Querida enemiga y amiga Presión,
Desde
el momento en que nacimos, convivimos con la presión. Presión social, la de tus
padres, tus amigos, la de vos mismo. La presión de salir adelante, de ser un
buen hijo, un buen estudiante, una buena persona, de alcanzar las metas
impuestas por otros… Vida y presión van, básicamente, de la mano.
Hace
21 años que soy un ser humano, uno pensaría que a estas alturas ya me
acostumbré a lidiar con ella… y bueno, en ciertas partes lo hice, pero en su
gran mayoría ni de pedo.
¿Cómo
lográs equilibrar tus metas personales con las impuestas en vos? Toda esa
presión, esas expectativas, esas obligaciones… una mezcla creada para cagarte
la existencia.
Creo
que la respuesta a esa pregunta es más simple de lo que parece: no lo hacés.
No
podés equilibrarlo porque son simplemente cosas incompatibles e
irreconciliables. Tenés que dejar ir una para poder triunfar en la otra. La
respuesta obvia sería dejar de lado la presión externa y concentrarte en lo que
vos querés hacer, lidiar con esa presión y esa pelea interna, y luchar
por lograr tus propias metas.
Lo
cierto es que la GRAN minoría sigue esta sensata respuesta. La mayoría dejamos
de lado lo que queremos (que muchas veces puede ser «poco viable») y nos vamos
corriendo a cumplir lo que los demás esperan de nosotros.
¿Te
das cuenta de que saboteamos nuestra propia felicidad? ¡Nuestra propia vida!
Nada en la vida es simple, todo es siempre complicado, y la raíz de ello somos
los seres humanos que complicamos lo que debería ser fácil.
¿Si
querés ser un cantante por qué no serlo? ¿Si cantás bien, te hace sentir más
feliz que cualquier otra cosa en el mundo, es lo único que sabés hacer, es lo
que te llena el alma… si es para lo que naciste, por qué dejarlo por un
seguro y sofocante trabajo de oficina (o trabajo alternativo en general)?
Tarde
o temprano (y más temprano que tarde) ese maldito trabajo va a ser mil veces
más complicado de la carrera de cantante en banca rota. ¿Por qué? Porque la
estabilidad y la plata no hacen la felicidad.
Es
cierto que hay caminos que son mucho más difíciles, mucho más dolorosos y
llenos de sacrificios que otros, pero la felicidad y ese orgullo interno valen
la pena. Siempre. Caerse mil veces, arrastrarse, quebrarse unos cuantos
huesos en el camino valen la pena el premio.
Más
vale un bolsillo vacío que un alma desolada.
Y
si bien las opiniones de nuestros seres queridos son importantes, no siempre
hay que hacer lo que ellos creen es mejor para nosotros. Nosotros sabemos
cuándo estamos haciendo algo bien y cuándo no, muy en el fondo lo sabemos. Así
que cuando alguien nos da consejos, sabemos si seguirlos o no nos va a hacer
bien o mal.
Lo
que nos lleva de nuevo a nosotros como individuos. Después de todo somos los
únicos que sabemos lo que nos conviene. Pasamos casi media vida tratando de
descubrir lo que nos gusta y lo que queremos (algunos más, otros menos tiempo,
pero no le quita mérito al camino andado). ¿Después de todo ese esfuerzo
simplemente lo vamos a dejar ir?
¿Y
realmente creés que esa carrera artísistica llena de obstáculos no te hace
bien? ¿Cómo te sentís cada vez que cantás? ¿Cada vez que alguien te escucha
cantar?
Yo
no tengo ni puta idea. No soy cantante… soy un proyecto de escritora (je).
Y déjenme decirles algo: JAMÁS cambiaría ese sentimiento de orgullo cada vez
que termino de escribir un capítulo, ¡y ni que hablar de un manuscrito entero!
Aprobar cien parciales y mil exámenes no se compara con terminar la edición de
un párrafo que me llevó una hora editar.
Pero
seamos sinceros, ¿cuántos de nosotros tenemos la oportunidad de dejar de lado
una opción por otra? (bueno, todos lo tenemos, pero la cobardía, el dinero, la
salud, entre otros, nos lo impiden).
Yo
no puedo vivir sin escribir, como tampoco puedo dejar de estudiar (es único lo
que me mantiene lejos de mi propia cárcel, metafóricamente hablando, claro).
Pero entonces lo que sí puedo hacer, es dejar de estresarme y esforzarme tanto
en los estudios.
¡Y
les digo, toda esa mierda de que «si no estudiás no sos nadie», es eso, PURA.
MIERDA!
¿Dónde
está mi futuro? En mis historias. Entonces es ahí donde tengo que dejar las
noches en vela, todo el estrés de esa maldita página en blanco, allí si vale la
pena. Escribir vale todas mis lágrimas, sudor y sangre. ¿Estudiar? No tanto… no
nada la verdad. Tampoco lo dejo de lado del todo, pero créanme, en cuanto tenga
la menor oportunidad: «¡Bye, bye, facultad de mierda!».
En
conclusión. Creo que la presión (en niveles razonables) es necesaria para
sacarnos adelante, para empujarnos a seguir, pero solo esa presión auto
impuesta (de nuevo, razonablemente). Hay que esforzarse por las cosas que uno
ama, y a veces cuesta más que otras, pero eso es lo que hace que valga más la
pena llegar a nuestras metas.
No
sé qué te pasa por la cabeza ahora, Presión. Yo solo estoy escupiendo todo acá
porque me estoy estresando con los parciales y el no haber escrito en casi un
mes. Y sí, estoy haciendo lo que acabo de decir que no debería hacer… ¡lo que
es mi punto! ¿Cuántos de nosotros dejamos de lado lo que deberíamos
hacer por lo que necesitamos hacer?
Pero,
y a pesar de los estudios, acá estoy escribiendo… así que espero que poco a
poco logre encontrar ese mítico balance que de todas maneras nunca dura
demasiado… porque a la corta o a la larga, hay que elegir y dejar de hacerse el
boludo. Lo podré alargar lo máximo posible, alargando mi infelicidad con ello,
pero tarde o temprano siempre hay que elegir. ¿Y en ese momento qué vas a
elegir? ¿Lo práctico e impuesto por otros o lo, tal vez, en algunos casos, poco
práctico y auto-impuesto?
¡Hasta
el próximo domingo frenemy Presión
(si sobrevivo)!
Atte., Jane.
P.D.:
considero demás decir que esta carta fue inspirada por Under Pressure de Queen.
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