Querida debilidad,
Tengo que confesar que hay veces que simplemente sos demasiado. Hay veces que pesás demasiado. Hay veces que me hacés pensar demasiado en cosas que no debería,
como en bajar los brazos y rendirme.
Algunos días es imposible no pensar: «¿Esto realmente vale la pena?». Algunos días nada tiene sentido, ni el camino que
elegí seguir, ni mi carrera, ni mis sueños, ni yo, absolutamente nada. Algunos
días es más fácil pensar en dejar todo. Algunos días simplemente estoy
demasiado cansada de batallar contra esas voces negativas.
Pero, de alguna manera, siempre termino llegando al mismo destino: «No te queda otra más
que seguir por acá. No hay nada más que sepas hacer, y lo que es más
importante, no hay nada más que quieras
hacer… o necesites hacer, si nos vamos
por la ruta del dramatismo». Sin importar los caminos de pensamientos que tome,
siempre llego a la misma concusión: «sé
muy bien lo que quiero, y por más difícil que sea, voy a conseguirlo».
Es curioso, los sueños tienen eso, ¿no? Se transforman
en pasión, que se transforma en el motor que te impulsa a seguir adelante,
porque los sueños, son, al fin y al cabo, la meta final. Y yo no me doy por
vencida con facilidad.
También confieso que hay veces que tropiezo y caigo, y
que el dolor me hace perder la fe en mí misma, pierdo la esperanza, me enojo,
me pongo triste (qué puedo decir, mi mayor debilidad es ser humana). Pero entiendo
que la negatividad exagerada no sirve para nada.
Este 2020 nos golpeó a todos de mil maneras diferentes;
de repente el camino que habías elegido está cortado. Sí, claro, tenés que
tomarte tu tiempo para procesar todo, enojarte con el mundo y llorar las penas,
pero ya está. No puede durar más de un rato. Ya nada se puede hacer al
respecto, son cosas que escapan de tu control y nada vas a ganar enojándote y
poniéndote mal, a otra cosa mariposa. Ahora no tenés más opción que hacerte
otro camino; es muy probable que te consuma mucha más energía y tiempo, pero,
¿qué otra opción tenés? Darte por vencido no es una opción. No te queda otra
más que seguir intentándolo.
Así que, querida debilidad, te cambio por las ganas de
seguir… o más bien la necesidad de
hacerlo.
Atte., Jane Doe.