola a tragárselo nuevamente.

A pesar de sentir la voz de su amiga llamándola a sus espaldas no se detuvo. No sabía bien cómo pero había logrado llegar a la puerta de entrada, trató de abrirla, estaba cerrada, pero eso ella ya se lo esperaba. Los pelos de su nuca se pararon, un escalofrío la recorrió. Rendida cayó de rodillas al piso y se giró para enfrentarlos.

Cerrándole el paso estaban la que creía era su mejor amiga, su novio, la madre de esta y unos pasos por detrás el dueño de la casa.

—Escribí tu respuesta —ordenó la mujer, tirándole la lapicera y papel.

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